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FALLAS DE VALENCIA

Torear un toro de casta

La diferencia que hay entre una corrida de toros normal y una corrida de toros moderna se pudo apreciar en la lidia del segundo toro de la tarde y en la faena que le hizo Víctor Mendes. Tanto cuanto puedan parecerse un huevo y una máquina de coser, así tenían en común ese toro con su lidia y la corrida de toros moderna Quien lo vio pudo apreciar que con la corrida de toros norma -ese toro, su lidia, la faena- el aburrimiento es imposible. El busilis de la cuestión estaba en que el toro tenía casta y el torero lo era a carta cabal; algo bien distinto a lo que la corrida moderna suele ofrecer.Con el toro de casta no había quien se aburriera allí. Ni el público se aburría, porque presenciaba una lidia emocionante y argumentada en todos los tercios, ni el torero y el toro podían aburrirse tampoco. El torero, pues había de emplear a fondo sus conocimientos lidiadores, armarse de todo el valor del mundo para dominar aquel cuajado ejemplar de embestida vivaz, trepidante y fuerte, que acudía codicioso a la muleta, y si por un descuido llega a dejarla a su merced el matador, a lo mejor iba y la pegaba fuego. El toro, porque con esas ansias de embestir, esas perversas inclinaciones pirotécnicas, bastante entretenimiento tenía en el ruedo.

Cardenilla / Ruiz Miguel, Mendes, Rincón

Cuatro toros de La Cardenilla, bien presentados, flojos, nobles lo y 5o, con casta 2º y 3º; dos de Moro hermanos, bien presentados, bravos e inválidos. Ruiz Miguel, que reaparecía tras su retirada: estocada corta (ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada (escasa petición y vuelta). Víctor Mendes: pinchazo bajo y estocada caída perdiendo la muleta (minoritaria petición y vuelta); pinchazo y estocada (silencio). César Rincón: pinchazo, bajonazo y descabello (silencio); estocada (aplausos).Plaza de Valencia, 15 de marzo. Octava corrida fallera. Dos tercios de entrada.

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Edad de oro

Toro encastado y, además, con trapío: justo lo que lleva años pidiendo la afición sin que nadie le haga caso y lo que la fiesta necesita. Si las corridas modernas fuesen suprimidas por decreto y en todas las que quedaran volviera a salir el toro encastado y con trapío, la tauromaquia viviría su segunda edad de oro. Porque toreros, hay Seguramente no son los que ahora van por ahí de figuras pero hay. Uno de ellos quizá sería Víctor Mendes, que al toro encastado y todo lo demás le hizo una faena importante, a base de aguantar sus embestidas bravas, conducirlas donde los propósitos dominadores aconsejaban y, finalmente, dar se el lujo de templar el toreo al natural, con tanta facilidad como quien lava.El tercio de banderillas también lo realizó emotivo Víctor Mendes. Prendió tres pares soberanos y en el último a punto estuvo de caerse por el balcón al abismo. Porque el toro acometió recrecido, acelerando progresivamente sus muchos pies, lanzó su corpachón sobre el torero, que se encunó materialmente, y del bestial encontronazo resultó que Víctor Mendes salía incólume en demanda de la barrera, el toro buscando espacios abiertos, con el par de banderillas floreándole en todo lo alto.

El otro toro de Víctor Mendes ya era un poco al gusto de la corrida moderna y lo mismo banderillas que muletazos carecieron de especial relieve. Toro plúmbeo el sexto, César Rincón lo hizo pasar por la querencia de tablas, combinando inteligentemente la suerte natural con la contraria, aunque sin poder embellecerlas con los recursos del arte. El tercero acabó incierto y el espada colombiano sólo pudo demostrar su pundonor afrontando valientemente las peligrosas acometidas.

Los toros que correspondieron a Ruiz Miguel -flojuchos y escasos de temperamento- también eran propios de la corrida moderna, y la única novedad consistió en que, precisamente, le correspondieran a este torero, avezado a medirse con corridas de colmillo retorcido. Ruiz Miguel reaparecía ayer en Valencia, después de haber permanecido todo un año retirado, y se le veía dispuesto a repetir las gestas de diestro valerosos y dominador que le dieron fama, pero aquellos toros le venían chicos y los toreó con cierta vulgaridad. Sin el toro de casta, Ruiz Miguel no luce, ni ningún torero que lo sea a carta cabal. Y eso lo saben sobradamente los aficionados, y lo necesita la tauromaquia para revivir la edad de oro del toreo. Algo que los taurinos modernos no han entendido nunca, ni entenderán jamás, y esta es la razón de que se presente oscuro y problemático el futuro de la fiesta. Como el reinado de Witiza; igualito.

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