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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La visita de Gorvachov

El 27 de octubre de 1990, en Conil de la Frontera (Cádiz), oía en TVE el toque de oración. interpretado por la Banda del Ejército del Aire ante el monolito -nosotros decíamos el obelisco- en la actual plaza de la Lealtad, en honor a los que dieron su vida por la libertad. Allí están sus cenizas, según reza en la gran urna de granito. Por los años 1941-1942 yo pasaba por el pase o del Prado en el tranvía amarillo número 46, Moncloa-Atocha por Olavide, para llevar a mi padre una botella de leche al hospital-cárcel de la glorieta de Atocha, el hospital Central. Me hubiera gustado estar en la plaza de Neptuno y aplaudir a Mijaíl Gorbachov, y tal vez con suerte estrechar su mano. Pienso que muchos madrileños lo habrán hecho con mi misma intención. En mi época, para muchos, la Unión Soviética no existía. Ni en las escuelas se estudiaba su geografía; todo lo más, como un lugar donde se guardaba el oro del Banco de España, el oro de Moscú. Casi eran vigilados en la antigua La Joya de la calle de Postas quienes tomaban copas con ensaladílla rusa. España perdió su clasificación por no acudir a la URSS a jugar el partido de fütbol correspondiente. El himno ruso y el martillo y la hoz de la roja bandera soviética suponían un impacto de consecuencias nefastas para sus intérpretes y exhibidores; y un regusto de rebeldía y oposición contra el régimen del general Franco para todos aquellos que en un momento de osadía hacían gala de estos atributos, exponiendo hasta sus vidas.Los rusos tampoco tenían mucho conocimiento de España y del pueblo español. Aparte ayudas casi mitológicas e ineficaces, quizá solamente Don Quijote y Sancho sombreaban por la tundra y la taiga rusa; probablemente intuían, por experiencia, que un pueblo que soporta durante tanto tiempo una dictadura inicua no existe.

Según Emilio Romero y otros, Gorby es un torero. Que se parezca o no a Marcial Lalanda va en gustos y en lucubraciones cerebrales. Quizá el insigne periodista pensaba como yo de chaval, que discutía con mis amigos de San Lorenzo de El Escorial que Marcial era el más grande simplemente porque lo decía el pasodoble, y por entonces creía en los medios de comunicación. Pero lo que nadie puede negar es que si Gorbachov es un famoso torero en el ruedo de la política, internacional, ha sido el pueblo de Madrid, España, el que le ha dado la alternativa y le ha sacado a hombros por la puerta grande.

Para analistas políticos e historiadores: ¿quién ha dado su brazo a torcer, España o la URSS...? Creo que ha sido el tiempo el único triunfador. El tiempo es el que ha vencido, aunque tristemente para los que se quedaron atrás.

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