_
_
_
_
Tribuna:POLÉMICA SOBRE EL USO DE PRESERVATIVOS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Pónmelo!

En su no lejana visita a Holanda, el Papa condenó el divorcio, la sexualidad fuera del matrimonio, el aborto y la homosexualidad. Manifestantes que protestaban su presencia lanzaron al aire preservativos (confundidos en un principio por el público con globos) de colores. Paralelamente, enfervorizados creyentes invocaban respetuosamente, sin desmayo, el nombre de Wojtyla. Unos y otros, revolviendo asuntos tantas veces tratados, practicaban un característico hot / cold strip-tease, desvestían un santo para vestir a otro. La instrumentalización del preservativo como elemento simbólico-discerniente en el que se condensan fuerzas ideológicas opuestas es en estos días asunto de rabiosa actualidad.Al "póntelo, pónselo" oficial se opone la postura, no menos oficial, de los obispos españoles, que desde su episcopado denuncian la campaña del Ministerio de Sanidad y Consumo. Sus críticas no logran sintetizar en dos palabras -como se hace en defensa de su postura desde el mensaje ministerial- la abstinencia sexual o la sexualidad reproductora. Más bien se formulan indicaciones, sugerencias y recomendaciones para (re)conducir comportamientos sexuales, que en su alocución más breve puede presentarse en una máxima, lema o eslogan del tipo "fármacéuticos del mundo entero, uníos" contra la venta al menudeo del preservativo.

Realidad y deseo

Se hace del condón el árbitro de una situación que medía entre la realidad y el deseo. Y ya se sabe que "entre la Realidad y el Deseo de Cernuda está el muro de la palabra", con una firma estampada de Francisco Pino. De Cernuda y de Roma. Porque muros de palabras, como "el sentido del pecado se ha perdido en el mundo moderno", construidos ladrillo a ladrillo por el Vaticano, se interponen en las conductas sexuales de los jóvenes (y de otros sectores de población no tan jóvenes). El Vaticano, en su preocupación por el resquebrajamiento sexual que impregna la urdimbre de (aparentemente) todas las sociedades, sentencia. Y sentencia deseosamente. Hace de su pensamiento un wishful (pero también wistful) thought [un deseo, pero también una tristeza].

El resquebrajamiento o, a fuer de pedantería, desestructuración a que alude la cúpula eclesial se descubre en una doble vertiente: por un rechazo societario de los viejos valores y moldes de comportamiento sexual y por la entronización en sociedad de una nueva moral sexual. Ante la acción de la sociedad, la reacción episcopal. Los viejos pecados -veniales y mortales- sexuales desaparecen para aparecer en su nueva forma: leves, graves y muy graves. La ausencia del sentido (literal) pecaminoso, venial-mortal, no obsta para la adopción de un nuevo catálogo que, dando salida a la línea de pensamiento vaticanista, queda desbordado desde sus inicios por una práctica social alejada cada día más de la militancia fideísta.

La sempiterna acunación nuevo l a lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Sirve en filosofía y en cocina, en sexualidad y en moral. A las nuevas formas de comportamiento sexual corresponden nuevos catálogos de conducta moral. Así se revitaliza lo que huele a puchero viejo y rancio y se difunde lo periclitado. La enamorada (o el enamorado) de la baba de su marido (o esposa) no propagarían mejor sus amores. En tierras anchas llaman a esto encoñamiento.

Dos genitales, uno masculino y otro femenino, en su unión sin que medie la bendición de la Iglesia, forman un pecado muy grave, según la doctrina papal, y además, sin métodos de barrera por medio, lo más probable, un embrión-feto-bebé. Los mismos genitales no forman nada, a excepción del placer sexual unitivo, cuando el objetivo acumulador, virtualmente representado en la ecuación de reproducción sexual, uno más una igual a tres, desaparece de las mentes genitales con vocación generacionista. En otras palabras, la eclesiástica presentación nos dice que todo óvulo, al igual que todo espermatozoide, para su unión, necesita de dos supuestos: haber pasado previamente por vicaría y desechar todo método anticonceptivo artificial -como puede ser el uso del preservativo-. De lo contrario se incurrirá en pecado. Viejo pecado. Pecado bíblico. Sólo en el matrimonio reproductor se constituye "una sola carne", ¿aunque sea carne envenenada, como en los casos de sida transmitidos de madres a hijos? ¿Habrá también que vestir de raso blanco a la parejita biológica para que su matrimonio genético se resuelva con todos los pronunciamientos favorables?

