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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La niña seducida por el senador

Al principio, parece lo que se llama alta comedia: gente de dinero antiguo, problemas de familia, la señora que mantiene el orden y las conveniencias aleccionando a todos sobre el comportamiento, y la hija cínica repleta defrases de autor.Benavente, Casona, Buero. Pero aún peor. Mal hecho todo, como es frecuente, quizá por verdadero desconocimiento de esas clases por parte del autor -aquí, autora-, del figurinista, del escenógrafo y del director. Piensa uno que de allí van a destilar un par de horas de aburrimiento; es fácil resignarse, cuando ya se tiene la costumbre. Casi todo el primer acto transcurre asi, con discursillos a la podredumbre de nuestro tiempo y la nostalgia por el antiguo, rivalidades en los conceptos de la vida y alusiones a misterios.

Reflejos con cenizas

De María Manuela Reina. Intérpretes: Roberto Acosta, Irene Gutiérrez Caba, Lola Cardona, María José Alfonso, Carlos Estrada. Vestuario: Francisco Delgado. Escenografia: Vicente Vela. Dirección: Ángel García Moreno. Madrid, teatro Marquina, 5 de septiembre.

Desquiciamiento

Luego, la nadería se convierte en desquiciamiento. Es el día de la boda de la hija-nieta de la casa: paradigma de lo malo de estos tiempos. Con 20 años, es víctima de la trilogía clásica de sexo, droga, alcohol; a los 14 fue tontamente seducida por un senador mientras la inocente veía los dibujos animados en el oscuro automóvil con bar y televisión; entre Mickey y Donald, el senador le metía mano. Nada más: casi la hizo mujer. Los senadores tienen un límite moral. Tuvo luego hasta 18 amantes y uno o dos intentos de suicidio, aunque ya de adulta: ya prefería a Walt Disney la séptima de Beethoven para ir tomando una a una las pastillas mortales -dicen que eran anfetaminasentre sorbo y sorbo de whisky. La familia hace frente a la situación; y la casa. El día de la boda se encierra -no se la ve nunca y es una pena, porque pondría un poco de presencia viva en el escenario-, dice que no se casa, y que armará un escándalo en la iglesia, a menos que la familia consienta en que se acueste con el chófer (en estos diálogos se dice "hacer el amor"); ella tendrá que ir con su traje de novia, el chófer con su uniforme. El chófer es un ilustre joven, licenciado, pobre, que tiene en la cabeza toda la poesía británica, con fechas de nacimientos y muertes. Es lógico que a la desdichada le atraiga más que los Siete Enanitos con que el rijoso senador la engañaba. Pero el chófer tiene su condición: aunque la chica es espléndida, "entre modelo y estrella de cine", y el chófer, que la vio en biquini, nota la atracción "de cualquier hombre normal", requiere que los miembros de la familia se lo pidan por favor.¿Escena fuerte, verdad? Más bien resulta necia y penosa. Venganza de clases, humillación de los soberbios. Que, naturalmente, caen: no les queda otro remedio. Así parten chófer y novia, no sin antes una escena en la que el mecánico confiese a la tía Rosy, que es la actriz Lola Cardona,que es a ella a quien ama -la cínica, la que huye de la hipocresía, la que se quedó solterona, aunque también con 18 amantes, porque su hermana menor, que es María José Alfonso, le robó el novio el mismo día de la boday se ofrece a ella. Oscuro y nueva iluminación, con estrellitas y el faro de Tosa, cuya luz pasa cuatro o cinco veces.

La alta clase ha olvidado ya la condición cumplida y la boda ha terminado bien, con asistencia del senador y hasta de un almirante retirado y un general, con un obispo jubilado; la niña llama desde Barcelona, donde empieza su luna de miel, y por el teléfono sin manos -para que oigamos todos- comunica el final: está oyendo otra vez la séptima y tomándose las anfetaminas con el whisky mientras el marido llama desesperadamente a la puerta. En medio de la consternación de las tres mujeres -la abuela es Irene Gutiérrez Caba, que consigue, como siempre, dar veracidad hasta a lo increíble-, cae -lentamente- el telón. Contado, queda mejor.

Sin encajar

En todo eso hemos transcurrido por escenas descolocadas, por parlamentos largos en momentos de urgencia, por esas impaciencias que le entran a uno, que se pone siempre de parte de la escena, al ver que no hay cronología, que no encajan las urgencias, que todo está desplazado y que todos quieren hablar interminablemente sin dejar que la acción transcurra.Un público ordenado y social asistió con respetuoso silencio, aunque no pudo evitar alguna carcajada suelta y reprimida en algún momento especialmente cómico-dramático, como el de las suplicas al chófer. Pero aplaudió con más que educación a los actores y actrices, y a la autora -el director, García Moreno, prefirió no salir- con verdadera amistad. María Manuela Reina pronunció las palabras habituales de agradecimiento, de reconocimiento del esfuerzo de los demás y de promesa de seguir haciéndolo igual en el futuro.

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