Termina la era de los gigantes solitarios
Hablan Tahar Ben Jelloun y Octavio Paz
París. "Cuando cayó el muro de Berlín, yo asistía en Barcelona a una convención sobre las emigraciones entre el sur y el norte del mundo. La noticia, obviamente, me hizo feliz, pero enseguida pensé que esto produciría un cambio radical de intereses en perjuicio de los países del Sur". Tahar Ben Jelloun, con su moreno y bello rostro de árabe, me recibe con particular simpatía en su estudio, un pequeño cuarto oscuro y sin ventanas. Aunque haya habido por medio algunos amigos comunes, es sobre todo su amor por Italia el que le ha impulsado a publicar allí en primicia mundial su última novela, Día de silencio en Tánger. Marroquí de Fez y residente en París desde 1971, Ben Jelloun es conocido como novelista, en especial después de conseguir el Premio Goncourt de 1987. Sin embargo, tan relevante como su literatura ha sido su actividad sociológica, que ha dado importantes estudios acerca de los problemas de la emigración y la integración social (como el comprometido La extrema soledad, editado por Milvia). Es quizá un interlocutor anómalo, pero muy válido en la discusión sobre la situación del hemisferio sur tras lo sucedido en el este europeo.
"El Sur que se encuentra al este está más cercano a los occidentales, a su espíritu y a su historia. El interés por el Sur real, por el contrario, sólo es fruto de la mala conciencia, de la pasada colonización y de las guerras provocadas. No querría que me entendieran mal: lo que ocurre en el Este es extraordinario. Sólo digo que todo esto producirá ulteriores dificultades a los países más pobres del mundo. Cojamos, por ejemplo, el problema de la emigración, que adquirirá cada vez más proporciones gigantescas. Es evidente que cuando los alemanes tengan que elegir entre un trabajador del Este y un turco o un marroquí optarán inevitablemente por el primero y estarán convencidos de obrar correctamente. Añádanse a esto los probables cambios en la política exterior de los países del Este. He leído recientemente que Havel quiere reconsiderar la posición checoslovaca sobre Oriente Próximo. Es inevitable, antes los países comunistas se ponían automáticamente del lado palestino. No creo que de ahora en adelante tengan tanta amabilidad".
Usted sabe, de todos modos, que justamente desde el país que le acoge, y de su presidente, Mitterrand, ha partido la idea de un nuevo diálogo europeo el 22 de diciembre pasado. "Lo sé bien, pero no está claro adónde llevará esta propuesta. Lo que sí está claro es que el gesto simbólico de Marruecos al proponer su candidatura a la Comunidad Europea ha sido visto como letra muerta, así como la solicitud de Turquía, país que se considera europeo cuando se habla de OTAN y estrategias militares, y musulmán, es decir, extranjero, cuando trata de adherirse al proceso general de integración política, cultural y económica. ¡Y pensar que es el único país laico del mundo islámico! Lo sé, no es un país democrático, y desde ese punto de vista es indefendible, pero ¿cómo serían las cosas en el momento en que su régimen fuera distinto? La respuesta se halla en las palabras de Giscard d'Estaing: "No se puede siquiera hablar de aceptar a Turquía, porque si lo hiciéramos, mañana tendríamos millones de musulmanes en la Comunidad Europea, y nosotros somos católicos, protestantes o judíos, pero no musulmanes".
Fórmula islamismo
Y así hemos llegado al corazón de la cuestión. En Occidente, y también en otros lugares, con o sin razón, se plantea la fórmula islamismo igual a terrorismo y a desestabilización política, y se relaciona el islamismo con todo lo que ocurrirá en el mundo después de la caída de los regímenes comunistas del Este. Pero el partido, en este punto, entre democracia y marxismo podría cambiar de contrincantes para pasar a jugarse entre dos visiones del mundo irreductiblemente opuestas: por una parte, un proyecto industrial, laico y pluralista de vocación universal (al que es ajena toda trascendencia); por otra, los intentos integracionistas de los países donde la urgencia modernizadora ha devastado los equilibrios culturales de la sociedad tradicional.
