Unidad desunida
EL PROCESO de la unificación de Alemania se está desarrollando de la manera más contradictoria. Por un lado, los grandes obstáculos que era lógico prever, como los recelos históricos de países como Francia o el Reino Unido, se han difuminado con enorme facilidad, reducidos a las murmuraciones de un ministro thatcheriano rápidamente marginado. La Unión Soviética, que pierde con esa unidad su principal conquista de la II Guerra Mundial, ha aceptado, sin excesiva resistencia, no sólo que Alemania se una, sino también que la nueva Alemania esté integrada en la OTAN. Sin embargo, mientras se escriben con facilidad pasmosa las letras mayúsculas de la unidad germana en el libro de la historia, la letra pequeña del proceso unificador está dando lugar a enconados choques políticos entre los partidos.La causa de estos conflictos es la coincidencia en el tiempo entre el proceso de unidad y las elecciones generales de la RFA, previstas para el 2 de diciembre. Ello ha electoralizado la actitud de los partidos, que han abordado un problema tan fundamental como el de la unificación desde posiciones mediatizadas por sus intereses electoralistas. El canciller Kohl juega la carta de la velocidad del proceso unitario, que tan rentable le fue en las elecciones de la RDA. Su rival, el socialdemócrata Lafontaine, por el contrario, quiere sacar el máximo fruto del hecho de que, a causa de la precipitación de Kohl en la cuestión de la unidad monetaria, el deterioro socioeconómico en la RDA -aumento del paro, cierre de empresas, descontento social- se acelera a ojos vista.
Estas dos estrategias se reflejan en diversos conflictos que están hoy sobre el tapete en los Parlamentos respectivos. Por un lado, el referido a la ley electoral que se deberá aplicar en las dos Alemanias, ley a la que se resisten los pequeños partidos de la RDA. Pero el conflicto más importante es el que ha enfrentado a la coalición de Bonn y al SPD sobre la fecha de la fusión y de las elecciones generales. Kohl desea que las elecciones tengan lugar lo antes posible, para que el deterioro en la RDA -y la perspectiva de un aumento de impuestos en la RFA- no tenga tiempo de impactar al elector. Por ello se ha esforzado por adelantarlas al 14 de octubre, fecha en la que se produciría también la fusión de las dos Alemanias, y a partir de la cual el Gobierno de Bonn tendría que hacerse responsable del estado desastroso de la RDA.
Los socialdemócratas no sólo no niegan la urgencia de llevar a cabo la fusión, sino que proponen que se haga el 15 de septiembre. Pero, puesto que el proceso constitucional previsto establece únicamente que los länder de la RDA decidan su incorporación a la RFA, consideran que no hay razón para que coincida con la fecha de las elecciones generales en toda Alemania y exigen que se mantenga la fecha prevista. Para imponer su criterio, el SPD tiene un arma decisiva. Cambiar la fecha de las elecciones supone una reforma constitucional, que debería ser votada por los dos tercios del Parlamento de Bonn. Sin los votos del SPD, es imposible alcanzar tal mayoría. Por ello, después de largas negociaciones, en las que Kohl no ha podido vencer la resistencia de Lafontaine, el Gobierno de Bonn ha tenido que reconocer que no podía modificar la fecha de las elecciones: se celebrarán en diciembre.
Pero falta por resolver un problema esencial: la fecha del nacimiento de la Alemania unida. No se ven razones para diferirla: hay consenso sobre la urgencia entre los principales partidos. En septiembre tendrá lugar en Moscú la última sesión de la conferencia dos más cuatro (RFA y RDA, más EE UU, URSS, Reino Unido y Francia), que deberá ultimar los aspectos exteriores del tema. La decisión de Genscher de viajar a la capital soviética tiende sin duda a preparar las cosas para que no surjan nuevos obstáculos.
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