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Tribuna
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El avance de la marcha atrás

El autor cita éxitos editoriales en Estados Unidos para analizar un nuevo término, "la solución semificcional", productiva para Tom Wolfe y los biógrafos de celebridades muertas, como Gronowicz, ventrílocuo de ultratumba de Greta Garbo.

Para David Kaufman, crítico literario, Tom Wolfe (La hoguera de las vanidades) es un visionario de la novela que proclama su futuro: la investigación. En La solución semificcional (The Nation, 18 de junio de 1990), Kaufman observa que la "biografía ficción" y la "licencia creadora", eliminan "viejas vallas" entre la realidad y la fantasía. Las embisten vengativamente las veleidades de la promoción y las constantes biografías de los que salen del anonimato por el arte o el escándalo, la política, el deporte, el crimen o la casualidad. El texto acepta la mezcla de ficción y realidad floreciente ahora en Estados Unidos, y defiende la postura de Wolfe, quien, dándose cuenta o no, ha descubierto el huevo de Colón. Zola, en La novela experimental, de 1880, concluyó que la investigación es prerrequisito de ese género y su justificación. En una carta a Kaufman (Ibid. del 3 de septiembre de 1990), Ursula Perrin ataca esa defensa simplemente en nombre de "la libertad con que saquea la historia del mundo ... el que escribe ficciones".Göring, Chéjov y Walter Winchell son los personajes de las biografías que comenta La solución semificcional, nuevamente defendidas por él en una larga respuesta (ibídem, Kaufman replies) a Perrin. No ve "mal inherente" en "una tendencia literaria rozagante que combina los hechos con las técnicas de la fabulación", y procede a "celebrar el éxito de estas novelas, logros, en todo caso". Reconoce, sin embargo, la evidencia de "fínes equívocos, amén de explotación o corrupción al haberse catalogado de no ficcional Garbo, el reciente libro de Gronowiez. (Kaufman no hace mención de la biografía de la estrella, que publicara Alexander Walker en 1983, Garbo, dedicada a Kubrick). Se ha puesto el parche antes de la herida, sin protegerla del todo. Lo que ofrece el autor "es un extracto único de sus recuerdos [los de la artista], conservados por Antoni Gronowicz [que] ha escrito buena parte de este libro sirviéndose de una técnica literaria tendente a emular la voz de Greta Garbo. 'Las palabras son las de su autor y se basan en sus recuerdos', reza la advertencia del texto. Gronowicz ha muerto, pero sus marranadas seguirán, para muchos, en boca de la mujer más reticente que haya pasado por Hollywood.

¿Avanzará la literatura dando marcha atrás, confundiendo futuro y pasado, como si fuese el camino o el paisaje lo que retrocede y no el escritor? Se fuga la literatura a la semilla como la música que se oye en Madison Square Garden, en Montjuïc, o en el Cow Palace de San Francisco, o el Teatro Griego de Hearst, dedicado en Berkeley al rock. El general Lemay quiso bombardear Vietnam hasta la edad de piedra (back to the stone age), y Reagan, vaquero de Hollywood, confundió la porra cavernaria con la Fuerza Aérea norteamericana, y le ordenó matar a Gaddafi. El mismo Zola, al exigirle investigación científica a la fábula, confundió la novela con el caso clínico, mientras Flaubert, por la vía del arte, anduvo más cerca de hacer novela científica que el padre del naturalismo. Ambos quisieron retroceder al primerísimo fin del periodismo, informar objetivamente. Flaubert encontró a Emina Bovary en un suelto de periódico y Zola se quemó las pestañas buscando objetividad determínista en Los Rougon-Macquart, una familia inventada por el escritor y no por el sociólogo que hubo en él. El estadounidense se alimenta de la prensa, opina Richard Condon (The manchurian candidate), y menos para informarse que para reforzar su deber televisivo: asistir a un desfile de temas archiconocidos, y de los cuales se aburre cada tres días, según las encuestas. Consume el diario local y el The New York Times del domingo, la TV Guide, revistas de esto y aquello, e, invariablemente, Time, Newsweek o People, el más reciente de los semanarios irreemplazables.

Ventrílocuo

La solución semificcional es productiva para Wolfe y los biógrafos de celebridades muertas; o para un Gronowícz, ventrílocuo de ultratumba, porque Random House no pudo llegar con la Garbo al arreglo que consumó su heredera. El atuendo periodístico más el tufillo a intimidad del género atraen a un público que reclama la emoción violenta de su historia imperial. Ni espoleada por la secreta esperanza de que maten a Rushdle es mucha la gente que completa la lectura de Los versos satánicos. Lo que espera el público es lo que castiga la policía, lo sancionado por una retórica de la libertad y los derechos humanos que se toma muy en serio. La solución seinificcional aporta a la literatura un prestigio promocional y no un futuro. De ambos gozan, en cambio, los libros de crimen,, espionaje o ciencia-ficción."Los editores han perdido toda convicción literaria y sacan libros como quien compra lotería", ha comentado Robbe-Gri llet en España este verano. ¿Será La hoguera,de las vanidades (1989) mejor que La feria de las vanidades (1848)? -los títulos son primos hermanos- Y si lo fuera, ¿es Thackeray accesible a un público que instaló a un actor fracasado (a looser, diría mistress Thatcher) en el Despacho Oval? Si no viviésemos en la edad de. las mentiras, tendríamos un pú blico capaz de apartar los hechos de lo hechizo", clama Perrin. Escribiendo en Londres de la movilización relámpago contra Sa dam Husein, Edward Pearce atribuye la "amoralidad [angloamericana al aislamiento físico, la vasta ignorancia y el pro vincialismo", factor que favorece la aceptación de lo atrabiliario implícito en la solución semificcional. El avance tecnológico se ha incrustado en la fábrica de la ética que sea, convirtiéndola en cháchara solemne tras la cual se agazapa el poder. La difusión comercial del cine ha desplazado la literatura. Forma narrativa artísticamente válida, ha sucumbido al contubernio del periodismo te levisado y la tira cómica, al imperativo de la producción en serie. El tubo mágico lo ha fracturado y mutilado porque no hace otra concesión estética que la del avi so que la exija, y el cine es relleno. La pantalla que promueve aspirinas, desodorantes y presidentes, y vende rock y tenores de ópera, domina al mundo porque el tiempo es todavía más oro en la tele que en la vida.

