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El Salón Gaudí cierra sus puertas con un mensaje de búsqueda de la nueva feminidad

La pasarela barcelonesa constata que la moda para la mujer rescata los valores del pasado

La llegada de los noventa no ha significado el fin de la nostalgia. Entre las propuestas que nueve diseñadores han presentado en la pasarela del Salón Gaudí Mujer -clausurado ayer en Barcelona- se constata que la moda rescata los valores seguros del pasado bajo un envoltorio de simulado futurismo. Recreaciones de los sesenta, homenajes a Grecia o al rock and roll, nuevos modelos a lo Sandie Shaw, colores étnicos y la recuperación de las piernas como el más hábil de los atributos componen el collage de una tendencia poco unificada en la que abundan los individualismos del creador y que transmite un mensaje de búsqueda de la nueva feminidad.

Entre los diseñadores existe un grupo que se inclina por la arquitectura del traje. Estudian volúmenes y materiales: telas naturales que parecen plástico, vestidos que se desprenden del cuerpo imitando un ánfora y efectos metalizados que producen colores sintéticos. Tienen a Balenciaga como su gran modelo. De él reproducen el mítico vestido saco con la nueva versión que presentó Antonio Miró o las mangas farol de Josep Font & Luz Díaz.Después están los diseñadores-sociólogos, preocupados por reflejar los tiempos actuales a través de la moda. Buscan argumentos. Estudian, por ejemplo, las ráfagas pro ecologistas, la conciencia de solidaridad hacia una África subdesarrollada, las claves de la nueva erótica y del juego sutil de la seducción o, por el contrario, la saturación de la imagen por una alternativa más espiritual.

En la pasarela del Salón Gaudí casi todos los diseñadores han ejercido de lo uno y de lo otro. Han coincidido en promocionar el color, y no sólo los tonos decadentes de la Europa del XVIII, sino también el color tropical, quemado y brillante. Se han preocupado por buscar una alternativa al traje de uniforme y han sustituido la clásica falda por el pantalón corto, de ciclista, o el vestido -entendido corno el no va más de la feminidad- Han envuelto a las modelos con redes de pescador y han utilizado de la lencería el tirante fino -de combinación o de sujetador- tal y como Madonna viene pregonando desde que es estrella.

A pesar del anunciado retorno de Mary Quant, la inventora de la minifalda, que este año vuelve al ruedo, las faldas cortas son sustituidas por el pantalón corto. Es el resultado de la otra feminidad, ínfluenciada por el boom olímpico y la ascensión social del deporte.

El desfile de Antonio Miró desconcertó al público al romper con su tradición de traje decente y urbano. Miró enchufó un rock and roll, les puso a las modelos blancos metalizados y -casi como sacrilegio- las recubrió de transparencias y mallas metalizadas en cobre y estaño, además de promover la lentejuela moderna cosida sobre el lino del traje. Miró, que siempre confiesa que los cambios en la moda se suceden con lentitud y respeto, se erigió en el gran ideólogo del nuevo lenguaje del hábito femenino.

Mila y Tucho Balado fueron los ardientes defensores de la década prodigiosa. Sus modelos lucieron provocación y cuerpo sano. Flores con rayas, trajes de chaqueta de cuadros de vichy, mantones españoles apretados a la piel y carmencitas tecno-pop con peineta y brocado de fallera ambientaron una pasarela que ha pecado de convencional y madura.

Josep Font & Luz Díaz retomaron el modelo de mujer transparente con más alma que cuerpo. Utilizaron los colores naturales, un patronaje ingenioso y la sobriedad, como tarjeta de presentación. Jutta Covian presentó las posibilidades del ante engarzado con fantasías, como sus aplicaciones de fauna marina. Chaquetas entalladas, bustiers (sujetadores) que suben el pecho y mujeres como las rubias de Dallas se excedieron en barroquismo.

Joaquim Verdú dio su versión de la mujer alargada, de silueta compacta, con volúmenes sobre la espalda. Presentó monos ceñidos, ciclistas de colores africanos, combinaciones geométricas bicolores y un toque místico, entre hindú y griego, con drapeados que envolvían el cuerpo.

Y Peter Aedo se lanzó hacia el prototipo sexy de traje bien estructurado, entre el fin cotidiano y el fin nocturno.

Fuera de la pasarela oficial, el diseñador Pedro Porras dio una lección de antimoda con la defensa del trapo anudado, que se instala en el lado opuesto de la coquetería funcional. Estrella G. fue la encargada de cerrar el salón con una colección de impacto visual.

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