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¿Dónde está la solidaridad árabe?

Antonio Caño

Una vez que la fase decisiva de la guerra del Golfo ha comenzado, ¿dónde están los árabes?, ¿dónde está la solidaridad que los gobernantes iraquíes tantas veces han pedido y algunos dirigentes árabes tantas veces han ofrecido desde el comienzo del conflicto? Estas preguntas buscan hoy respuesta en una Jordania dominada por un sentimiento de impotencia.

Jordania ha reclutado decenas de miles de hombres en un ejército popular, que incluso ha recibido entrenamiento militar para defender el país y, eventualmente, para acudir en ayuda del amigo atacado. Pero, a la hora de la verdad, ninguna medida efectiva ha sido tomada por ningún Gobierno árabe en auxilio de Irak.

"El rey Hussein no permitirá bajo ninguna circunstancia abrir su frontera para que tropas voluntarias acudan a pelear junto a los iraquíes", opina un diplomático occidental con varios años de experiencia en Oriente Próximo.

Incluso las manifestaciones -de aquí, de los Estados del Magreb y de otros países árabes- han perdido el entusiasmo inicial, moralmente debilitadas por las noticias sobre el avance de las tropas de la coalición antiiraquí. Cuando el traductor palestino de este diario, veterano de la guerra de Líbano, escuchaba ayer una declaración del líder libio, Muammar el Gadafi, denunciando en términos líricamente rotundos la ofensiva terrestre, apagó la televisión y alegó un sencillo: "¡Vete a la mierda!".

Los árabes que escupen violencia sobre las cámaras de los reporteros se refugian en la religión para argumentar que "la victoria estará del lado de quienes defienden la razón". Los palestinos, cuyos dirigentes negaron ayuda a Sadam Husein "porque no la necesitaba,", empiezan hoy a pensar en cuántas posibilidades habrá de convocar una conferencia intei-nacional sobre Oriente Próximo tras la guerra.

Los más radicales, dirigentes de grupos islámicos, anuncian que la venganza "contra el infiel" llegará en algún momento. Pero, aunque el escepticismo es un concepto extraño a estas tierras, muchos árabes se confiesan hoy en Ammán maestros de un solo arte: el de la lamentación.

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