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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

El viento del radicalismo barre Israel

Los incidentes de las últimas semanas amplían el foso entre judíos y palestinos

ENVIADA ESPECIALCuchillos o teas, los moderados israelíes no saben a quién temer más, si a los radicales palestinos o a los judíos. Los primeros, frustrados tras tres años de lucha sin resultados, han cambiado las piedras de la Intifida por cuchillos. Los segundos han tomado la antorcha de los santos principios racistas del desaparecido rabino Kahane y se dedican -además de amenazar de muerte a las personalidades palestinas más relevantes- a incendiar las propiedades de cualquier judío que cometa el crimen de emplear a un árabe.

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"Estoy dividido. En mi casa tengo miedo de los ortodoxos y luego no me atrevo a aventurarme en los barrios palestinos, y mucho menos en los territorios ocupados", afirma un periodista que defiende el diálogo con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para acabar con el "sistema corrupto" que la ocupación de Gaza y Cisjordania está generando en Israel.La ciudad santa ha enmudecido. El cúmulo de sus callejuelas ha cambiado el griterío de los comerciantes por el ruido de las botas de los soldados. Desde la Vía Dolorosa, el Muro de la Lamentaciones y la mezquita de Al Aqsa sólo se perciben susurros ahogados en miedo.

La violencia desatada en las últimas semanas por los miembros del grupo Kach obligó a la policía a detener a tres de sus líderes el domingo pasado. "Nos encontramos ante un fenómeno extremadamente serio y feo", afirmaba el fiscal general José Harish en un carta en la que pedía a la policía la detención de esos "gamberros". Sin embargo, los temores de Harish no parecen compartidos por el juez Moseh Ravid, que el martes aceptó el recurso de uno de los detenidos y le dejó en libertad. Los otros dos fueron condenados a la larga pena de seis días de prisión.

"No se emplean árabes", rezan los carteles colocados en numerosos establecimientos y tiendas de Jerusalén. Los pocos centenares del miembros del Kach se han dedicado, desde el asesinato en Nueva York de su líder hace un mes, a recorrer barrios enteros amenazando a los judíos moderados. Las pintadas dejadas en los muros abrasados de las tres tiendas que han quemado son reveladoras: "Es una advertencia para quienes emplean árabes",

La vista gorda de los policías ha facilitado la extensión de esta ola de terror blanco. Fue necesario que diversos diputados, incluidos miembros del partido gobernante, Likud, pidieran al fiscal general que interviniera para que éste exigiese a los agentes el cumplimiento de un deber que ha resultado tan poco efectivo.

"¿Qué voy a hacer? No he tenido más remedio que despedir a mi dependiente, porque, si no, no entra nadie a comprar", señala un carnicero de la parte nueva de Jerusalén. Las amenazas del Kach están también dirigidas a quienes compren en esos establecimientos en los que hay "cerdos".

La ruina de Jerusalén

Ultraortodoxos y radicales palestinos están arruinando la ciudad santa. La crisis del turismo que ha generado el conflicto del Golfo ha venido a agravar la situación. Ya nadie se atreve a que le sorprenda el cántico del almuédano que anuncia la caída del día en sus callejones. Sólo la rendija de alguna puerta entreabierta permite al atrevido viajero descubrir los rostros apesadumbrados de los palestinos tratando de matar el tiempo. Sobre el milenario empedrado de las calles marchan arrogantes, enfundados en chalecos antibalas y armados hasta los dientes, patrullas de soldados israelíes.

Los extremistas son pequeños grupos de varios centenares de miembros. Quienes cometen sus actos de violencia en nombre del rey David lo hacen impunemente. Quienes lo realizan al grito de ¡Alá akbar! (Alá es grande) no suelen tener la oportunidad de repetir un ataque.

Dos semanas atrás, un joven palestino trató de acuchillar a un conductor de un camión cisterna, pero fue muerto en el acto por las balas de otro hombre que iba en el vehículo. Para que la familia tuviera un mayor escarmiento, los soldados se presentaron al día siguiente en su casa y la demolieron.

"Lo he sentido mucho, pero he tenido que despedir al árabe que ha criado a mis hijos, porque siento miedo de que los radicales le obliguen a acuchillar a uno de ellos, a mi mujer, a mí, o a todos", confiesa un funcionario israelí.

"Echémosles al mar", dicen los radicales palestinos. "Arrojémosles al desierto", responden los judíos. El temor de los moderados de ambas comunidades es ver cómo crece el fundamentalismo y se desata un odio casi incontrolable.

El Kach ha sido ilegalizado por hacer apología del racismo, pero unos principios muy similares son defendidos en el Parlamento israelí por el Modelet (Patria), el partido dirigido por el general retirado Rejaván Zevi. Sus dos diputados, como los de otros pequeños grupos parlamentarios, beben los principlos religioso-políticos del Gush Emunin, el bloque de los creyentes. El gran nexo de unión entre ellos es que prefieren una guerra civil antes que levantar los asentamientos en los territorios ocupados.

"Estarnos en un callejón sin salida. No queda más solución que la guerra", indica un camarero palestino. "No queremos la guerra, pero tampoco vamos a consentir que un iluminado como Sadam Husein ponga en peligro nuestra seguridad", destaca un funcionario israelí.

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