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Chamorro cede para acabar con la huelga en Nicaragua

Antonio Caño

Nicaragua recuperó ayer la normalidad tras un acuerdo en el que el Gobierno de Violeta Barrios de Chamorro tuvo que hacer importantes concesiones a los sandinistas para poner fin a la huelga general que ha mantenido en jaque al país durante dos semanas. El paro sirvió, finalmente, para recomponer el poder de los sandinistas y para profundizar la división de la gubernamental Unión Nacional Opositora (UNO).

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El acuerdo fue firmado a primeras horas de la mañana, de ayer por el ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo, y el líder del Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), Lucio Jiménez, quienes pasaron toda la noche negociando en compañía de los ministros económicos y los principales dirigentes de los sindicatos bajo control sandinista.Sin quitar importancia a esa reunión, de la que surgió un largo comunicado en el que los trabajadores se comprometen a reanudar sus actividades a cambios de notables mejoras salariales y conquistas políticas, todo parecía ya decidido positivamente desde que la presidenta Violeta Chamorro se presentó en la noche del miércoles ante el país al lado del jefe del Ejército Popular Sandinista, general Humberto Ortega para ratificar ante todo el mundo que la cohabitación continúa.

Aparte de una mejora salarial del 45%, la huelga consiguió arrancar al Gobierno la suspensión de la ley que regula la devolución a manos privadas de las tierras anteriormente confiscadas y explotadas por el, Estado durante los 10 años de gestión del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

El Gobierno garantiza, además, que no se tomarán represalias contra los huelguistas y que todos aquellos que se sumaron al paro pueden volver libremente a sus puestos de trabajo. Simultáneamente, las autoridades han convocado a todas las fuerzas sociales a un inmediato diálogo nacional con el fin de redefinir las condiciones económicas del país y buscar las fórmulas para un desarrollo en el que se intenten respetar los intereses de todos los grupos.

Ante el clima de desestabilización creado por la huelga y el peligro de una evolución dramática de los acontecimientos, el Gobierno se ha dado por satisfecho con el importante logro de detener la huelga, aunque para ello se haya debilitado considerablemente la imagen de la presidenta ante muchos de los votantes que la respaldaron el 25 de febrero pasado. "Estoy seguro de que en estos momentos la popularidad de Violeta Chamorro no supera el 10% ", manifestó ayer el ex dirigente de la contra Aristides Sánchez.

Los sandinistas, por su parte, han podido poner fin a la huelga en el momento justo en el que el movimiento se les podía escapar de las manos. Los sandinistas han conseguido reconciliarse con sus bases radicales sin desgastarlas y, al mismo tiempo, han elevado notablemente el valor de sus acciones como fuerza necesaria para conseguir la estabilidad de Violeta Chamorro.

Para Nicaragua el balance de estos días de caos y violencia ha sido la demostración de que los dos bandos enfrentados durante más de una década guardan todavía energías y municiones para seguir combatiendo en cualquier momento.

La presidenta Violeta Chamorro ha tratado de explicar la negociación con los huelguistas -a la que se negaba rotundamente hace una semana- como una prueba de su voluntad de "crear un clima que permita que el diálogo se imponga sobre la violencia", pero intentó convencer a sus seguidores de que nunca accederá a hacer concesiones fundamentales a los sandInistas. "Dialogar no es pactar. La soberanía popular que me entregó el pueblo a través del voto popular no se la voy a entregar a nadie", declaró en una conferencia de prensa en la noche del miércoles.

Las palabras vacías

Que la Unión Soviética ya no manda en su patio trasero está a la vista con el desmoronamiento del Pacto de Varsovia y sus propias dificutades internas. En el otro bando, Houston ha supuesto el fin de la hegemonía norteamericana en este tipo de reuniones.Estas palabras sonaron vacías a los oidos de los más radicales de la UNO y, sobre todo, del vicepresidente, Virgjlio Godoy, quien se ha apresurado a proponer la creación de una "comisión de salvación nacional", fórmula equivalente a una suerte de Gobierno paralelo.

Virgilio Godoy, que sigue sin dispacho, sin coche oficial, sin escolta y sin poder, se opone a las condiciones del acuerdo firmado ayer con los trabajadores, al igual que otros altos dirigentes de la UNO que amenazan en estos momentos con romper el apoyo parlamentario al Gobierno de Violeta Chamorro.

Ya no hay barricadas en las calles, los centros ocupados vuelven poco a poco a operar normalmente, pero la crisis política de este país no ha sido resuelta. Se podría decir que se ha detenido la cuenta atrás de esta bomba de relojería, pero no se ha desactivado.

Violeta Chamorro ha comprobado en esta huelga que la policía y el Ejército no la obedecen, aunque aparentemente así sea, y el propio Humberto Ortega reconoció que la intervención de las fuerzas de seguridad para desbloquear las carreteras fue antecedida de una negociación política en la que los militares dejaron bien claro los límites de su participación.

Las claves del compromiso

Los principales puntos del acuerdo entre el Gobierno y el Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), el pacto que da categoría de colegisladores a los sindicalistas sandinistas, el acuerdo al que la presidenta Violeta Chamorro accedió únicamente para evitar un baño de sangre, son los siguientes:1. Un reajuste general del 45% de los salarios.

2. Los trabajadores del sector público despedidos anteriormente recibirán una indemnización.

3. Se da por concluida la aplicación del decreto 10-90 (reprivatizaciones de tierras).

4. Ambas partes se comprometen a mantener una comunicación fluida y permanente sobre la problemática económica a fin de contribuir a la reactivación productiva y a la reconstrucción nacional.

5. Los trabajadores que se reintegren a sus puestos de trabajo tendrán derecho a continuar en los mismos.

El Gobierno pierde con este acuerdo, que abre las puertas a un diálogo nacional más amplio, gran parte de su autonomía para aplicar la estricta política de ajuste diseñada por el principal ministro económico, el presidente del Banco Central de Nicaragua, Francisco Mayorga,

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