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LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS

Cambio de tono

La fineza del Gobierno de Madrid sorprende a los diplomáticos y a la colonia española

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIAL.Un sacerdote español con 33 años de residencia en Cuba y poco sospechoso de simpatías con el régimen de Fidel Castro se quejaba estos días, en una conversación en el antiguo Centro Gallego de La Habana -hoy teatro García Lorca-, de que la actitud del Gobierno español en su actual crisis de relaciones con Cuba no ha tenido en cuenta intereses profundos que le afectan a él y a otros miles de integrantes de la comunidad española en la isla. Este cura estaba tan sorprendido de la insólita firmeza con que ha actuado el Gobierno español contra Cuba como lo está buena parte del cuerpo diplomático extranjero acreditado en La Habana.

Son muchos los que no llegan a comprender del todo este súbito cambio de comportamiento por parte de España, el país occidental que mejores relaciones políticas y comerciales ha mantenido hasta ahora con Fidel Castro y su régimen.

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Los diplomáticos creen ver una decisión meditada por parte del Gobierno español de emprender una acción de acoso y derribo contra el sistema cubano; el cura, más incrédulo, sospecha que toda esta crisis nace de unas declaraciones poco medidas por parte del ministro español de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, para tratar de corregir una falta de autoridad en la reacción contra la violación del territorio español el viernes día 13.

Si España se quiere convertir en banderín de enganche del mundo occidental para derribar el régimen cubano, las palabras del ministro Francisco Fernández Ordóñez y del secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Luis Yáñez, contra el sistema y contra su máximo dirigente son coherentes, pero si no es así sólo sirven para provocar una situación de consecuencias incalculables.

La política tradicional de España en Cuba era la de la prudencia, la de contribuir discretamente a una evolución pacífica hacia la democracia. De repente esa política parece haber cambiado.

Si efectivamente el Gobierno de Felipe González ha retirado su confianza a Fidel Castro, si España considera que ya no hay margen para esperar un cambio controlado y ha decidido pasar a la ofensiva directa contra Cuba, debe tener calculados los riesgos que asume -como otros países europeos que recientemente intervinieron en sus áreas de influencia y preparar, entre otras medidas, cómo responderá al masivo deseo de salida del país con el que puede encontrarse.

Si no es así, si el Gobierno español se ha sumado simplemente a una escalada verbal y ha tratado de salvar el error de su ministro de Asuntos Exteriores al hablar de temas de la máxima sensibilidad, entonces España habrá puesto en peligro su prestigio en una batalla de fuegos artificiales.

Es mucho lo que está en juego para España en este envite. Algunos diplomáticos latinoamericanos en La Habana expresan su preocupación por la forma como el Gobierno español está manejando esta crisis, sobre todo por la decisión española de recurrir de inmediato a la Comunidad Europea. "Nos sorprende que España agite a la Comunidad en contra de un país latinoamericano, cuando teníamos entendido que el papel de España sería precisamente contener a Europa contra América Latina", opina un diplomático de un país del área.

Aparentemente, la política de España contra Cuba no cuenta de antemano con el consenso latinoamericano. En Europa hoy en día es muy fácil ir a favor de corriente contra un régimen socialista que muestra señales de agotamiento muy similares a las de otros regímenes ya derrocados. Pero para muchos especialistas en el caso cubano resulta importante valorar también las circunstancias que rodean a Cuba, su vocación española, su historia y su significado en Latinoamérica.

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