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FERIA DE BILBAO

Los corredores

Quién les habrá dicho a los matadores -banderilleros modernos que para banderillear han de ser corredores de fondo. ,Morenito de Maracay y Pedro Castillo lo parecían. Lo parecían ayer y lo parecen casi siempre, eso es lo malo. Los matadores-banderilleros modernos banderillean a la carrera y se quedan tan anchos. Sabe la tauromaquia, sin embargo, que banderillear es todo lo contrario. Banderillear, según la tauromaquia verdadera, la de toda la vida, requiere un reposo, una seguridad, una marchosería. Banderillear es darle al toro la opción de la iniciativa, que se arranque al cite, y después -sólo después- acudirá el banderillero a su encuentro, templando la carrera según sean los pies del toro; cuadrará en la cara -asomándose al balcón, que dicen- juntando las zapatillas y saldrá de la reunión andandito, tan pimpante. Es decir, completamente al revés de como lo hacían Morenito de Maracay y Pedro Castillo y de como lo hace cualquier tarde en cualquier plaza la inmensa mayoría de los matadores-banderilleros de la moderna tauromaquia.Y, la verdad, es un tostón. Porque no se limitan a hacerlo mal;. es que, además, tardan.

Palha / Morenito, Campuzano, castillo

Toros de Palha bien presentados y armados, de juego desigual, bravos 22 y 52. Morenito de Maracay: pinchazo, metisaca y dos descabellos (silencio); metisaca caído, pinchazo y bajonazo (silencio). Tomás Campuzano: estocada corta baja y descabello (aplausos y saludos); estocada caída (petición minoritaria y vuelta). Pedro Castillo, pinchazo saliendo volteado y dos descabellos (vuelta); media atravesada descaradamente baja (vuelta). Plaza de Vista Alegre, 19 de agosto. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Los matadores-banderilleros de la moderna tauromaquia, para empezar, necesitan que les aparquen el toro, y el toro se deja aparcar o no se deja. Por allí andaban ayer peones afanosos bregando duro, asomando capotes por encima de las barreras, gritando "¡je!" desde el burladero, pegando zapatillazos, al exclusivo objeto de poner el toro en el punto exacto del tercio donde exigía el matador-banderillero. Y únicamente entoces el matador-banderillero decidía banderillear, para lo cual apretaba a correr, metía los brazos a toro pasado, las zapatillas jamás juntas sino donde las pusiera el vigoroso perneo, dejaba los palos donde cayeran, huía despavorido en demanda de la barrera. Luego se ponía a saludar, faltaría más.

Los palos podían caer en el toro o en el santo suelo, naturalmente. Los del toro, solían quedarle prendidos en un costado, cuando no en un brazuelo, según ocurrió en ocasión de un quiebro que hizo Pedro Castillo. Todo lo cual no quiere decir que esta forma de banderillear desagradara al público. Antes bien, el público se rompía las manos de aplaudir. El público bilbaíno es que lo aplaude todo. El público bilbaíno lo mismo aplaudió los trallazos de Tomás Campuzano al tercer toro que unos redondos enjundiosos de Pedro Castillo al tercero. Lo más parecido que hubo al toreo en la tarde fueron precisamente esos redondos de Pedro Castillo, cuyo valor añadido era que se los dió a un toro de casta.

El toro mejor de la tarde lo tuvo Campuzano en quinto lugar y a su encastada nobleza le aplicó una faena aseadita, con innecesaria utilización del pico dichoso. Castillo estuvo bullidor con el sexto, manejable por el derecho y parado por el otro, mientras Morenito no pudo sacar partido a los, suyos, pues no lo tenían. Ambos toros de Morenito acabaron marmolillos, agotados de los aparcamientos, los "¡jes!", los zapatillazos y los carrerones que les pegó su banderillero-matador, en complicidad con la cuadrilla inquieta y andariega.

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