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Entrevista: CAMILO JOSÉ CELA

"El día de San Pedro de Alcántara acaba el trajín"

"... Gozosamente fatigado", Es otra versión del "Jodido pero contento", que se hizo famoso. Camilo José Cela acababa de regresar de Estados Unidos (Octavio Paz aún no era el nuevo Nobel de Literatura), comentaba que estaba fatigado del viaje y se apresuraba a matizar: "Gozosamente fatigado". Durante el año que ha vivido desde la concesión del Nobel, no hubo día sin que celebrara entrevistas, dictara conferencias, recibiera homenajes, títulos, condecoraciones ... Viajó a diversos países. Pero todo tiene un límite. Dice Cela que hoy, festividad de San Pedro de Alcántara y aniversario de la concesión del Nobel, pone punto final a este trajín y reemprende su tarea de novelista.

Cela está en su casa de Guadalajara, con un aspecto espléndido, muy animado y locuaz, y sólo cuando en el transcurso de la conversación surge un tema manido -inevitable, por otra par te- lo liquida con una frase lapidaria. Sin duda está cansado de ajetreo que le ha acarreado el Nobel y lo que desea es reemprender una vida tranquila, con su compañera Marina Castaño, con la hija de ésta -una rubita muy mona de 11 años- y poner se a escribir de una vez.

-Cuando le concedieron el Nobel trabajaba en Madera de boj. ¿Va a seguir con esta novela?

-La novela lleva interrumpida un año y prácticamente he de empezar de nuevo. Tengo todos los materiales en paquetes perfectamente clasificados. Así que es necesario abrir todo eso y revisar lo escrito. Luego, ya veremos.

Vivía Cela en una urbanización que se encuentra en un altozano umbrío del campo de Guadalajara. En el saloncito de su chalé se celebró una fiesta entrañable la noche de la concesión del Nobel, hace hoy justamente un año. Unas 30 personas le acompañaron en aquellas horas históricas. Las llamadas telefónicas y las visitas eran continuas. Cela atendía a todos con exquisita solicitud y asombró su enorme templanza.

-Es que yo soy una persona educada.

Y añade:

-Procuro comportarme de acuerdo con las circunstancias. Cuando acudimos a Estocolmo, para recibir el premio, mi preocupación fue aprender el protocolo y cumplirlo a rajatabla. Tenía conciencia de que no sólo era yo quien estaba allí, pues representaba a los escritores de habla hispana y, naturalmente, había de hacerlo con dignidad.

Ahora Cela vive también en la provincia de Guadalajara, pero en la finca El Espinar, cerca de Fontanar. Fuera de la casa montan guardia un vigilante uniformado y un perrazo con cara de buena persona. Entramos, y nos avisa el escritor:

-Tened cuidado de no pisar a Pascua¡.

-¿Quién es Pascual?

-Esa cosa que anda por ahí.

La cosa es un perrito Yorkshire de largo pelo plateado que no levanta un palmo del suelo.

En el salón destaca una mesa camilla espléndidamente vestida. Indica Cela:

-No hay nadie en el mundo que tenga una mesa como ésta.

Y nos la enseña. Sobre la mesa, una colección de fotos enmarcadas que, efectivamente, nadie puede reunir: entre otras, Cela, con el Rey de Suecia, en el momento de recibir el Nobel; con los Reyes de España, don Juan Carlos a su derecha, doña Sofía a su izquierda. "Les decía que no podía situarme entre los dos, sino a un lado, según ordena el protocolo, mas ellos insistieron. Estuvieron muy cariñosos".

Después vinieron las condecoraciones, los títulos...

-Ninguno español.

-¿Sabe por qué razón?

-¿La sabes tú? Bueno, me llamó Semprún, el Ministro de Cultura. Me dijo: 'Te han concedido el Nobel y quiero ser el primero en felicitarte'. Le respondí: 'No, perdona: eres el quinto'.

-Usted aprecia poco a los políticos y quizá haya cierta correspondencia...

-Nada tiene que ver. Un premio Nobel no lo reciben los países todos los días. De cualquier forma, estos políticos de ahora me parecen lamentables.

Ultimamente se han producido grandes acontecimientos, que a Cela no le son ajenos:

-Son momentos interesantísimos de la historia de la humanidad, que han de tener consecuencias insospechadas. Pero también hay un pasado que no se puede silenciar. Porque a ver quién compensa a las generaciones que han vivido oprimidas. Es curioso, por cierto, observar cómo ciertos intelectuales que fueron apologistas de esos sistemas, se han convertido en apologistas del capitalismo americano. Y luego, con el envío de barcos al Golfo, hemos perdido la gran ocasión de mantener nuestra neutralidad.

-Durante este año ha recibido muchísimos honores, lo que habrá de ser, a la vez, satisfactorio y abrumador y acaso hasta haya perdido la cuenta de tantos títulos y nombramientos.

