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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Involucionismo

GORBACHOV HA lanzado, con motivo de su reciente viaje a Bielorrusia, una campaña frontal contra los sectores progresistas, a los que acusa de recurrir a métodos "neobolcheviques" -manifestaciones, huelgas, agitación en las calles- para conquistar el poder. Les responsabiliza de crear un clima que puede llevar a la guerra civil. Son palabras muy serias, que agudizarán aún más las tensiones políticas que sacuden a la URSS, en medio de una situación económica caótica. Abogando por un curioso "centrismo" -que tendría como eje al Partido Comunista de la URSS (PCUS)-, Gorbachov lanzó sus diatribas contra los que fueron sus principales asesores en la perestroika, Shevardnadze o Shatalin, y contra personas como Yeltsin, Popov o Sobchak, que gracias a sus victorias electorales ocupan la presidencia de Rusia y las alcaldías de Moscú y Leningrado, respectivamente. Una nueva muestra del conservadurismo que parece haber elegido Gorbachov desde el verano de 1990.Por otro lado, las renovaciones constitucionales que debían impulsar la transición a la economía de mercado sólo han servido para situar algunas caras más jóvenes en el antiguo sistema. En el marco de esta política regresiva, Gorbachov ha convocado para el 17 de marzo un referéndum sobre la permanencia de la actual configuración de la URSS, gracias al cual espera recuperar prestigio y responder a las presiones centrífugas de muchas repúblicas. Por razonables que sean sus argumentos sobre la conveniencia de no romper los lazos económicos, la consulta se va a desarrollar en unas condiciones muy conflictivas. En Rusia se añadirá una pregunta sobre la elección directa de un presidente de la república, y si gana el sí, Yeltsin podrá ser elegido para ese cargo con un respaldo popular del que Gorbachov carece. Por otra parte, ante la negativa de seis repúblicas a realizar el referéndum, el Kremlln ha pedido a las autoridades locales y militares que instalen y controlen las urnas. Se anuncia, pues, una jornada electoral más próxima al caos que a una consulta democrática.

Si Gorbachov, con más o menos legitimidad para ello, quiere utilizar los síes del referéndum para demostrar que el pueblo aprueba sus métodos presidencialistas, puede provocar que surjan nuevos obstáculos en la negociación enire las repúblicas. En el Báltico, el inicio de la acción violenta ha sido frenado gracias en gran parte a la presión de las fuerzas democráticas en Moscú, pero la amenaza del recurso al ejército sigue en pie. Mientras tanto, en lo económico se deteriora más y más el viejo sistema administrativo, incapaz de iniciar seriamente el incipiente desarrollo de la economía de mercado. En lo político, el abismo entre el presidente y los reformistas se agranda. Éstos, debilitados por actitudes extremistas, por el enfrentamiento casi patológico entre Yeltsin y Gorbachov y por personalismos, no se muestran capaces de cohesionar sus considerables fuerzas y de ofrecer no sólo una resistencia eficaz al involucionismo, sino una alternativa de futuro.

El Gobierno de la URSS insiste en que su política exterior no sufre ninguna alteración. No obstante, la evolución interior está dando una fuerza creciente a sectores militares y civiles enemigos de la nueva cooperación entre Este y Oeste. Nada ganarían los Gobiernos occidentales modificando su actitud positiva hacia Gorbachov, pero los cambios en la escena política de la URSS introducen factores muy negativos desde la perspectiva europea, sobre todo en una etapa en la que el desarme y la preparación de un nuevo sistema de seguridad están a la orden del día.

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