El reto del multiculturalismo
Canadá se enfrenta a la integración de un sinfín de culturas
Un chaval va a clase con un puñal al cinto. ¿Es tan permisible como llevar un patín? El chaval es de religión shij, y entre sus preceptos está no cortarse el cabello y portar siempre un puñal. Situaciones así dibujan el Canadá de hoy: una sociedad que se enfrenta al reto de integrar mil y una comunidades diametralmente diferentes; un país con dos lenguas oficiales, además de otras 13 y casi 60 dialectos; con tensiones disgregatorias, especialmente en Quebec; amenazado por la recesión; presionado por el gigantesco vecino estadounidense. Sin embargo, sigue siendo tierra de promisión.La identidad cultural canadiense es hoy más que nunca un interrogante en este enorme país -"Tenernos poca historia y mucha geografía", dijo un político- que se esfuerza en una cultura propia.
Sentimiento difuso
La palabra clave es multiculturalismo. Desde 1988 se trata de una línea política, pero también de un sentimiento difuso y a menudo confuso compartido por los canadienses, desde el más conspicuo descendiente de los primeros emigrantes al taxista eritreo o al sastre chino recién llegados.
"El multiculturalismo", señala por ejemplo un emigrante español en Toronto, "consiste en que los italianos sigan en sus barrios, igual que los judíos o los portugueses o los chinos, y que quienes mandan sigan mandando". Desde emisiones de televisión a publicaciones, un complejo entramado brinda a las comunidades la oportunidad, más o menos folclórica o actualizada, de no perder sus raíces.
" Lo multicultural", dice Lizzy Fraikin, directora de Programas del Ministerio de la Ciudadanía y Multiculturalismo, "es la característica de esta sociedad. Es una política realista, porque Canadá ya no puede seguir siendo un país anglófono o francófono. Vamos hacia una sociedad global y es inevitable trabajar por el respeto, por la erradicación del racismo (que existe en nuestras ciudades, y también en zonas rurales que podríamos calificar de deep north) y por el convencimiento de que los nuevos emigrantes son canadienses que tienen una manera diferente de mirar el Canadá".
¿Cómo juzga la opinión pública esa iniciativa política? ¿Lo ven como un apartheid bienintencionado? ¿Algo que socava las esencias? "Quizá un 20% está a disgusto", dice Fraikin, "y cabe estimar que un 12% de los canadienses tiene sentimientos racistas. También es verdad que los ministerios económicos son los importantes, y que para el desarrollo del multiculturalismo sólo contamos con menos del 3% del presupuesto. Pero creo que entraremos en el siglo XXI con un Canadá más progresista en la aceptacíón de los valores diferentes. Será un país muy distinto a EE UU en ese sentido: allí intentim integrar en lo americano, olvidando la pertenencia a cada comunidad. Aquí hay una aceptación más fácil de la diversidad. Cuando tenemos un problema, podernos encontrarnos con 7 u 8 propuestas; y probablemente la solución no sea la correspondiente a lo anglófono o a lo francófono".
Los problemas no faltan. La exposición En el corazón de África, recientemente organizada por el Royal Ontario Museum de Torento, provocó airadas protestas de la comunidad negra ("es como mostrar el holocausto desde la perspectiva nazi") que la acusaba de partir únicamente de la óptica de soldados y misioneros blancos: dimitió el comisario y varios museos estadounidenses acaban de rechazar la muestra.
Cada vez que sale la palabra multIculturalismo aparece otro concepto: main stream, literalmente la corriente principal. Para unos, significa pertenecer a la connunidad anglosajona; para otros, ser anglosajón o descendiente de franceses; sin embargo, mayoritariamente parece incluir también a italianos, portugueses, españoles.
Los peor pensados sugieren que main stream es todo el que acepte las reglas del juego de las comunidades que han gobernado históricamente Canadá. Pero también ese concepto está en revisión, ante la entrada en escena de un sinfín de emigrantes que llena las calles canadienses de una multiplicidad insólita: galteros escoceses... negros, policías montados... con turbante indostánico, taxistas eritreos, hasidim ultrasionistas...
"Toronto es la Nueva York canadiense, donde todo sucede", dice la novelista Margaret Atwood, autora de Ojo de gato. "Es Nueva York, pero sin la basura, sin la violencia del melting pot americano".
Adrianne Clarkson es china de Hong Kong. Llegó a Canadá a los dos años, y hoy, frisando la cincuentena, dirige el programa cultural más famoso de la red televisiva Canadian Broadcasting Corporation, Adrianne Clarkso presents. "En Europa ustedes si guen siendo tribus", dice, "y nosotros somos un país por consen so. La estructura política es he rencia anglosajona, pero una enorme variedad de cultura ha ido llegando en las maletas de los emigrantes".
Si alguien les llama americanos, se sublevan. El gran vecino les invade por cable, radio, pren sa, cine, música; en lo económico, el Tratado de Librecambio, Firmado por ambos países, y la crisis, provocan el surgimiento de una serie de empresas canadienses, a lo largo de la frontera, subsidiarias de las estadounidenses. Los canadienses quieren seguir siendo canadienses, signifique ello lo que signifique.
Debate
Montreal es rascacielos que hablan francés. "Toronto es Nueva York administrado por suizos", dijo Peter Ustinov; la colonia italiana es omnipresente en la capital de Ontario, el Estado más pujante. En Saskatchewan el main stream es ucraniano. Vancouver recuerda a Hong Kong en la arquitectura de su centro, y su Chinatown inyecta un sello clave a la ciudad .
"Somos un país enorme geográficamente, pero despoblado" dice Margaret Atwood, "un país multilingüe, pero con dos lenguas predominantes que arrienazan, por medio de la televisión, a las demás. En nuestra literatura hay una constante: la naturaleza". El político Pierre Trudeau también gestó su definición: "Ser canadiense es un ratón y un elefante en la misma cama". 0 el intelectual Christian Dufour, autor de Le défi québécois: "Canadá es estar hablando de estos problemas. Y mucha gente no quiere resolverlos porque teme quedarse sin nada".
Es lo que dijo otro: "Canadá es una solución en busca de un problema". Claro que Arthur Solomon, de la tribu nishnaubi, lleva más razón que un santo cuando canta: "Eres un indio / y estás perdido. / No sabes dónde estás".
Hay, sin embargo, gestos que les unifican como inequívocamente canadienses a ojos de los extranjeros. Cuando hablan, por ejemplo, de main stream, interrogándose a sí mismos, alzan los brazos como si fuesen a poner banderillas tímidas, enhiestos índice y corazón, y de pronto doblan varias veces los dedos. Es su forma de colocar la frase entre comillas. A la canadiense.
Babelia
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