Son estos últimos países los que apuestan por la salvaguardia o la reformulación de una cierta sacralidad en descomposición (descomposición que afecta incluso a su ambigua naturaleza). Como ha notado el estudioso René Girard, los intentos de estos países en un universo laico, asumen inevitablemente formas de intolerancia. "Estoy totalmente de acuerdo. Lo sagrado, o está en nosotros, en nuestra memoria y en nuestra mitología, o no existe La religión de nuestros días está formada por fantasmas, ya que la verdadera religión está representada por la Bolsa, el dinero, el interés. No conozco místicos que se aventuren en el desierto, y me parece que la creencia individual en los países islámicos es un punto de apoyo de las identidades vacilantes más que una necesidad real de espiritualidad".
"No es un fenómeno que concierna por casualidad a los emigrantes. En un país extranjero, dos musulmanes que se encuentran se reconocen inmediatamente como musulmanes, aunque en realidad la religión no les importe en absoluto y vayan juntos a tomar una cerveza o un vino. El aspecto político del fundamentalismo es otra cosa. Cojamos el caso, paradigmático, de Argelia, donde se han sucedido las fases acostumbradas desde su independencia hasta hoy: esperanza, desencanto, reacción Aquí el movimiento de protesta contra la evidente occidentalización no ha encontrado caminos estrictamente políticos (el régimen autoritario impedía a la izquierda manifestarse libremente), mientras ha tenido, en cambio, un gran éxito en el plano religioso. Y ello partiendo de pequeños detalles: del problema de la lengua (se sigue hablando francés 30 años después de la independencia, aunque oficialmente no es país francófono) al problema de las costumbres, que han sido influidas por las de Occidente y que se consideran demasiado permisivas. El integrismo es, pues, el resultado de varios factores: el factor político (la falta de libertad) y el factor social (la represión de las costumbres en la vida cotidiana). A veces bromeo, pero puede que sea verdad: si la gente hiciera el amor más a menudo no habría integrismo, que es fruto de la inhibición, del disgusto con el propio cuerpo y con el del otro. Esto resulta más paradójico si se tiene en cuenta que la religión islámica, al contrario de la cristiana, no despreciaba en sus orígenes los placeres sexuales".
Fanatismos religiosos
La inviabilidad de los nacionalismos hechos a semejanza occidental, el estancamiento del marxismo, el surgimiento de los fanatismos religiosos: de nuevo la elección de un modelo político divide al Sur. Y se vuelven a tener presentes hipótesis, como la del hindú Ahis Nandy, que advierten de la necesidad de escapar de las teorías que identifican el modelo occidental de sociedad como el único modelo posible. Es, al contrario, el culto al poder, al Estado nación, al homo oeconómicus, lo que se debe combatir si se quiere que prevalezcan las voces autónomas que, respetando la tradición, reconocen en la sobriedad el valor primordial de sus civilizaciones.
De distinta opinión es un hombre al que la cultura india ha influido profundamente y en la que ha estado inmerso durante muchos años, en calidad de embajador de México (dimitió en protesta por la matanza de estudiantes en los Juegos Olímpicos de 1968): Octavio Paz. Poeta, ensayista, figura de primer orden en la literatura latinoamericana de este siglo, perenne candidato al Nobel, Paz ha sido siempre más que un literato: es uno de los observadores más agudos y originales de los sucesos de su continente y de los del resto del mundo.
Habiendo partido de posiciones radicalmente antiestadounidenses, desde hace tiempo cree, sin embargo, que el peor mal que padecen los intelectuales latinoamericanos es el de un izquierdismo estéril y artificioso. Rechaza cualquier discusión fácil y sumaria sobre un indefinido Tercer Mundo (su último libro. editado en Italia se titula oportunamente Una tierra, cuatro o cinco mundos) y considera la democracia política y el liberalismo económico como los únicos puntos de referencia válidos, tanto para los países ricos como para los pobres.
