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Europa eshoy un continente más desarmado

El tratado sobre fuerzas convencionales, que se firma el lunes en París, ya ha dejado sentir sus efectos

Miguel González

El desarme del Viejo Continente ha comenzado sin esperar a que, el próximo lunes, los jefes de Estado y de Gobierno de los 22 países de la OTAN y del Pacto de Varsovia, reunidos en París, estampen su firma al pie del tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (CFE). Si al inicio de las negociaciones, el 9 de marzo de 1989, la URS S tenía en suelo europeo alrededor de 42.000 carros de combate, a estas alturas no superan en mucho los 20.000. El temor a tener que destruir todas las unidades que sobrepasen los límites acordados en Europa, a la que los negociadores rebauizaron como zona ATTU (del Atlántico los Urales), ha operado el milagro de vaciarla de artefactos bélicos antes de que el tratado entre en vigor.

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Carlos Miranda, director de Seguridad y Desarme del Ministerio español de Exteriores, reconoce que, como consecuencia del gigantesco traslado de material bélico al otro lado de los Urales, los soviéticos no van a realizar tantas destrucciones como esperábamos" y que esta operación supone "una cierta distorsión del espíritu del tratado".No obstante, Miranda se muestra satisfecho del resultado de la negociación, "ya que la URS S reducirá aproximadamente la mitad de los aviones de combate que tenía en Europa y casi el 70% de sus tanques" mientras que la OTAN sólo destruirá algunos centenares de carros de combate. Se trata, en definitiva, de restablecer el equilibrio entre las fuerzas de los dos bloques tomando como referencia el nivel que previamente tenían los socios de la Alianza.

Los profundos cambios acaecidos en el Este han afectado lógicamente a las negociaciones: los sucesivos límites acordados para los efectivos soviéticos fuera de sus fronteras han sido rebasados por la realidad, hasta el extremo de que este punto ha sido excluido finalmente del tratado. Uno de los países presentes al iniciarse las conversaciones (la República Democrática Alemana) ha dejado de existir y se ha integrado en el otro bloque. Por otra parte, los occidentales se han desinteresado de los límites fijados al ya extinto Pacto de Varsovia para concentrarse en el potencial bélico que quedará a la URSS. Pese a que la Unión Soviética será, con gran diferencia, el principal afectado por los recortes, todavía conservará entre el 30 y el 40%, según sistemas de armas, de los efectivos totales permitidos en Europa.

Los soviéticos han anunciado que destruirán gran parte del material bélico trasladado a su zona asiática, pero estas destrucciones no estarán sujetas a los mecanismos de verificación previstos en el tratado y constituirán, sin duda, uno de los temas más espinosos que tendrá que resolver el futuro comité consultivo encargado de velar por su cumplimiento.

Los países firmantes del CFE deberánn deshacerse del material sobrante tras restar el límite que les atribuya el tratado de la cifra más alta entre las dos siguientes la que se declare el día de la firma, el 19 de noviembre, o la que exista cuando el tratado entre en vigor, dentro de unos seis meses, tras su ratificación por los 22 países firmantes.

A partir de ese momento, se abrirá un plazo de 120 días para comprobar la veracidad de los datos aportados por cada parte; en los 40 meses siguientes tendrán que realizarse las destrucciones; y aún habrá 120 días más para verificar los niveles residuales. Los equipos de verificación responsables de las inspecciones in situ o aéreas, no se disolverán.

Con esta perspectiva, a nadie ha sorprendido que los soviéticos se hayan adelantado a retirar gran parte del material previsiblemente excedente. No son los únicos. También los norteamericanos, en menor medida, han exportado algunas decenas de carros de combate M-60 a países como Egipto y Marruecos. La creación de un impresionante saldo de material bélico que puede acabar en el Tercer Mundo a través del mercado negro de armas sería así uno de los efectos perversos del desarme europeo.

El traslado de tanques más allá de los Urales no ha sido el único subterfugio utilizado para sortear los efectos del tratado.

Según la OTAN, a principios de año los soviéticos pintaron de azul aviones de su Fuerza Aérea y los atribuyeron a la Marina, excluida de los recortes. Este peligro ha quedado parcialmente conjurado con la inclusión de un anexo que limita a 400 los aviones navales basados en tierra que puede tener la URSS, aunque este límite no está sujeto a los mecanismos de verificación.

El recorte de la aviación ha sido uno de los temas más vidriosos de las negociaciones. Hace sólo unos meses se daba por seguro que quedaría excluida del ámbito del acuerdo, debido a las profundas diferencias sobre las categorías de aviones que se verían afectados y a los problemas que causaba a la URSS el recorte propuesto por Occidente. España, según fuentes diplomáticas de Madrid, fue uno de los países que más insistió en la necesidad de que se incluyera la Fuerza Aérea, aunque fuera necesario, como lo ha sido, aceptar las cifras propuestas por la URSS, más altas que las de la OTAN.

Efectos para España

Para España, la aplicación del tratado CFE apenas va a tener efectos: las Fuerzas Armadas podrán mantener su actual número de aviones, helicópteros, piezas de artillería y vehículos de transporte de tropas; mientras que sólo eliminarán 62 de sus 856 carros de combate. Incluso esta reducción podrá ser reversible, ya que no viene obligada por el tratado, que fija en 1.500 el máximo de tanques permitidos en la Península Ibérica, sino por los compromisos alcanzados con sus aliados de la OTAN. Más importante será para el Ejército español la transferencia, actualmente en negociación, de entre 400 y 500 carros de combate norteamericanos M-60 que serán retirados de Centroeuropa, y que, caso de adquirirse, obligarán a destruir otros tantos M-47.

Desde el punto de vista político, la firma del tratado CFE supondrá para España, según Carlos Miranda, un nuevo paso en su "normalización" como miembro de pleno derecho de la comunidad europea de naciones, que participa activamente en una fase histórica para el viejo continente. Como símbolo de la nueva era, los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la OTAN y del Pacto de Varsovia, entre ellos Felipe González, firmarán el lunes en París, junto con el tratado sobre desarme convencional, un documento en el que renuncian al uso de la fuerza y declaran solemnemente que han dejado de ser adversarios para convertirse en amigos.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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