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Heseltine desafía a Thatcher por el liderazgo conservador

Michael Heseltine, quien ocupara dos carteras en Gobiernos de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, presentó ayer su candidatura al liderazgo del Partido Conservador y del Ejecutivo amparándose en razones de interés nacional. Downing Street aseguró que Thatcher combatirá hasta el final en este desafío, el más peligroso a que ha tenido que enfrentarse en sus 15 años de líder conservadora. "La primera ministra sostiene puntos de vista sobre Europa tras los que no puede agrupar a todo el Gobierno", dijo Heseltine al leer con el aire de quien responde a una misión histórica su declaración de candidatura.

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Con estas palabras se refería a lo manifestado la víspera por Geoffrey Howe. "Eso daña la adecuada búsqueda de los intereses británicos en Europa". A ese elemento capital han de unirse, según el ex ministro de Defensa, derrotas electorales como la de Bradford; los sondeos de opinión que reclaman su presencia, y el llamamiento de más de cien parlamentarios para que dispute la primacía a Thatcher."Yo no podía haber previsto nada de esto. Pero tampoco puedo ignorar la conclusión" que hay que sacar de ello, agregó para disipar su manida fórmula del pasado de que no podía prever circunstancias que le forzarían a combatir a la primera ministra. "Estoy convencido de que tengo mejores perspectivas que Thatcher de llevar a los conservadores a una cuarta victoria electoral e impedir la extrema catástrofe de un Gobierno laborista".

Primer caramelo electoral

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El candidato ofreció su primer caramelo electoral -ante el ciudadano en general y ante los parlamentarios que más temen por su futuro político- al asegurar que "una consecuencia significativa de mi elección como líder será la inmediata y fundamental revisión del poll-tax [el impopular nuevo impuesto municipal], que considero importante para revivir la suerte del Gobierno".

La declaración de Heseltine rompe, por fin, días de febril especulación y desvía la atención a la confrontación de ideas y, sobre todo, a la capacidad de arrastre de cada uno de los contendientes. La cuestión de Europa ha desatado la refriega, pero sobre el tapete va a haber un más amplio abanico de cuestiones. La principal de ellas será una de interés político inmediato: quién de los dos candidatos tiene más opcíón a una victoria electoral ante los laboristas.

Las fuerzas leales a la primera miristra se movilizaron ayer con vigor e insistieron en que no hay mejor liderazgo para el país que el de Thatcher, que Heseltine se ha equivocado, que no va hacer sino acentuar las divisiones del partido y que está haciendo el juego a los laboristas. Los nerviosos partidarios de Thatcher y del candidato iniciaron ayer su campaña de captación de votantes entre los 372 parlamentarios conservadores que han de emitir su sufragio el próximo martes, jornada en que la primera ministra asistirá en París a la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), por lo que delegará su voto.

El candidato ganador necesita obtener la mayoría absoluta (186 papeletas) y que en ella cuente con un 15% de sufragios (56) más que su rival, lo que está al alcance de la primera ministra. El discurso pronunciado por Geoffrey Howe el pasado martes puede haberle privado de votos que se convertirán en abstenciones y favorecerán la posición política de Heseltine, quien, en cualquier caso, ha de conquistar la dificil cota de los 159 sufragios afirmativos para forzar una segunda vuelta. Thatcher ha dicho que seguirá aunque sea por un solo voto de diferencia, lo que debe interpretarse como que no va a arrojar la toalla y que, en caso necesario, disputará la dramática e imprevisible segunda vuelta a librar el próximo 27, que estará abierta a todos los que deseen presentarse.

La lógica política indica, sin embargo, que todo lo que no sea una clara victoria de Thatcher en la consulta del martes 20 irá en menoscabo de su futuro político y que, en caso de disputarse una segunda ronda, sus propios seguidores le pedirán que deje paso a un candidato de confianza capaz de aunar al partido, como el secretario del Foreign Office, Douglas Hurd.

"En los años noventa, Downing Street"

Michael Heseltine dio ayer el salto para el que se ha estado preparando durante casi cinco años, desde su espectacular dimisión del Gobierno -fue el primer ministro en un siglo que salió a pie de Downing Street, tras considerar que su posición .se había hecho insostenible- por una disputa con Europa al fondo.Aquella impulsiva salida recogida por las cámaras de televisión a principios de 1986 tenía un algo de la que, premonitoriamente, es su película favorita, Solo ante el peligro.

Si Heseltine hiciera realidad su ambición, sería el primer político desde Churchill que vuelve de la base del partido a liderar a los tories.

En la biografía que escribió su amigo Julian Crichtley, también parlamentario conservador, se cuenta que cuando Heseltine era estudiante en Oxford escribió: "En los años noventa, Downing Street". Heseltine dice no recordar este particular, que considera poco probable pero tampoco lo niega.

El rival que ahora tiene que combatir Thatcher es el más feroz con que pudiera haberse topado la primera ministra. Son tal para cual, o por ponerlo en palabras del semanario The Economist: "Son los mayores y más peligrosos felinos de la jungla tory, y ellos lo saben". La militancia conservadora y la ambición sin límites es lo único que tienen en común estos dos animales políticos que merodean por las dos diferentes ramas del conservadurismo británico.

Nobleza obliga

Heseltine distingue, a sus 57 años, entre el conservadurismo liberal del laissez-faire que predica Thatcher y el de noblesse oblige que él propone, en concordancia con la tradición conservadora. El candidato cree que no hay alternativa a una sociedad emprendedora en busca de su propia satisfacción, pero estima que es inevitable la participación activa del Estado en esa sociedad para proveer al ciudadano con algo más de lo que son sus propias expectativas personales. En política exterior es deseable e inevitable una participación activa en la construcción de Europa.

Ésos son puntos que Tarzán o Ricitos de Oro, como Heseltine ha sido llamado en el pasado, ha venido defendiendo a lo largo y ancho del país durante el último lustro en una campaña de tipo presidencialista que le ha granjeado una popularidad superior a la de cualquier otro político tory. El ex ministro de Defensa ha podido llevar esta campaña hasta el actual punto crítico gracias a una fortuna estimada en unos 60 millones de libras esterlinas (unos 11.000 millones de pesetas), la segunda más nutrida de las filas conservadoras, derivada de su participación en el grupo editorial Haymarket de revistas especializadas, que creara en los años sesenta.

Heseltine es un galés frugal y abstemio nacido en una familia de clase media que ya en la veintena demostró su olfato para los negocios. Para él, la holgura económica es una condición necesaria para dedicarse a la política, en la que obtuvo sus primeros cargos de responsabilidad bajo la égida de Edward Heath. Cuando en 1975 Thatcher desafió al entonces líder conservador, no contó con el voto de Heseltine, quien, a pesar de mantener sus distancias con la que luego sería primera ministra, desarrolló una ascendente carrera que le llevó al Ministerio de Medio Ambiente y más tarde a Defensa, donde quedó frenada en seco con su dimisión.

En juego estaba el destino del fabricante de helicópteros Westland, que él prefería ver asociado con una firma europea, mientras Thatcher abogaba por una salida norteamericana. Europa fue el detonante de aquella crisis y Europa es la plataforma que el destino le ha brindado ahora para volver a empuñar el timón de la nación.

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