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"No me importa ensuciarme las manos con la política"

Juan Arias

Se define a sí mismo como "un emblema de la unidad de Italia" porque ha nacido en Nápoles de familia piamontesa, trabajó durante largo tiempo en Milán y hoy vive en el campo, a 50 kilómetros de Roma. De repente, en cinco años lleva publicados cinco títulos: El superlativo absoluto, La troga, El nido de hielo, Diario de un hombre a disgusto y Andrómeda y la noche. En vísperas de aparición tiene otras cuatro obras."Y eso que de lo que había guardado, tras infinitos filtros, he salvado apenas el 5%", dice Rugarli en una entrevista con este diario celebrada en su casa de campo, a dos pasos de la preciosa localidad de Olevano, un lugar tan escondido que el escritor tuvo que salir al encuentro de este corresponsal 10 kilómetros antes de la meta, porque, de no hacerlo así, "hubiese sido imposible que usted llegara solo".

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Contra los editores

Rugarli está en centro del huracán. Y precisamente ahora, cuando ha sido reconocido como un gran novelista, comprometido como lo fue Leonardo Sciascia, y sus libros han sido traducidos a toda prisa a las lenguas más importantes, han empezado para él las dificultades.

Tras un silencio de cerca de 30 años, conocido hasta entonces en pequeños círculos como un inconformista trabajador de banca que acabó relegado a un oscuro ostracismo por haber denunciado ante los jueces un presunto escándalo administrativo, Rugarli vio como su primer libro, El superlativo absoluto, era ensalzado por los grandes santones de la crítica literaria de este país, como Pietro Cittati, Geno Pampalone y el difunto Manganelli, hasta que conseguía el prestigioso Premio Bagutta Opera Prima.

"Mi caso resultaba curioso y simpático. Un hombre de banco que, cumplido el medio siglo de existencia, publicaba un libro que entusiasmaba...". Sin embargo, la simpatía pronto se tornó en recelo y preocupación cuando a este libro le siguió La troga, la obra que le ha lanzado a la opinión mundial como escritor sciasciano. De inmediato fue traducido al inglés, francés, alemán, checoslovaco y griego. En España el título será publicado por Anagrama, tras haber ya aparecido El nido de hielo.

"La troga, que tanto había gustado a Leonardo Sciascia", explica Rugarli, "fue el fruto de 10 años de reflexión y trabajo. Abordé el delicado tema del terrorismo de este país, la llamada estrategia de la tensión, iniciada con el terrible atentado de Piazza Fontana de Milán; tras tantos años de investigación y tres procesos judiciales, sigue sin conocerse quién hizo estallar la bomba y quiénes fueron los culpables de aquella matanza".

Interés por la política

"Mi interés por la política nació en el partido socialista, en los tiempos de Pietro Nenni. Me preocupaba el tema del terrorismo en este país. Estaba convencido de que los promotores del terrorismo no podían ser tan idiotas como para pensar que en vísperas del año 2000 la sociedad deseara encontrar una solución a sus problemas a lo Pol-Pot, es decir, radical-revolucionaria. Pensé que o los promotores del terrorismo eran idealistas ilusos o bien alguien instrumentalizaba aquel idealismo un tanto pueril".La nueva novela de Rugarli inquietó doblemente, porque, con su segunda experiencia editorial, el escritor tardío se revelaba a la vez un escritor consumado y al mismo tiempo "comprometido políticamente". "Y esto", dice Rugarli, "molesta mucho, va que lo que se pretende es que el escritor se dedique a la literatura pura. Si no lo hace la orden es tajante: el silencio, el ostracismo, el golpe bajo".

Pero Rugarli no cede: "Me sería muy fácil venderme a algún grupo político. Tendría asegurado un éxito espectacular. Pero yo me conozco y sé que sólo puedo ser un escritor auténtico si no me importa ensuciarme las manos con la política".

Siente profundamente la vocación de ser un escritor "no desligado de la realidad en que vivimos", por cuanto está convencido de que tras un Calvino, un Sciascia, un Manganelli, ya desaparecidos, un Moravia, "lúcido pero ya anciano", y un Mario Soldati en las mismas condiciones, en realidad no existen hoy en este país -en la prosa, ya que en la poesía, según Rugarli, las cosas se presentan de otra manera- nuevas promesas literarias que no sean puro "virtuosismo pianístico", como considera que son las obras, por otro lado indiscutiblemente bellas, de los sicilianos Consolo y Buffalino.

¿Qué es la literatura para este escritor, que se está convirtiendo no sólo en el novelista que continúa la tradición comprometida de Sciascia, sino que, como él, colabora con los grandes diarios que le solicitan comentarios sobre hechos que sacuden a la opinión pública?

"Para mí, la literatura", dice Rugarli, "es un instrumento de interpretación y de lectura de lo real". Y añade: "Una novela, para que sea tal, debe hundir sus raíces en la sociedad. Lo hicieron todos los grandes novelistas de la historia. Lo hizo Cervantes con El Quijote, que para mí es la novela, la mayor obra de arte literaria detodos los tiempos. Y me consuela pensar que la escribió un autor maduro".

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