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FERIA DE VALDEMORILLO

Un cierto chamaquismo

Chamaco hizo algunas cosas interesantes con la muletilla, además cae bien, y generó en el coso valdemorillano un cierto chamaquismo. Algo muy lógico. En cambio extraña que se hiciera también chamaquista el presidente y al público no le hizo gracia este partidismo. El público puede ser todo lo partidista que le venga en gana -para eso paga, o eso dice- pero no soporta que el presidente lo sea. Muchos espectadores se preguntaban por qué el presidente había concedido la oreja a Chamaco y se la denegaba a Sánchez Mejías Uno de ellos se lo preguntaba en voz alta, suficientemente alta para que se oyera en todo el tendido y en la colonia de chalés que se divisaba tras unos arbustos "Yo he pedido la oreja para los dos, y ese señor me habrá de explicar por qué una vez me ha hecho caso y otra no". El espectador consideraba esa desatención ofensa personal.Estos y otros animados soliloquios fueron al principio pues, a final, quién más, quién menos, escondía la cabeza dentro de la pelliza para resguardarla del he lado viento serrano. Cientos de boinas apenas afloraban por sobre las solapas de las pellizas, y casi nadie tenía ganas de alegar, lo cual contribuyó a que la segunda parte de la corrida resultara un poco mustia, mientras la primera tuvo diversión.

Alcurrucén / Lozano, Chamaco, Mejías

Novillos de Alcurrucén, discretos de presencia, en general inválidos y mansurrones. Luis Manuel Lozano: media delantera tendida, estocada corta delantera contraria y estocada trasera, siempre tirando la muleta, seguidas de tres descabellos -aviso con minuto y medio de retraso- y cuatro descabellos más (silencio); media trasera tendida (silencio). Chamaco: pinchazo y estocada corta ladeada perdiendo la muleta (oreja); estocada ladeada y descabello (oreja). Marcos Sánchez Mejías: estocada (petición, larga ovación y salida al tercio); pinchazo delantero perdiendo la muleta, dos pinchazos más y estocada delantera (silencio). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Provocó diversión, por ejemplo, Chamaco, que toreaba de frente con mucha verdad en el cite y poco pulso en el temple, y luego reafirmaba el incipiente chamaquismo empalmando a pie quieto y muy ceñido la suerte natural con la contraria, pases de pecho, ayudados, molinetes, recortes y zarandajas.

También provocó diversión, por ejemplo, Sánchez Mejías, que interpretaba un toreo- de compostura académica, fino en el sentido de elegante, hondo en el sentido de ortodoxo. Los aficionados agradecieron que el diestro reconociera su condición de cátedra (la mayoría venían de Madrid, no se diga más) brindándoles, de la técnica torera, su versión pulcra.

Luis Manuel Lozano había tenido en primer lugar un novillo de corta embestida, que se vencía por el pitón derecho. Mal asunto. Obviamente, Luis Manuel Lozano, a pesar de su pundonor, no pudo lucirse con ese novillo.

Tampoco pudo lucirse con el cuarto, en este caso porque se trataba de un inválido y, corno se desplomaba en cuanto le obligaba a humillar, ni tuvo continuidad la faena, ni el público le concedió la menor importancia.

En el quinto, Chamaco instrumentó unos naturales de frente y luego repitió el número que interpretara en el segundo, ahora con menor sosiego. Al sexto no lo toreó Sánchez Mejías tan reunido como especifica la tauromaquia seria que él mismo supo aplicar a su novillo anterior. Los viejos maestros, al toreo reunido lo llamaban arreunío que, pronunciado así, es el colmo de la reunión, más que una reunión, una noche de boda. Nadie lo lamentó, sin embargo, pues la gente, aterida de frío a aquellas horas del crepúsculo, estaba deseando que abreviara, para ir a entonarse con un copazo o dos. Y así fue. O sea, que unos se entonaron con un copazo y otros con dos. Excepto unos cuantos sedientos, que esos, ni se sabe.

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