El déficit fiscal norteamericano se reducirá en medio billón de dólares en los próximos cinco años
Estados Unidos ha evitado verse sumido en la mayor crisis presupuestaria de su historia con un dramático acuerdo de última hora entre la Casa Blanca y los líderes del Congreso para reducir el déficit del presupuesto en 500.000 millones de dólares en los próximos cinco años, después de meses de negociaciones infructuosas. El acuerdo obligó al presidente George Bush a abandonar precipitadamente la cumbre de la infancia, que se celebró ayer en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, para volar a la capital federal con el fin de poder anunciar la feliz conclusión de las conversaciones.
Caso de no haberse alcanzado el acuerdo antes de la medianoche de ayer, el hacha de la enmienda Gramm-Rudman-Hollings, introducida en 1985 para contener el déficit del gasto público acumulado durante los años de la Administración del presidente Ronald Reagan, hubiera entrado automáticamente en vigor con la paralización de la mayoría de los programas federales y el despido total o parcial de cerca de un millón de funcionarios gubernamentales, desde agentes del FBI a controladores aéreos.La enmienda preveía unos recortes automáticos superiores a los 100.000 millones de dólares en un presupuesto de 1,3 billones para combatir un déficit que hubiera alcanzado durante el año fiscal 1991, que comienza hoy lunes, unos 165.000 millones de dólares, cifra que aumentaría hasta alcanzar los 250.000 si acumulara la amortización de las deudas provocadas por la quiebra de las cajas de ahorro.
El acuerdo contempla la reducción del déficit presupuestario en 500.000 millones de dólares en los próximos cinco años, de los que 50.000 serán empleados en enjugar el desequilibrio entre ingresos y gastos del año fiscal 1991.
Las últimas horas de la negociación fueron una carrera contra reloj no apta para cardíacos para intentar llegar a un acuerdo antes de que empezar a contar el nuevo año fiscal y evitar que entrasen en vigor automáticamente unos cortes obligatorios ordenados por la enmienda Gramm-Rudman-Hollings, que hubieran practicamente colapsado el funcionamiento del gobierno federal. Los participantes en la carrera eran el jefe del gabinete de Bush, John Sununu, el secretario del Tesoro, Nicholas Brady, y el director de la oficina del presupuesto, Richard Darman, por parte de la Casa Blanca, y el speaker (presidente) de la Cámara de Representantes, Thomas Foley, y los portavoces demócratas y republicanos en las dos Cámaras, en representación del Congreso."Como sacarse una muela"Como comentó Bush en el avión presidencial Air Force One el sábado cuando se dirigía a Nueva York para participar en la Convención sobre los Derechos del Niño, "ha sido como sacarse una muela". Las "muelas" en este caso eran las concesiones que los dos partidos ha tenido que hacerse mutuamente para no llegar a la ruptura. La solución ha sido típica del tira y afloja washingtoniano: ambas partes se han visto obligadas a renunciar a algunos de sus principios más queridos.
George Bush no ha conseguido arrancar de los demócratas la reducción que pretendía del 28% al 17% en los impuestos sobre las plusvalías, concesión que formaba parte de su programa electoral y ha tenido que aceptar una elevación de los impuestos indirectos, aunque no de la presión fiscal sobre los directos. Por su parte, la oposición demócrata ha tenido que renunciar a uno de sus principios favoritos: el incremento de la presión fiscal que afecta a los norteamericanos más ricos.
El acuerdo tiene todavía que ser defendido ante el pleno de las dos Cámaras del Congreso, muchos de cuyos miembros no han ocultado su decepción ante las concesiones hechas por los dos partidos.
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