Limbo
La gente tiende a pensar que en los medios de comunicación hay fuertes censuras; si no se publica la noticia de un conflicto laboral, pongo por caso, muchos creen que en ello ha mediado la mano muy negra de algún potentado. Bueno, pues no. La realidad es mucho peor que eso. Más que censuras conscientes y directas, lo que condiciona el día a día es la rutina, la docilidad social frente a los valores oficiales.Por ejemplo: en esta España tan recontramoderna que vivimos, ¿quién va a interesarse por la lucha de las 277 míseras y casposas trabajadoras de Confecciones Gijón (la empresa de las camisas lke), aunque lleven nueve meses sin cobrar y cinco encerradas en la fábrica? Con la satisfacción que nos produce nuestra reciente ascensión a la opulencia, ¿cómo vamos a prestar atención a un asunto tan triste, que nos arranca de un dulce ensueño de coches metalizados, placeres y lujos? Y, sin embargo, ellas, las peleonas de lke, son también hijas de la modernidad española: sus problemas empezaron en 1983, con la reconversión industrial. En el país hay hoy 11 millones de ciudadanos que, como ellas, están en situación económica apurada. Pero son unos seres residuales: no pueden comprar teléfonos inalámbricos ni trajes de firma y, por ende, no existen. Las 277 chicas de Gijón luchan por mantener sus puestos de trabajo y un sueldo mensual tan magro que los usuarios de sus camisas se lo gastan en un solo almuerzo de negocios; y esta realidad, tan proletaria, altera nuestra serenidad de nuevos ricos. ¡Pero si a uno de CC OO que repartía propaganda le han multado por "ensuciar la calle"!. Tratar temas de pobres es una ordinariez que no interesa a nadie. Quizá algún ejecutivo, al rozar la pechera de su camisa lke, experimente alguna vez la picazón de la memoria. Pero no se inquieten: en seguida se reconstruirá, inexorable, el limbo de la autosatisfacción y del olvido.
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