"Termina la era de los gigantes solitarios"
"Los cambios puestos en marcha en Centroeuropa, si los viejos, sangrientos y desastrosos nacionalismos no los frenan, darán lugar a una Comunidad Europea más amplia, y esto acarreará nuevos y grandes problemas tanto a la URSS como a EE UU, países que geográficamente están fuera de este proceso y que estarán obligados a cambiar la dirección y el contenido de sus políticas. Las alteraciones europeas y el actual reforzamiento de nuevos centros de poder (Japón y la cuenca del Pacífico) obligarán a EE UU a dirigir su mirada al continente americano. La geografía es la madre de la historia, y ahora que el equilibrio que siguió a la guerra mundial está transformándose se vuelve a los orígenes, es decir, a los intereses principales de la carrera imperial estadounidense".Movimiento general
Paz es perfectamente consciente de lo controvertida que ha sido y es la relación entre EE UU y el resto del continente, pero invita a reflexionar objetivamente sobre ella. No sin pasión, pero dejando a un lado rencores y xenofobias. "Estados Unidos tiene dos opciones: la primera consiste en ejercer pura y simplemente su influencia desde la posición de poder que ocupa; la segunda, viendo lo que está ocurriendo en Europa, apunta a una posible asociación o comunidad de Estados con otros países americanos. Es un movimiento general de la historia, que se nota en ciertos aspectos de nuestra voluntad y de la voluntad de Washington, aunque la política estadounidense en nuestro continente sea aún hoy contradictoria. El Gobierno norteamericano, por una parte, afirma que necesita nuestra colaboración, más incluso que nosotros la suya, pero por otra parte lleva a cabo acciones unilaterales tales como el envío de tropas a Panamá. ¿Cómo explicarlo? Ya Tocquevílle, hace más de un siglo, decía que el punto débil de la democracia norteamericana era precisamente su política internacional, sujeta a demasiadas presiones y a las diferentes posturas de los presidentes sucesivos. Por mi parte añadiría. que hay una contradicción de fondo en la, sociedad estadounidense: ser al mismo tiempo una democracia y un imperio".
A pesar de esto, Paz sigue creyendo en una comunidad americana hecha según el modelo, mutatis mutandis, de la europea. "Hay, en contra de este entendimiento, tres tipos de objeciones. El primero es fruto de nuestro pasado, difícil de olvidar, pero en el que no debemos quedar atrapados. También los franceses y los alemanes se han matado durante siglos, y Polonia ha sido invadida y ocupada varias veces por rusos, alemanes y austriacos. Todas las naciones están obligadas a superar sus derrotas, los crímenes perpetrados y los sufridos. Asimilar el pasado, con sus errores, no significa olvidarlo: significa trascenderlo".
¿Y en lo que se refiere a las desigualdades en el poder económico, tecnológíco y militar dentro de esta hipotética alianza? "Es justamente la segunda objeción. Pero, por ejemplo, Grecia y Alemania conviven en la misma comunidad, y no por ello desaparecen las desigualdades. Sin embargo, las ventajas son evidentes; se hace una distribución menos injusta de la riqueza y del poder, y el país más poderoso está sujeto a reglas y acuerdos colectivos que limitan su voluntad y la hacen menos arbitraria. Es axiomático; no hay nada más peligroso que una fiera en libertad".
Política errática
Vayamos entonces con la última objeción. "Es la que parece tener más peso. No es prudente asociarse con una gran potencia que ha mantenido, especialmente en los años de su apogeo, una política errática. Ganaron la guerra, pero comprometieron la victoria con la Conferencia de Yalta. Combatieron a Castro cuando habrían podido evitar que se arrojara a los brazos de Moscú. intervinieron a destiempo en Vietnam. Y la lista podría ser mucho más larga. Junto a ella habría que poner también la lista de méritos, empezando por el Plan Marshall, la primera gran derrota del comunismo y que está en el origen de todo cuanto ha sucedido después".
"Quiero decir que en las alianzas, como en el amor y en la amistad, se corre siempre un riesgo. Creo que es mejor, cuando se presenta la ocasión, aceptar este riesgo que evitarlo. Ésta es una de esas ocasiones. Las alianzas son producto de la vecindad, las conveniencias y las necesidades. La geografía nos ha unido, la historia nos ha dividido, el interés mutuo puede reunimos. No tengo una visión idealista del futuro, creo simplemente que la época de los gigantes solitarios ha terminado".
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