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FERIA DE VALDEMORILLO

Les soltaron toros

Después de tres días feriales con figuras de la novillería, el cuarto ya no tenía figuras; o sea, que menguó el cartel pero creció el toro. No novillo, según había sido anunciado y correspondía: toro. Además, toro-toro. Porque tampoco se trataba del torín que suelen lidiar las figuras del escalafón superior; antes bien, se trataba del torazo que recibe las varas reglamentarias, o más incluso, y a pesar del castigo, llega a los siguientes tercios tan entero como si en lugar de puyazos le hubieran puesto inyecciones de vitaminas.Tres de esos toros tomaron en toda regla, las tres varas que el reglamento prescribe, y uno, cuatro, y ese uno de cuatro, lidiado quinto, se convirtió en un barrabás enfurecido, que no le admitía ni un pase a Erik Cortez y, encima, no se quería morir, lo cual es una desconsideración intolerable. Pero menos se quería morir el sexto, un bronco reservón de los que desarrollan sentido, y lo desarrollaba con tanta rapidez, que apenas Niño de Leganés le hubo instrumentado par de ayudados, ya sabía más tauromaquia de la que encierra el Cossío.

Álamo / Jiménez, Cortez, Niño de Leganés

Toros, anunciados como novillos, de El Álamo, con trapío, fuertes, broncos; 4º, bravo y noble. Mariano Jiménez: cinco pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y estocada (dos orejas). Erik Cortez: pinchazo muy trasero, descabello, media atravesada, descabello -aviso con minuto y medio de retraso- y otro descabello (silencio); estocada traserísima atravesada que asoma, pinchazo, rueda de peones, media trasera atravesada y estocada; rebasó en dos minutos el tiempo reglamentario (silencio). Niño de Leganés: pinchazo, rueda de peones -aviso con un minuto de retraso- y estocada (silencio), pinchazo hondo, descabello, rueda insistente de peones, descabello, nueva rueda de peones, pinchazo -primer aviso-, otro pinchazo, estocada -segundo aviso- y dos descabellos (silencio).Un eral de Carmen Segovia (sin picadores), flojo y bravo. José-Tomás Román, de Galapagar, que debutaba como novillero: estocada y 21 descabellos (ovación). Plaza de Valdemorillo, 7 de febrero. Cuarta corrida de feria. Lleno.

No es nuevo en la fiesta que para espadas modestos salga el toraco y para figuritas, la mona. Por el contrario, esa es la norma. La fiesta tiene unas características que ha ido configurando en el transcurso de su ya larga historia, y son la casta, el arte, el valor, y junto a esto, la poca vergüenza, en complicada amalgama. El porcentaje en que se distribuyen esas características varía según los casos, y en el presente montaba la poca vergüenza el porcentaje mayor; pues hace falta tener poca vergúenza para soltar lo que les soltaron a los modestos novilleros.

De cualquier forma, la modestia de quienes participaron en esta encerrona valdemorillana es relativa. Mariano Jiménez y Niño de Leganés han tenido importantes actuaciones en Madrid, sin ir más lejos (unos 45 kilómetros). Y se notó. Jiménez, con ganado manejable, hizo un toreo de calidad, en el que destacaron la pulcritud, la hondura y el gusto con que interpretó redondos y naturales.

Niño de Leganés se vio desbordado por su lote infernal, aunque lo liquidó, y eso ya tuvo enorme mérito. Erik Cortez, torero venezolano de color, mostró un estilo escasamente ortodoxo en su faena al segundo toro. Al quinto hubo de trastearlo brevemente, pues tenía un peligro tremendo y cada una de sus intempestivas embestidas llevaba implícito el riesgo de la cornada.

La corrida duró muchísimo y aún se prolongó con la presentación de José-Tomás Román, un muchacho de 14 años de edad, poquita cosa en lo físico, pero grande en lo artístico, pues torea como los ángeles. A pesar de que había caído la noche, nevaba de vez en cuando y hacía un frío siberiano, la afición se quedó a verle y disfrutó con su toreo. La afición no tenía más que palabras de admiración para el chaval debutante, y más aún para los asendereados novilleros que le precedieron. Y para quien les metió en la encerrona de los torazos pregonaos, reservó un selecto surtido de vocablos, elegidos entre los más gruesos que atesora la rica lengua castellana.

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