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El Georges Pompidou de París explora el noviazgo entre arte y publicidad

El arte y la publicidad comercial mantienen una intensa relación de amor y odio desde hace ya un siglo. La exposición Art et pub, inaugurada el pasado jueves en el Centro Georges Pompidou de París, es una amplia y divertida exploración de esa relación, que, como predicaba Andy Warhol, ha marcado de modo indeleble la cultura popular de nuestro tiempo.

Hasta el próximo 25 de febrero, la quinta planta del Pompidou, transformada en un inmenso hipermercado, exhibe 1.200 obras y documentos llegados de todo el mundo y, destinados a hacer reflexionar sobre las mutuas aportaciones entre el arte contemporáneo y la promoción de los productos de la economía industrial. Hay cuadros, carteles, esculturas, maquetas, fotos, rótulos. cortometrajes, cuñas radiofónicas, anuncios televisivos y clips musicales.Dos años han sido necesarios para concebir y preparar esta exposición, financiada por la Fundación Georges Pompidou, el diario japonés Asahi Shimbum y los grandes ali-nacenes nipones Seibu. La muestra también puede ser visitada como un recorrido por los gustos, las modas, las costumbres y los hábitos de consumo de los últimos 100 años.

En el último tramo del siglo XIX, en forma de carteles pegados en los muros de las calles, nació en Inglaterra la primera publicidad destinada a grandes masas de consumidores. De ahí fue importada a Francia por Jules Cheret, un joven pintor que aprendió en Londres la técnica de la litografía en color y la aplicó a los anuncios de espectáculos. París vivió entonces la edad de oro del cartel con los trabajos de Alphonse Mucha y Toulouse-Lautrec. La muestra del Pompidou dedica a este último toda una sala, que incluye sus célebre anuncios del Moulin Rouge.

Enemigos mortales del acádemicismo, los pintores Jauves Matisse, Vlaminck y Dufy proclamaron el culto al color y a la publicidad, entendida como "decoración de las calles". Pronto la publicidad fue para los artistas de vanguardia fuente de inspiración. En el Pompidou se recoge la influencia de las paredes sobrecargadas de rótulos y anuncios en las obras de ruptura de Picasso, Braque, Gris o Delaunay.

La revolución rusa dio una extraordinaria justificación ideológica al trabajo publicitario de los artistas. Ahora se trataba de contribuir a una "gran causa", el socialismo, y Alexandre Rodtchenko y Vladímir Maiakovski se lanzaron a promocionar los productos distribuidos por los grandes almacenes estatales de la URSS.

René Magritte no necesitó esa coartada. Hasta finales de los años cuarenta, el pintor surrealista belga dirigió en Bruselas una agencia de publicidad. Desde entonces, en nombre del socialismo o de la economía del mercado, pintores, escultores y escritores no tienen mayores reparos en afirmar que el trabajo publicitario les permite llevar su arte a la calle.

Uno de los trabajos actuales expuestos en el Pompidou, el clip de los "ladrones del color" creado para Kodak por Jean-Paul Goude, simboliza el desenfado con el que ambas partes abordan hoy un noviazgo centenario cuya intensidad ha sido multiplicada por mil por el cine y la televisión.

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