Este cuadro ha determinado la trayectoria anómala de una literatura con 169 años de coloniaje y 218 de vida independiente. El tiers monde nuestro tiene sus textos indios y La Araucana (1569-1 épica favorita de Voltaire y tan conocida en EE UU como la Summa theologica), pero no hay poesía épica angloamericana. Tampoco narrativa posterior que reconstruya el nacimiento de la nación. La maciza obra de Henry James no presenta el país bajo una luz heroica, y Walt Whitman, más épico, tiene textos que ofenden el puritanismo básico de su gente. Heroico es Melville, pero no acaba de cuajar. Moby Dick es una novela del, mar y EE UU no es una nación marítima. Manhattan Transfer (1925) se acerca más al ideal, pero su repercusión ha sido más literaria que temática, y más europea (La colmena) que nacional. Peor aún, Dos Passos es Portuguee, y ni con sus dos monumentales trilogías, USA y District of Columbia (19301949), es el mejor candidato a Homero yanqui. The gneat American novel es una aspiración más o menos humorística de todo escritor novato, a menos que la gran novela nacional sea la que saca Time semana a semana. Algo le habrá enseñado a Tom Wolfe la más imitada revista del mundo, Read Time and understand! reza el más notable aviso del evangélico semanario. ¿Lo que el viento se llevó (1936) entonces?

Es la más conocida de cuantas novelas se hayan escrito en el país, y quizá la menos leída. Hollywood se empleó a fondo para reemplazaría en 1939, pero a pesar del triunfo permanente de la cinta no se ha duplicado todavía el caso de Ben-Hur, filme de novela olvidada. Y es más que dudoso que le ocurra a la Mitchell lo que a Heíririch Mann con su Professor Unrat, titulado ahora El ángel azul. Aunque el establecimiento artístico de Nueva York no tome en serio una novela de aristócratas y esclavos escrita por una dama surefia, lo que el viento se llevó es metáfora de la peripecia histórica fundamental de EE UU, la guerra de secesión, cuatro años de hemorragia civil, sin la cual los dos países que fundió Lincoln habrían seguido rutas diferentes. La simetría entre las vidas de Scarlett, divina coqueta del Sur, y Rhett, carpetbagger del Norte, aventurero y plebeyo, es simple y perfecta, y eleva Lo que el viento se llevó al plano universal. Justicia poética tal vez. Los balbuceos literarios de la América sajona son los, de un joven militar sureño; y del teatro angloamericano más que O'Neill, la cumbre es Tennessee Williams, dramaturgo del Sur cuya obra no tuvo misterios en la Unión Soviética preperestroika.

Brebaje popular

Para una masa sin otra vida que la muy pasteurizada de las soaps (teleseries), la "solución semificcional llega a ser un brebaje tan popular como la Pepsi . Sin embargo, la mejor biografia de Marllyn, la de Norman Mailer, no es del natural: jamás la conoció y lo admite". Maller recurrió a libros ajenos, básicamente al de Fred Guiles, Norma Jean (1969). El poder del arte no es transferible ni reemplaza a la verdad histórica", arguye Perrin, y Norman Mailer ofrece la verdad del arte, la única que nos va quedando. lan Gibson publicó una vida de García Lorca (F. G. L., a life), Pantheon, 1989), notable no por imitar el Ojo de la cerradura y si por su escrupulosidad y 74 páginas de bibliografía seria.

La literatura fue primero información. La épica no distinguió entre ficción e historia. Y la guerra de Aquiles fue hace 100 años, apenas al descubrir Schliemann Troya, en Turquía. Rushdie empieza sus Versos satánicos con el desastre aéreo de Lockerbie (21 de diciembre de 1988) trasmutado: el vuelo Al-420 Bombay-Londres. Homero inició ese "intercambio saludable y activo entre lo imaginario y lo real", natural como el crecer de la hierba, y para Rushdle, unos 2.900 años después, también artesanal, la solución semificcional podría serlo igualmente si tuviera una función estética en lugar de la puramente investigatoria que le brinda Wolfe y defiende Kaufman, interesada y rentable, y un paso más acá de la simulada voz de Greta Garbo. Es un artificio que empobrece lo que nos va quedando de integridad artística o artesanal para ofrecernos un jugueteo alevoso y pueril, que nos empuja un paso más hacia la nada de donde salimos o nos sacaron.

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