Unión genética

Lo que en el cielo se llama pecado, en la tierra se llama, entre otros términos, desviación, aberración, marginación, anomia, perversión, estar colgado o descuelgue, según el ángulo de visión que tome la perspectiva. La lectura pecaminosa que hacen los defensores celestes de la unión genética amatrimonial es una lectura mucho más condensada y rica en concentración que la lectura terrenal que tiende a dispersarse en función de la conducta sexual, como ha quedado dicho tres líneas más arriba, en (des)calificaciones varias. Un genital masculino interrelacionándose con un genital femenino sin bendiciones sociales no constituye pecado, pero sí representa una lateralización en el hacer avalado por los valores y las instítuciones societarias. En el mejor de los supuestos, cuando el comportamiento desviado se admite en sociedad, se admite a cambio de explicaciones y excusas, no necesarias en el caso de comportamientos legitimados. Cuando la unión entre lo masculino y lo femenino se transforma en unión masculina-masculina o femenina-femenina, lo sweet es más tabú, tanto en el cielo como en la tierra. Sin embargo, está por hacer una tabla de equivalencias que especifique la relación pecado / marginación que corresponde a cada una de las múltiples combinaciones sexuales no legitimadas, civil o eclesiásticamente.

La legitimación pertenece al imperio de la letra impresa. La sexualidad permitida no es, ¿hay que decirlo?, la sexualidad permisiva, es la sexualidad restringida. La sexualidad legitimada es fruto de la mente humana. Los condicionamientos mentales marcan y encarrilan la sexualidad hasta el punto de invertir situaciones y deseos. Tantas veces parece que el seso (sí, el seso) está en la entrepierna y el sexo (sí, el sexo) en la azotea. Pino, pensando poéticamente, diría: "Hundirse en la inmensidad sin texto. Un anhelo".

La múltiple combinatoria sexual, si no ¡limitada, tiende a incrementarse en el tiempo. En este sentido no hace más que seguir los más estrictos cánones del mundo que la ordena. Un mundo especializado, con tendencia a la superespecialización (y a la apropiación de técnicos altamente cualificados), en consecuencia con sus propios postulados, no puede permanecer sexualmente anclado en la generalización y en el pasado. Si su mirada al horizonte es discriminatoria, corre el riesgo de ser llamado conservador, cuando no reaccionario. La credibilidad, su credibilidad, quedará menoscabada. De hecho, a medida que la sexualidad se expande, ensanchando sus fronteras y especializando sus haceres, va incorporando elementos y factores que, sin ser específicamente sexuales, permiten una combínatoria, de esa naturaleza, de base cada vez más amplia y, por, lo demás, acumulativa. Un ejemplo aclarará lo dicho.

Una unión sexual entre un ciudadano de Nepal y una ciudadana de Lesoto introducen elementos de organización social, políticos, religiosos, geográficos, culturales, en definitiva extrasexuales, que configurarán la propia sexualidad de la unión. Uniones sexuales menos exóticas y menos difíciles se dan en la práctica, cada vez con más frecuencia, a medida que el turismo, entre otros factores, aumenta progresivamente su implantación social. Para frenar el ensanchamiento y la intensidad de frecuencia de la combinatoria sexual o de sus posibles consecuencias -embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual- surgen mensajes-órdenes de distinto cuño que de mejor o peor grado concitan efectos-respuesta de adhesión y de rechazo. La polémica del preservativo, en este sentido, constituye paradigma.

Por si esto fuera poco, un pronunciamiento del Papa en torno al comportamiento sexual humano, tan relativamente frecuente en él, reconvierte situaciones por el simple hecho de que su palabra actualiza y recuerda las normas a seguir, con independencia del efecto o efectos que produzcan entre seguidores y detractores.

Tormentas mínimas

La suma erótica-mental-evangélica del sexo, del seso y del sexto, por abreviar, la summa, no es una suma aritmética, ya que en aquélla el orden-prioridad de los sumandos altera el resultado. Resultado-efecto religioso que, a su vez, a diferencia del resultadoefecto matemático, es más elástico (y también más milagrero) desde el momento que las partes afectadas, adherentes y contestatarias, aun en el caso improbable de permanecer inmóviles en sus puestos, proyectan imágenes en movimiento. Es la práctica del hacer creer. El oscurantismo religioso en su enfrentamiento a la campaña oficial a favor del preservativo consigue dos alcanzables: propiciar una tormenta en un vaso de agua, y a su pesar, solidificar políticas institucionales faltas de vitaminas.

En fin, la summa del pronunciamiento vaticanista logra introducir en los modelos de comportamiento sexual un factor desencadenante-conductor que, a través de complejos vericuetos, claramente dibujados unos y permanentemente ocultos otros, intenta alcanzar su meta final: desequilibrar la realidad de lo sexualmente establecido. Nuevamente la expresión religiosa desgrana sus contenidos de forma peculiarmente diferenciada: su desequilibrio estable se opone al equilibrio inestable societario.

José Antonio Nieto es antropólogo de la UNED.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_