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Chillida, desde el pensamiento y la historia

Filósofos y directores de museos debatieron en San Sebastián sobre la obra del escultor

La especificidad de la obra de Eduardo Chillida, su particular posición en el mundo de la escultura y el pensamiento artístico contemporáneo, ha sido subrayada insistentemente por los filósofos, poetas y directores de grandes museos reunidos en San Sebastián para revisar la obra del escultor donostiarra. Durante los debates organizados por la Universidad del País Vasco en el curso dirigido por Kosme de Barañano ha aflorado con fuerza la idea de la musicalidad de la obra del escultor, y sus dibujos de desnudos femeninos han sido comparados con los de Matisse.

Algo abrumado por la naturalidad con que los ponentes extranjeros han repetido el título "uno de los más grandes escultores del siglo", Chillida ha tratado de soslayar las preguntas que reclamaban una confirmación inequívoca, completa, de las tesis expuestas."Las obras de arte deben estar abiertas a la interpretación", ha dicho, tras animar a los alumnos del curso a tocar sus esculturas. En los debates, en los que también ha estado presente, el escultor vasco ha sostenido la opinión de que la habilidad puede resultar peligrosa para un artista y ha señalado que si Cézanne llegó a ser un pintor extraordinario fue, precisamente, gracias a sus dificultades manuales. "La mano", ha indicado, "no puede ir más deprisa que la cabeza".

Chillida fue presentado por Klaus Bussman, el director del Landesmuseum de Westfalia, como el último autor de la escultura clásica, aunque sea abstracta, y el primero en aplicar un concepto de instalación que permite a sus obras crear con textos espaciales.

También Manfred Fath, director del Museo de Arte Moderno de Manheim, ha resalta do que Chillida "crea plazas, contextos, a partir de sus esculturas", con un estilo propio que no puede ser asignado a ninguna tendencia moderna. "La posición clave que el escultor vasco ocupa hoy en el arte contemporánco y el pensamiento moderno viene determinada", ha dicho Manfred Fath, "porque ha formalizado el problema central, que es el vacío".

La idea espacial de Eduardo Chillida -el espacio como la relación existente entre las masas y los huecos, frente a la concepción aristotélica de las tres dimensiones, la teoría de Descartes o el espacio como el gran contenedor- ha ocupado buena parte de las intervenciones.

"Chillida ha vuelto a formular el espacio con otras palabras", dijo Jacques Dupin, el poeta y director de la galería Maegt-Lelong. A su juicio, y al de José Miguel Ullán, Chillida pretende decir lo inefable. "Si en la poesía hay juego entre las líneas del poema, en la obra de Chillida el juego está en los espacios que se crean", ha apuntado el escritor y periodista.

Los distintos autores situaron a Chillida en una posición de excepcionalidad dentro del arte contemporáneo. Algunos, como Johannes Gachnag, subdirector del Museo Castello de Rivoli, de Turín, destacaron la vitalidad como característica, pero para Klaus Bussman la diferencia reside en que las esculturas de Chillida "se definen por sí mismas" y no por su asociación a las corrientes sociológicas contemporáneas.

Un brazo de tres cabezas

Ante los alumnos del curso, y para recrear el contraste, Bussman confrontó expresamente el Elogio de la tolerancia, una obra que figura un brazo de tres cabezas, con medio centenar de esculturas de distintas tendencias contemporáneas.

Thomas Messer, director del Guggenheini Museum de Nueva York, fue quizá quien más insistió a lo largo de su intervención en la musicalidad de la obra de Chillida. A su Juicio, la obra del escultor vasco es perceptible en términos análogos a las composiciones musicales, hasta el punto de que, en su opinión, Eduardo Chillida está en la vanguardia de ese movimiento artístico que se proyecta hacia la música.

En San Sebastián, Messer ha alertado contra la moda surgida en su país que pretende separar el arte del concepto de calidad.

Las mesas redondas celebradas durante el curso propiciaron debates de gran intensidad. Chillida dijo que la diferencia entre la pintura y la escultura, entre el plano y la profundidad, es, en el fondo, una cosa de 90 grados.

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