La mala conciencia de alta costura
París vive durante cinco días la expresión más sublime del lujo
Con un ojo puesto en la guerra y el otro en los escotes de gasa con perlas de nácar, París ha vivido durante cinco días la expresión más sublime del lujo, de la mano de sus venerados modistas de la alta costura. Amenazada por falsos rumores que pregonaban la suspensión de los desfiles por el temor a posibles atentados y con una fila de sillas vacías que en anteriores ediciones se destinaban a sus mejores clientes -árabes y, norteamericanas-, la alta costura ha querido salir airosa de la gran prueba, sin poder evitar un ligero recuerdo de los negros episodios que la marcaron en 1939, al estallar la II Guerra Mundial.
Claude Montana para Lanvin (premiado con el Dedal de Oro-, Lacroix, Dior, Saint Laurent y Chanel, entre otros, han hecho gala del traje exclusivo, que para el verano del 91 será corto, escotado e inspirado en los años cincuenta.Pero, el fantasma de la mala conciencia ha habitado en los vestíbulos de museos y hoteles de la capital francesa, con colas para ocupar los asientos privilegiados que lindaban con las salidas de emergencia. Mientras Lacroix, en unas declaraciones para el canal de televisión francés M6, anunciaba con triunfalismo que la alta costura no está muerta, Pierre Cardin se sentía obligado a mas palabras de justificación antes de que diera comienzo su desfile: "Tenemos que evitar que una guerra económica suceda a otra, hemos de seguir adelante y ser más creativos que nunca", añadió que su colección estaba cargada de fantasía porque "ahora más que nunca hemos de volar en el sueño".
Fiestas anuladas
Los periodistas americanos, portadores de excepción del mensaje que se cuece en París para damas millonarias, anularon su asistencia., mientras que las fiestas y los cócteles de rigor se suprimieron corno manifestación de respeto ante los aires de crisis. Las pasarelas (que se cerraron el pasado jueves), adornadas en ediciones anteriores con centenares de rosas blancas y orquídeas, estaban presididas esta vez por un par de plantas verdes. Y el anuncio de Paco Rabanne -el día después de su desfile- de eliminar 20 puestos de trabajo de su empresa, arrancó un temor ya conocido en París: en 1939 Chanel, Vionnet y Mairibocher cerraban su taller de alta costura, los modis,tos se veían obligados a vestir a las mujeres de los militares alemanes y las tricotosas se ponían en marcha a falta de sedas y crépes georgettes.
Durante la II Guerra Mundial, la alta costura se queda en París casi por milagro. El por entonces presidente de la Chambre Syndical des Coutuirers, Lucien Lelong, obtiene garantías de las autoridades alemanes -que querían transplantar la industria de la costura a Viena o Berlínpara que las 60 casas de modistos continuen, aunque con poca materia prima, en la capital francesa. Chanel se se refugia en Suiza -acusada de colaboracionistay volverá en 1954 con sus trajes de punto, el mismo que utilizó para fabricar jerseis para los soldados. La línea general de la moda de la guerra se inspira en el traje militar y las mujeres utilizan cortinas y visillos, albornoces de baño e incluso los abrigos de los prisioneros retenidos en Alemania para hacerse un vestido.
Christian Dior declaraba en 1947: "Acabamos de salir de una época de guerra, de uniformes, de mujeres-soldados con espaldas anchas como boxeadores; yo voy a diseñar mujeres-flor, con espaldas dulces, busto abierto, talle fino como una llana con largas corcilas". Se trata del nacimiento del new look, que revolucionó la silueta femenina y dio paso a la euforia por el buen gusto y la elegancia de los años cincuenta. Precisamente, una de las tendencias más emuladas durante la presente edición de las colecciones de alta costura ha sido la falda new look, de cintura cefilda y caderas redondeadas en forma de flor, así como el famoso traje bar, que hizo célebre al modisto. La presente colección de Dior, no ha dudado en poner de relieve las líneas tradicionales de de la casa, bajo los conceptos arquitectónicos de Glanfranco Ferré. La mayoría de las sociedades que trabajan en la alta costura realizan el 60% de su volumen de negocios en la exportación y la crisis abierta por el conflicto del golfo Pérsico ataca directamente a un potencial de clientes, en su mayoría norteamericanos y árabes.
Mientras Gilbert Personeni, director general de Paco Rabanne ha anunciado -según informa Efe- que "hay que revisar a la baja la estrategia de desarrollo prevista", la mayoría de portavoces del resto de empresas se apresuran a afirmar que su gran porcentaje de clientes son americanos y europeos, "árabes, casi ninguno, ya que suelen preferir el lujo del bordado y en nuestras colecciones no existen", explica Melinda de Ruspoli, relaciones públicas de Chanel en España.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.