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El interlocutor de González

Marruecos es el quinto país con el que España decidió institucionalizar sus cumbres bilaterales celebrando una cada año. Pero a diferencia de las reuniones al máximo nivel que se mantienen con Alemania, Italia, Portugal y Francia, el presidente Felipe González no pasará la mayoría de su tiempo en Rabat con la persona que ostenta más poder, el rey Hassan II, sino con un primer ministro, Azedin Laraki, cuyo peso político es inferior al de algunos consejeros del monarca o incluso al de algunos de sus ministros, como Driss Basri, el poderoso titular de la cartera de Interior e Información.Ateniéndose a una interpretación estricta del protocolo, el interlocutor de González debe de ser su alter ego, Laraki, y no el soberano, que es jefe de Estado y que le recibirá en audiencia el viernes a una hora aún no precisada, cuando hayan concluido los trabajos de la cumbre.

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Cuando el jefe del Gobierno español viaja a París no dedica, sin embargo, el grueso de su estancia a conversar con su homólogo, Michel Rocard, sino que su interlocutor privilegiado es, aunque sea jefe del Estado, François Mitterrand. Y viceversa, cuando Mitterrand viene a España, es ante todo para entrevistarse con el jefe del Ejecutivo.

Con motivo de la visita a Madrid de Hassan II en septiembre de 1989 se tomó la decisión de institucionalizar la relación bilateral para impulsarla. Este gesto español hacia Marruecos conlleva una cierta devaluación de la figura del presidente, que en Rabat carecerá de un interlocutor con competencias y poderes similares o paralelos.

De ahí que más de un responsable de la política exterior española se haya preguntado si no hubiese sido preferible organizar seminarios ministeriales como los que se celebran periódicamente con Francia y Portugal, combinándolos con breves viajes del presidente Felipe González para entrevistarse con Hassan II. París, la capital que tiene las relaciones más estrechas con Rabat, no celebra ni cumbres ni seminarios.

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