... Y el 'patio trasero' de Washington
COINCIDIENDO CON el rebrote del proteccionismo en las negociaciones sobre el GATT, el presidente Bush ha aprovechado su gira por cinco países latinoamericanos -seis, si se incluye en el viaje su breve estancia en México la semana pasada- para predicar el nuevo evangelio: la Iniciativa de las Américas, proyecto que lanzó en junio pasado y que prevé el establecimiento de una zona de libre comercio "desde el Polo Norte hasta la Tierra de Fuego".La zona de libre comercio existe ya entre Estados Unidos y Canadá, dos economías eminentemente compatibles. El salto cualitativo -es decir, el que requiere mayor imaginación y generosidad por parte de los más ricos- está en la asociación de México y, posteriormente, de los demás países latinoamericanos. Se diría que el presidente estadounidense está resueltamente decidido a darlo, sobre todo en vista del fracaso de las negociaciones del GATT.
Para Washington, el futuro amenaza a América porque va a obligar a ésta a competir en condiciones desfavorables con dos primeras potencias económicas y comerciales, Japón y la fortaleza Europa. El empecinamiento proteccionista de todos, puesto de manifiesto en la ronda negociadora del GATT, ha debido reafirmar en Bush la idea de que el continente americano se va quedando solo, y solo tendrá que construir su futuro. La fórmula "América, para los americanos", lanzada hace casi un siglo por el presidente Monroe para subrayar que el continente se retiraba de los asuntos del mundo, escondía una desconfianza de base hacia todo lo que no estuviera sometido a la égida de Washington. Hoy las circunstancias han cambiado y el mapamundi político y económico se parece poco al del final del siglo XIX. No puede siquiera sugerirse ya que Estados Unidos practica el aislamiento político y estratégico que le llevó a estar ausente de la Sociedad de Naciones. Y, sin embargo, es difícil resistir la tentación de pensar que los nuevos políticos estadounidenses querrían mantener un cordón sanitario en torno a su patio trasero y que desearían reconstruir un espacio americano ordenado, pacífico, próspero y libre de injerencias exteriores (aunque no de inversiones).
Con la excepción de Cuba y de algunos de los movimientos guerrilleros que operan en determinadas zonas -El Salvador, Guatemala, Colombia, Perú-, el enfrentamiento ideológico latinoamericano ha perdido casi toda su entidad. Sólo quedan en pie las razones que lo provocaron: el subdesarrollo, la insolidaridad de las clases acomodadas, la deuda exterior, el golpismo. En una ocasión hace 30 años, el entonces presidente John Kennedy lanzó la idea de la Alianza para el Progreso. Es probable que fracasara porque no hizo sino consagrar el desarrollismo inflacionista que acabó en la explosión de pobreza y en la depresión en que se halla sumido el continente latinoamericano.
Se diría que la Iniciativa de las Américas que lanza George Bush en 1990, menos rígidamente ideologizada, menos obsesionada con combatir la revolución marxista, tiene a la larga mejores perspectivas de éxito. Con una condición: que tome la responsabilidad de luchar contra los males que otrora justificaron los movimientos revolucionarios. Porque en el fondo siempre queda la sospecha de que Washington se ha dedicado más a buscar las enfermedades de Latinoamérica en las selvas en que se escondían los guerrilleros que en los salones en los que hacían negocios los especuladores. La medida del éxito de la iniciativa de Bush vendrá dada por el desarrollo latinoamericano, y no por cómo se garantiza la paz en el patio trasero de Washington.
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