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CENTENARIO DE CARLO COLLODI, CREADOR DE PINOCHO

La mentira como una de las bellas artes

Los familiarizados con ella la ven más compleja de lo que parece

MIGUEL BAYÓN Luis Landero, con Juegos de la edad tardía, ha logrado el éxito literario del año: la historia de un hacedor de mentiras, es decir de sí mismo,- contada con una riqueza heredera de Cervantes y de los clásicos.

"La mejor definición de no vela", dice, "es la que dio Juan Rulfo: 'Una suma de mentiras cuyo producto es la verdad' Para mí la mentira es búsqueda del placer y de la verdad. Es una herramienta que abre esas zonas oscuras donde la verdad no llega; la mentira agrega una trastienda a la casa de la verdad. Es como añadir cada año un cuerno y que luego te salga un unicornio. Todos mentimos, no sólo los escritores. Todos narramos nuestra vida, pero nunca somos fieles a la estricta verdad: poctizamos de un modo u otro el pasado, incluso lo que acabamos de vivir. Modificamos lo real, proyectamos en la realidad nuestro mundo imaginario, y así conseguirnos nuestra gran verdad".

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Aparte de El Quijote, Landero ve otras novelas modélica mente mentirosas: "Las mil y una noches, Gargantúa y Pantagruel y, por supuesto, La Odisea. Ulises no es de fiar, porque el único que oyó a las sirenas fue él, los demás tenían los oídos tapados. Pero a mí me fascinan las sirenas, esos cantos de deseo que nos llegan de lejos".

Diplomáticos

Los políticos y diplomáticos siempre han sido vistos como expertos en manejar lenguajes dobles o triples. "Hay diferencia entre el lenguaje político y el diplomático-, dice José María de Areilza.

"El de los políticos es activo, cotidiano, público", explica.. "Pero, aunque Un político pueda tener digamos habilidades, no debe mentir. Estoy de acuerdo con Andreotti cuando dice que las mentiras no son rentables para el buen político, porque siempre acaba por salir a relucir la verdad. Ahora bien, en campaña electoral se acepta un lenguaje con reglas propias: es cosa sabida, como el que el fútbol se juegue con los pies".

Lo diplomático, para Areilza, pertenece a otra especie: "Se trata de un lenguaje con connotaciones de mayor reserva, no destinado a la difusión pública. El diplomático, sobre todo si stá fuera dse su país, tiene que obrar con una mayor cautela. Y ha habido genios en eso: Hugues de Lionne, diplomático de segunda fila de Luis XIV, siempre era reclamado por el Rey cuando había una situación difícil, porque su capacidad de sembrar cláusulas equívocas en los acuerdos: así consiguió nada menos que apoyar la reclamación de legitimidad al trono de España de Felipe V".

Subliminal

Margarita Landi, periodista especializada en sucesos, ha visto de todo en su larga carrera; ha revuelto muchos sacos de mentiras. "La mentira sigo viéndola mal", dice, "pero digamos que a veces la justifico".

"En ocasiones es necesaria, sea por piedad, por vergüenza, por respeto", continúa Landi. "Todo eso hace que no se digan siempre las verdades". La evolución de la mentira en la sociedad española la contempla Margarita con guasa: "Ahora hay muchas mentiras que tratan de ocultarse, lo que pasa es que los paparazzi están al quite. Pero no nos engañemos: antes había más hipocresía, se practicaba lo que se llamaba guardar las formas".

"Los políticos siguen diciendo bastantes mentiras", constata Margarita Landi, "pero en compensación los periodistas contamos las cosas más claras, porque hay libertad. Pongamos que alguien se hace la cirugía estética, y lo -desmiente, pese a que se le notan los cardenales: pues bien, siempre encontraremos al ayudante del ayudante del médico que estará dispuesto a contar la verdad".

José Lorenzo García, programador de televisión y profesor de Ciencias de la Información, tiene una tesis sobre Comunicación y emociones en la que toca de lleno el tema de la publicidad subliminal, fenómeno creciente. "No sé si cabe hablar en sentido estricto de mentira, pero lo cierto es que existen técnicas de manipulación de la consciencia. Esa publicidad nos bombardea con formas arquetípicas, no te da tiempo a pensar, te envía mensajes intangibles (y por ello no fáciles de perseguir jurídicamente) que te inducen a pensar, por ejemplo, que si compras tal producto vas a ser más viril".

"No se dice expresamente", añade, "no se miente expresamente: pero ahí está, no sólo en anuncios de televisión, sino en la prensa. Contra eso, sólo cabe informar, incrementar la capacidad de análisis".

Fingidores

M. B. La prueba de lo mentiroso que es el escritor estriba en que, para mejor mentir, dice que miente. Según Pessoa, "o poeta é um fingidor". A los actores también les pasa, pero son gente con más caradura que los escritores, y el hecho de que mientan -o finjan- entra dentro de lo previsto.

"Si alguien dice algo como si fuera verdad", medita el avisado lector, "y luego se ve que sabía que no era verdad, señal de que mentía; pero éste de aquí, como es escritor, uno ya no sabe si miente sobre la supuesta verdad, o sobre la mentira de contar la supuesta verdad". Pinocho pasa por ser, por narices, el mayor de los mentirosos.

Cabe colegir, sin embargo, que más mentiroso aún era Collodi, que se inventó al narigudo, y que además, para empezar, ni siquiera se llamaba Collodi.

Pero si coligiéramos que Collodi debe subir al podio de campeón de los mentirosos, erraríamos (o quizá mintiésemos). Collodi sólo fue uno más de la inmensa panda de mentirosos a los que les da por narrar. ¿Vale empezar con Homero9 Un ciego rematado que se asoma a la costa jonia y dice "el mar color vino", usted me dirá si es como para confiar en lo que diga a partir de ahí.

Quijote

Española es la novela más evidente sobre la mentira: El Quijote lo finge escribir Cervantes sobre el manuscrito de un moro, Cide Hamete (que a saber qué fingía), y trata de un tipo que se cree todas y cada una de las mentiras de caballería y las suyas propias, y de otro tipo que le sigue la corriente porque también a él le va la marcha. Español es el género novelístico que mejor explora los trucos y artesanías de la mentira: la picaresca. En nuestros días ha caído en desuso entre los escritores españoles, quizá por esas ínfulas de europeísimos que nos han entrado; los británicos lo heredaron de nuestros clásicos, y siguen practicándolo.

Hablando de extranjeros, hay unos que ahora están de moda, y cuanto más se habla de ellos más queda claro que nadie les entiende: los árabes, grandes vendedores de motos. Viene al caso un proverbio suyo, que reza: "¿Por qué siendo mi amigo, si vas a Fez, me dices que vas a Fez?."

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