-Estás absolutamente equivocado. Todos los tengo presentes y de todos estoy agradecido. Por ejemplo, me enorgullece haber sido nombrado Bombero Honorario de Valenga do Minho. ¿Satisfactorio? Por supuesto. Y abrumador, pues no exactamente. Quizá un poco cansado, eso sí. Y luego no han faltado situaciones curiosas. Al terminan un acto académico, me sentaron en una silla y todos los asistentes se iban colocando a mi lado, para que nos hicieran una foto. Parecía el Sagrado Corazón de Jesús.

-¿Y no le dio la risa?

-Hombre, guardaba la compostura; qué iba a hacer.

Doctor 'honoris causa'

Desde que recibió el Nobel le nombraron Miembro de Honor de la Asociación de Escritores Hebreos y de la Orden de Honor de Periodistas del Perú; hijo predilecto de la provincia de La Coruña, de Marbella (Málaga), de Peñalver (Guadalajara) y de Lancaster (Pennsylvania). Camilo José Cela enumera todos los títulos, por su orden cronológico. Huésped Ilustre de la Ciudad de Lima y de Miraflores (Perú); Huésped Distinguido de la Ciudad de Santo Domingo, Ciudadano Distinguido de Long Island y del Estado de Nueva York.

También fue investido doctor honoris causa por las universidades de Te¡ Aviv, Miami, San Marcos de Lima, Santo Domingo, Dowling (Long Island, Nueva York), Millers Ville (Pennsylvania)...

-No por la Universidad de Murcia, donde me rechazaron.

... Ha recibido las Medallas de Oro de Santiago de Compostela y Guadalajara; la Gran Orden del Sol, de Perú; la gran cruz de Comendador de la Orden Heráldica de Cristóbal Colón, de Santo Domingo. Y las felicitaciones del Rey de España y los presidentes de Portugal, Estados Unidos, Argentina, Israel y Francia.

Cela añade otros datos respecto a su año del Nobel:

-Llevo nota puntual y exacta: recibí 110. 109 cartas y 3 7.3 10 telegramas; celebré centenares de entrevistas, viajé a varios países... Y ya está bien de tanto trajín. Pongo punto final, con la satisfacción de haberlo podido vivir, porque tampoco uno recibe el Nobel todos los días. Pero al cumplirse el aniversario del premio, vuelvo a escribir, que es lo mío, y lo haré con la dedicación intensa de siempre, porque escribir es una actividad muy seria que requiere concentración, trabajo y paciencia.

"Para un escritor siempre hay tiempo"

J. V. Siempre ha dicho Camilo José Cela que escribir es una labor lenta. Lo cual significa que, para escribir, hace falta tiempo.

-Algunos se pasan la vida anunciando una novela que nunca acaban -comenta-. Dicen que no tienen tiempo de terminarla. Pero vas al café Gijón y te los encuentras allí. Si el tiempo que pierden hablando de su novela lo dedicaran a escribirla, la terminarían. Para un escritor siempre hay tiempo.

-O no.

-Siempre lo hay. Un escritor lo único que tiene que hacer es escribir.

-O buscar un fontanero.

-¿Un fontanero? ¿Para qué necesita un fontanero?

-pregunta Cela, extrañadísimo.

-Para que arregle una avería. A veces, ¿sabe?, hay averías en las casas. Por ejemplo, se atranca el retrete.

-Pues si a mí se me atranca el retrete, atrancado se queda.

-No se queda atrancado -interviene su compañera- pues aquí está Marina, que se encarga de avisar al fontanero y de esas mil cosas que es necesario resolver, pero que, para Camilo José, no existen. Si volviera a nacer me gustaría ser Camilo José Cela; para que me lo dieran todo hecho. Porque Camilo José, aparte escribir...

-...y no del todo bien, le faltaría añadir...

A Camilo José le divierte la situación y se ríe con ganas.

-..aparte escribir maravillosamente, de lo demás no quiere saber nada. Se funde una bombilla y ya me está llamando, porque es incapaz de cambiarla.

-Qué ordinariez, cambiar una bombilla -susurra Cela.

La conversación transcurre desenfadada y Marina cuenta anécdotas de los últimos viajes:

-En Nueva York, fuimos a un restaurante y cerca de nuestra mesa almorzaba un grupo bullicioso. A los postres pronunciaronm discursos y entonces se acercó uno para advertirnos: 'Hablen bajo, pues molestan'. '¡Pero qué dice!', respondí; '¡Son ustedes los que molestan!'

-En momentos así -comenta Cela-, es cuando siento no tener 20 años menos. Porque, con 20 años menos, la armo. Reconozco que ese tipo de situaciones me encantan: montar un gran alboroto, salir todos corriendo al grito de ¡Maricón el último!

-No sería la primera vez...

-Desde luego. Ya sabes que tengo un navajazo en el culo de una que organicé en el cabaré Casablanca... La verdad es que armé un follón memorable.

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