El toro atontolinado
Los toros de Salvador Guardiola no se sabe si resultaron bravos o resultaron mansos, porque estaba atontolinados. Los toros de Guardiola sí se sabe que eran toros, por sus fachadas.Salían impresionantes, con aquellos corpachones y aquellas engalladuras, y la gente decía "¡Oh!". No toda la gente; sólo la que no tenía la boca llena. Es decir, que para cuando el cuarto toro nadie dijo "¡Oh!", pues todo el mundo estaba haciendo por la vida, quién dándole a unas magras entomatadas, quién al bocadillo de bonito y pimientos. Eso algunos, ya que otros se amorraban a la botella de vino navarrico, bien rojo y espeso, y como si fuera tetica, no la querían soltar. Y se daba la feliz circunstancia -para que veas- de que el cuarto toro, cornalón y astifino, largo y magro, alto y chulapón, era el más impresionante de todos.
Guardiola / Manili, Mendes, Viña
Toros de Salvador Guardiola, con impresionante trapío, flojos, de escaso juego. Manili: estocada (silencio); estocada corta ladeada (silencio). Víctor Mendes: estocada (escasa petición y vuelta al ruedo); pinchazo y media (silencio). Rafi de la Viña: media ladeada a toro arrancado, rueda de peones y descabello (silencio); dos pinchazos, media ladeada y cuatro descabellos (silencio).Plaza de Pamplona, 9 de Julio. Cuarta corrida de feria. Lleno de 'no hay billetes'.
Salió el cuarto toro queriendo comerse el mundo más tres banderilleros que andaban por allí, y al ratito (menos del que se tarda en recitar la lista de los reyes godos) ya estaba atontolinado. Así que algo sucede aquí. Ocurre a los toros como a las personas, que pueden estar atontolinados, pero no todos. Que seis guardiolas como seis soles, uno detrás de otro, se pongan atontolinados nada más pegar dos trancos por la candente, es orgánica, matemática y metafísicamente imposible.
Ni siquiera valdría aquel viejo argumento, favorito de taurinos y sus secuaces, según el cual los toros se atontolinan a) por gordos, b) por falta de casta. Pues en el caso presente los guardiolas, a) eran altos, largos, esbeltos, proporcionadas las carnes a su estructura ósea, b) los guardiolas tienen casta. Buenos estaríamos si ahora resultara que, de repente, los guardiolas habían perdido la casta. También resultaría orgánica, matemática y metafísicamente imposible. La casta no es como la virginidad, que se pierde en un descuido, a lo mejor junto a una tapia aprovechando que el sujeto pasivo se quedó mirando hacia Burlada. Para perder la casta -o para ganarla- son precisos tentaderos, determinadas cruzas de sementales y vacas, el paso de una generación bovina.
Alguien habría de explicar, en definitiva, por qué los toros se atontolinan, guardiolas incluídos. Y una vez explicado este turbio asunto, se empezaría a comprender por qué las corridas resultan tan aburridas. La de ayer fue un tostón. Toros atontolinados no hacen fiesta, y toreros pegapases tampoco.
Los tres toreros de ayer estuvieron de un pegapasista inaguantable. Manili colocándose en el terreno adecuado, Rafi de la Viña en el inadecuado, Víctor Mendes buscando el escondrijo de los costillares, y en todos los casos ofreciendo la versión muletera del unipase, que consiste en dar uno -sea natural o redondo no importa-, en el remate co rrer en busca de distante terreno y vuelta a empezar.
Víctor Mendes ofreció la pro pina de los pares de banderillas que prendió muy bien, y nada más hubo en el ruedo que amen¡ zara la corrida. En el tendido sí pues por el tendido sol aparecieron negros vestidos con el unifor me del equipo de fútbol de Carne rún, y lo celebró el público. Ya se puede imaginar que eran mozos de acá pintados y pusieron perdí dos de tizne a todos los de alrededor, pero, naturalmente, importaba poco. El mocerío de las peñas se puso en pie, coreó "¡Camerún, Camerún!", y ese fue el acontecimiento de la tarde.
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