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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Peligros de la autoría

En 1971, la novela El exorcista barrió los récords de ventas en EE UU, y sólo dos años después fue llevada al cine con guión del autor, William P. Blatty, que obtendría también el oscar al mejor trabajo de escritura cinematográfica del año.El filme, tremebundo e impactante, corrió por cuenta de un verdadero especialista en el exceso, William Friedkin, cosechó un éxito del todo inmerecido e implantó la moda de lo irracional en la pantalla, continuada igualmente por cinematografías raquíticas que, como la española o la italiana del género, reclamaron sus migajas de un filón prontamente agotado.

Cuatro años más tarde, en una operación que todavía hoy resulta incomprensible, un cineasta tan personal como John Boorman aceptaba el encargo de realizar una continuación, esta vez sin Blatty, que respondió por El exorcista II - El hereje, y que permanece como uno de los más obtusos ejercicios genéricos que haya emprendido nunca la industria americana.

El exorcista III (The exorcist III)

Dirección: William Peter Blatty.Guión: W. P. Blatty, según su propia novela Legión. Fotografía: Gerry Fischer. Música: Barry Devorzo. Producción: Carten de Haven para Morgan Creek, EE UU, 1990. Intérpretes: George C. Scott, Brad Douriff, Ed Flanders. Jason Miller, Nico Williamson, Scott Wilson, Naney Fish, Viveca Lindfors. Estreno en Madrid: Vaguada, Ideal Multicines, Victoria, Liceo, Ciudad Lineal, Carlos III, Roxy A, Lumiére, Multicines Pozuelo, Parquesur.

Corren tiempos propensos al espiritualismo, como declaran sin cesar sus más fervientes partidarios, y parece haberle llegado la hora a una nueva continuación de las aventuras de los martilles de herejes. Y si en 1983 Blatty daba a la imprenta un nuevo libro sobre el asunto de las apariciones diabólicas, esta vez con el título de Legion, ¿por qué no encomendarle al propio escritor la realización, siete años más tarde, del filme que se inspirara en tal joya literaria?

El resultado es El exorcista III: uno de los filmes más pedantes, toscos, solemnemente aburridos que puedan encontrarse en la actualidad, en un momento, hay que aclararlo, en que la competencia entre tales productos es sencillamente despiadada.

Incompetencia

El exorcista III parte de una supuesta investigación policial para establecer responsabilidades en un asesinato, y culmina con un enfrentamiento entre Lucifer y el servidor -católico, claro- del orden. Pero el problema del filme, más allá incluso del descarado empleo de ciertos recursos del género fantástico para enmascarar una ficción simplemente cristiana, es que su director se demuestra palmariamente incompetente para resolver con mínima soltura lo que se supone que es su oficio como director.Sin nadie que sujete sus -por otra parte, y a tenor de lo expuesto en las dos películas anteriores- previsibles ataques de logorrea teológica, Blatty se lanza con auténtica fruición a la ilustración de una disparatada colección de diálogos en un pasmoso ejercicio de falta de capacidad para, fijar los límites temporales de una secuencia, para saber hasta dónde se puede estirar una situación dramática.

Como ejemplo claro de esta incapacidad está la secuencia culminante entre Lucifer y el policía, un penoso papel para ese gran actor que sigue siendo George C. Scott y que dura casi un cuarto de hora, y en ese tiempo ambos no paran de hablar... sobre nada.

De tal forma, lo que se pretende una revisitación de las hazañas diablescas y la lucha entre el Bien y el Mal -otra más-, se convierte un un inmenso ejercicio de autoaclamación personal de un escritor que nunca hubiese tenido que abandonar su primitivo oficio, en cuyas manos el elenco más solvente de actores -es el caso- se convierte en un ejército de zombies que nunca saben muy bien qué decir, porque no pueden creerse -¿quién podría?- unos diálogos demenciales, unas situaciones delirantes, una película sencillamente grotesca y del todo prescindible.

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