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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retrato de tristes costumbres

Isabel se ha casado con un viudo alegre, mujeriego sobre todo. La engaña con abundancia, descaro y hasta en su propia casa. Pero ella no es como otras: guarda su propia fidelidad, transige, soporta, finge. Llegará su momento cuando el mujeriego -hace raro escribir esa palabra hoy-, enfermo y agotado, tenga que replegarse a su casa: estará entonces en poder de Isabel. Y florecerá entre ellos ese otro amor que resplandece en el título. No debía ser costumbre de la época, puesto que el autor señalaba -en 1905- lo excepcional de ese carácter; pero sí era el consejo que Benavente daba, y del que era portavoz en escena su personaje, al llevar a su hijastra al buen camino cuando parecía dispuesta a emprender otro amor -de los llamados culpables-, que podía ser sincero pero que era una respuesta a su joven marido volátil. Entonces el teatro tenía una riqueza de tiempo, palabras y personajes, y estaba más pegado a la literatura y a las frases que ahora. Cada uno de los 11 personajes que hablan tienen su propia vida, sus traumas, sus angustias, sus sospechas; y uno de estos secundarios da un triunfo personal, ahora, a Pedro del Río.

Rosas de otoño

Jacinto Benavente (1905). Dirección: José Luis Alonso. Intérpretes: Jorge Seoane, Alberto Closas, Amparo Rivelles, Rosa Díaz, Ramón Pons, Ana Hurtado, Margot Cottens, Isa Escartín, Carmen del Valle, Javier Blanco, Pepa Sarsa, Emilio Alonso. Escenografía y vestuario: Alfonso López Barajas. Madrid. Teatro Alcázar, 19 de septiembre.

Nuevas formas

Quizá hoy esta situación de la esposa resignada y que aguarda se mantenga todavía en grandes sectores. Conozco unas cuantas. La punta de la modernidad disfraza muchas veces las realidades de la vieja España, que perduran; lo cierto es que hoy la corriente rechaza la tesis, pretende que el matrimonio sea otra cosa, ha introducido nuevas formas de amor, de pareja, de relación.La tesis que pudo ser moderna y audaz en el siglo pasado - 1905 en realidad es el siglo pasado- hoy es retrógrada y conservadora. Nótese que pudo ser audaz sólo para España; por esa época, Strindberg había estrenado casi todas sus obras, Ibsen había hecho en 1879 Casa de muñecas -con el famoso portazo de Nora, que abandona casa, hijos, marido, por no resignarse más-, Shaw había escrito casi la mitad de sus obras de revuelta y crítica, Wilde llevaba cinco años muerto. Un teatro que Benavente conocía muy bien, pero que no parecía importarle. Probablemente tenía razón: la sociedad española estaba con ese gran retraso sobre la europea. Pero Galdós, mucho antes de esta obra, había estrenado ya Realidad, La loca de la casa, Doña Perfecta, El abuelo, donde se deshacían esos mitos sociales, se reprobaba el retraso, los conceptos de honor; la posición de las mujeres como sometidas al hombre, el padre, la familia (Electra). Lo pagó caro. Convenía más Benavente.

Quizá este retrato de época tenga muchas cosas que decir a la gente de hoy y muchas nostalgias que despertar en las clases supervivientes y su linaje. Lo dice con buena palabra -entonces el idioma no estaba tan maleado-, con la moraleja rezumando en cada frase, con pasiones cruzadas y encontradas. Eso sí, con muchas reiteraciones y formas poco distintas de repetir el discurso, lejos de la sintaxis a que estamos acostumbrados hoy. En ese momento el teatro era la literatura de mayor consumo y proyección y tenía sus normas: Benavente renovó muchas, aunque hoy nos parezca, como es lógico, atrasado. No es una apariencia: es la realidad.

Verismo

José Luis Alonso, director de una escena primorosamente cuidada en los detalles, en las segundas acciones, en el verismo muy aproximado de una escenografia y unos figurines muy representativa de lo que era un interior de alta burguesía, se las ha arreglado para limar muchas de las convenciones que entonces se aceptaban: los apartes, los grupos que se tienen que quedar silenciosos. Ha acentuado un tono más ligero en la comedia, como si ella pudiera hacerse más actual. Y en un reparto tan numeroso ha tenido que elegir buenos, regulares y malos.La obra es de primera actriz, y lo es y muy buena en este género, que conoce desde que era niña, Amparo Rivelles; sabe acentuar el humor, la ironía, la dignidad. La pareja es Alberto Closas, y está en su mundo interpretativo dentro del marido mujeriego, casi infantil, no malo pero travieso, simpático. La gente joven representa el teatro de otra manera, que indudablemente en esta obra resulta peor. Y queda ya resaltada la interpretación de Pedro del Río, que recibió una ovación en un mutis y que fue especialmente premiado, con Margot Cottens, en los saludos finales, junto con los protagonistas y el director, José Luis Alonso.

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