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La nueva batalla de Inglaterra

Las polémicas declaraciones del ministro Ridley reflejan la fobia antialemana de buena parte de la sociedad británica

"El sentimiento antialemán en el Reino Unido existirá mientras los británicos estudien historia", empezaba el viernes el editorial de The Times, al poco de que trascendiera la andanada antigermana proferida por Nicholas Rldley, hoy ya ex ministro de Comercio e Industria de Margaret Thatcher. La prensa y la clase política intentaron quitar hierro, mediante la condena de los exabruptos xenófobos, al nuevo desaguisado verbal de un ministro que hace colección de ellos; pero para nadie es un secreto que Ridley no hizo sino reflejar a. la perfección la fobia antialemana de buena parte de la sociedad británica, que sólo en sus estratos más jóvenes hace abstracción del letal pasado compartido por británicos y alemanes.

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El que Ridley acusara a los germanos de querer apoderarse de Europa, a los franceses de ser perrillos falderos de los alemanes y a las instituciones comunitarias de ser un combinado de desechos políticos, inutilidad y soberbia llega a lo más profundo del alma del británico de a pie, que tampoco hace grandes aspavientos al paralelismo establecido por el ex ministro entre el poderío económico de que hoy goza el canciller Helmut Kohl y el militar de Adolf Hitler hace 50 años, fantasma que le sirve a Ridley para equiparar la entrega de la soberanía a la Comunidad Europea (CE) con el sometimiento al nazismo. "Mucha gente piensa lo que él ha dicho, pero nadie tiene el valor de decirlo públicamente", asegura John Burrough, un votante conservador de la circunscripción que Ridley representa en el Parlamento.El diario The Independent condenaba la forma y el fondo de las palabras de Ridley, y decía, tomando deseos por realidad: "Hasta en cualquier pub, esos necios desvaríos provocarían el vacío" en torno a quien los profiriera. En la Inglaterra profunda, los parroquianos del Black Horse, en Naunton -no lejos de donde Ridley tiene una residencia, unas decenas de kilómetros más allá de Oxford-, estaban de acuerdo con el ministro y lamentaban que se hubiera retractado. "Cuando oímos lo que había dicho, todos los que estábamos en el bar le apoyarnos", dice Jennie BoweriJones, la mujer del encargado. "Pero nos quedamos de piedra cuando se desdijo". Ahora también lamentan que haya dimitido.No hay que olvidar

La primera ministra se desmarcó en el Parlamento de las palabras de su correligionario y fiel seguidor, a quien lo único que puede reprochar es que dejara las cosas tan nítidamente planteadas en público. Para nadie es un secreto el desdén teñido de desprecio según en qué ocasiones- que Thatcher profesa en privado a Kohl y a los alemanes. "No tenemos que olvidar. Les hemos combatido en dos guerras mundiales, ¿o no?", dice un parlamentario que le manifestó en una ocasión la primera ministra. Cuando a ella se le sugiere que los alemanes de Kohl no son los de Hitler replica desdeñosa: "Son todos iguales, todos iguales", relata otro contertulio.

Una de las pocas voces que se han levantado para defender a Rldley es la de Jonathan Aitken, un parlamentario conservador que piensa que el ministro debería "ser elogiado en vez de censurado" por alertar sobre la amenaza que se cierne sobre Europa. "Si el país despierta ante los peligros de la unión política y monetaria y de nuestra subyugación a la burocracia de Bruselas, Ridley será a los años. noventa lo que Churchill fue a los años treinta", cuando sus llamamientos para prepararse para la guerra contra Alemania cayeron en oídos sordos y estuvo apartado del poder hasta que fue reclamado para salvar de Hitler a la nación, lucha que vivió uno de sus momentos épicos hace ahora 50 años en la batalla de Inglaterra.

Para Thatcher, Hitler y el nazismo forman un telón de fondo del que no puede abstraerse cuando piensa en la Alemania emergente. No hace mucho hablaba de los peligros económicos que para la CE suponía la absorción por Bonn de la Alemania del Este. "Supone el integrar a un Estado que ha sido comunista o nazi desde los años treinta".

No obstante, la primera ministra consigue dominar sus instintos y atiende a quienes le han recomendado cautela. El dominical The Independent on Sunday revelaba ayer la minuta de una reunión confidencial de Thatcher con su ministro de Exteriores, Douglas Hurd, y un grupo de germanólogos para preparar una serie de cumbres en las que se trataría la cuestión alemana. Los reunidos definieron el carácter alemán en términos poco tranquilizadores: Angst. Es decir, lleno de agresividad, dominio, matonería, egotismo, complejo de inferioridad, sentimentalismo, insensibilidad hacia los demás... Aunque se consideraba que la situación actual era preocupante, se concluyó: "Hay que ser amables con los alemanes, a pesar de que incluso los optimistas muestran una cierta inquietud, no por el presente y el futuro inmediato, sino por lo que pueda guardar un futuro que todavía no podemos ver".El poderío germano

Los británicos temen el poderío economico germano y no gustan del modo de ser alemán, a pesar de las profundas raíces germanas que tiene la monarquía. "A los alemanes les gusta mandar, y hay que vigilarles", advierte otra votante de Rldley. Los británicos dan gracias a Dios por vivir en una isla más allá de cuyas costas reina la barbarie, ante la que se defienden ignorando el entorno y estando juntos, sea en la Dordoña francesa, la Toscana italiana o la Costa del Sol (costa del crime, en la jerga de la prensa popular, por todos los delincuentes británicos que allí tienen refugio). Para la mayoría de los siete millones largos de turistas que cada año viajan desde el Reino Unido a la piel de toro, España es sólo una playa a dos horas de avión de Inglaterra.

Los ingleses se creen diferentes -algo en lo que cualquiera que conviva con ellos puede estar de acuerdo- y superiores al resto de los humanos. Pero su xenofobia se disfraza de tolerancia porque no es violenta, salvo en algaradas verbales como en la que ha incurrido Rldley.

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