_
_
_
_
_

El Gobierno británico cierra filas en torno a Thatcher

El Gobierno británico se aprestó ayer como un solo hombre a disipar la intensa sensación de grave crisis política desatada por la inesperada dimisión del vicepresidente, sir Geoffrey Howe. Ni la primera ministra, Margaret Thatcher, ni el dimisionario añadieron una sola palabra al cruce de cartas de la víspera, y fueron los más prominentes miembros del Ejecutivo quienes intentaron transmitir la impresión de normalidad en el reino. No obstante, se oyeron voces tories (conservadores) murmurar contra Thatcher, aunque con pocos visos de cuajar en un desafío por el liderazgo conservador.

Howe se dejó ver fugazmente por la mañana y con gestos indicó que una faringitis le impedía hablar. El texto de su carta de dimisión ya lo había dicho casi todo: "Me inquieta profundamente que su actitud haga más difícil para el Reino Unido el adquirir y mantener una posición influyente en este vital debate" sobre Europa.A Howe, partidario de un compromiso activo británico en la construcción de Europa, le resultó insoportable por un día más el abrasivo tono empleado por Thatcher en la última semana al discutir la cuestión europea, un asunto que amenaza con llevar al Partido Conservador indefinidamente por la calle de la amargura y que con malsana periodicidad sacude hasta la raíz a los tories.

La primera ministra intentó dar aire de normalidad a la jornada al llevar a cabo el forzado e indeseado reajuste de Gobierno. El ministro de Educación, John McGregor, pasará a ser líder de los Comunes, y en la cartera que deja le sustituirá Kenneth Clarke, a quien en Sanidad sucederá el hasta ahora secretario de Estado del Foreign Office, William Waldergrave. La vicepresidencia que desempeñaba Howe queda abolida.

Pasmo institucional

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"Nos hemos quedado pasmados", declaró en confianza al diario The Independent una fuente gubernamental. En público se veía ayer que la orden del día era el reducir al mínimo el daño de la incuestionable división que afecta a partido y Gobierno, y todos los comentaristas -desde el secretario del Foreign Office, Douglas Hurd, hasta el responsable de Hacienda, John Major, los ministros más directamente implicados en el venidero debate sobre la unión política y económica de Europa- repitieron aplicadamente la misma consigna: se trata de una simple diferencia de tono y estilo, no hay discrepancias importantes en el Gabinete, el verbo de Thatcher es efectivo y la crisis pasará.

Era un voluntarioso ejercicio de propaganda desprovisto de toda credibilidad. Sir Frederick Catherwood, vicepresidente del Parlamento Europeo, dijo que los puntos de vista de Howe son compartidos por varios miembros del Gabinete, y el parlamentario Peter Temple-Morris señaló que Thatcher se ha convertido en líder de una parte del partido, la que más desconfía de Europa, y que lo que se necesita es un liderazgo moderado capaz de unir a unos conservadores cada vez más desorientados. Estas discrepancias internas podrían actuar como caldo de cultivo para un nuevo desafío por el liderazgo conservador, pero las circunstacias no lo favorecen. No hay un candidato claro para el puesto. El único con arrastre es Michael Heseltine, que sigue guardando su ropa y ahorrándose pasos en falso.

Esta crisis se interpreta en Londres como que Thatcher va a plantar cara a los Once y que no está dispuesta a ir más allá de donde hasta ahora ha llegado. La negativa de la primera ministra a asumir lo que el Financial Times en un durísimo editorial considera "inevitable y deseable" no pareció afectar ayer a la City, que tuvo una jornada tranquila.

La oposición se regodeó en la oportunidad brindada por Howe e insistió en que "nadie puede trabajar con esta mujer".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_