Más que ciencia infusa
Harper, todavía en sus primeros años de dedicación profesional al Jazz, no pretende revolucionar nada. Frente a los laboriosos esfuerzos mentales que realizan algunos de sus contemporáneos para entrar en la historia por el lado de la novedad de teletienda, él contrapone el jazz de vena hinchada en cuello que no precisa de micrófonos para hacer oír y que le hace sentir espiritualmente en paz.Harper tiene talento y en cantidad. Mucho más difícil de lo que algunos puedan pensar resulta arrancar a tres pistones y una embocadura la voz desgarrada de los cantantes de blues y el arrebatado fraseo de los boppers, si no se poseen tres dedos de fuego y unos labios que se pegan al instrumento con pasión de verdadero enamorado. Sin embargo, eso no es todo. También hace falta buen gusto y un oído afinadísimo. Harper también lo tiene.
Philip Harper
Philip Harper (trompeta), Brian Trainor (piano), Hans Mantel (contrabajo) y Jeff Jerolamon (batería). Café Central. Hasta el 27 de enero.
Podría apelarse a la ciencia infusa para explicar el dominio que luce tanto sobre la balada como sobre el tempo desenfrenado, pero seguramente es algo más: las voces de ultratumba de maestros como Clifford Brown o Lee Morgan son las que dictan el movimiento de sus dedos y cargan de electricidad sus músculos. Piezas maestras son tratadas con todo el mimo o el ardor que requieren, y lo mejor es que a Harper aún le quedan muchas más en reserva para ofrecer a los que, sin esperar a los festivales, quieran vivir una hermosa noche de jazz.
Babelia
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