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FERIA DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Publicidad engañosa

La publicidad de los carteles y programas de mano, que rezaba que se lidiarían seis hermosos toros, era evidentemente engañosa Porque los seis animalejos que saltaron al ruedo fueron terciadísimos y anovillados. En mayor medida los tres que echaron por delante. Seguro que los responsables pensaron: si el festivo público traga con éstos no habrá problemas con los otros. La predicción fue profética.Los espectadores que acuden a los toros son santos de solemnidad. Cuando se decidan a ejercer sus derechos y acudir a cualquier organización de consumídores hará que ésta cree miles de puestos de trabajo, aunque ese día parece muy lejano. Lo más seguro es que sigan aceptando la publicidad engañosa. Tan engañosa como los trofeos que se cortaron, y que servirán a los coletudos precisamente para hacerse publicidad y, presumir de ellos Aunque en verdad más valdría que se callasen porque las pobres chotitas a que se enfrentaron eran impresentables.Para más inri, el palco estaba ocupado por un nuevo presidente, Luis Montalvillo, que rivalizó y ganó por goleada al anterior a la hora de los regalos en su particular tómbola orejera.

Oliveira / Ortega, Joselito, Cepeda

Toros de Oliveira Irmaos, terciados, flojos y de juego desigual; 42, encastado. Ortega Cano: silencio; oreja con algunas protestas. Joselito: dos orejas; dos orejas; salió a hombros. Fernando Cepeda: silencio; oreja. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 29 de agosto. Quinta corrida de feria. Lleno.

En la rifa sacó los mejores boletos Joselito, que obtuvo cuatro trofeos. Los dos primeros, después de. una faena que inició ahormando al torete con pases rodilla en tierra deleitosos y mandones. Siempre con elegancia, su toreo tuvo fulgor sobre la mano derecha y aguante sobre la izquierda. Con el quinto se puso pesadísimo en una labor sin relieve de mucha cantidad y nula calidad, que terminó con un abaniqueo y un espadazo bajo.

A Ortega Cano sólo le tocó un premio, después de desperdicar al encastadísimo cuarto al que molió con muchísimos pases, algunos de buen trazo, pero que se le fue sin torear. El primero era tan chico que el diestro hubo que aguantar las rechifias de sus paisanos cuando intentaba pavonearse delante de su enemigo. Algo así le ocurrió a Cepeda con el enano tercero. Se resarció en el último en el que se lució en ajustadas verónicas ganando terreno. Su faena de muleta fue de más a menos, pero tuvo sosiego, pulcritud y pinturería hasta que el bichito se apagó, que fue pronto.

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