Cuestión de búsqueda
San Fermín es la búsqueda constante. En vísperas se busca en el primer cajón de la cómoda el pañolico y se tira después de todo lo blanco y rojo que uno posea. Tras una ligera revista frente al espejo doméstico, ya de punta en blanco, se busca afanosamente la calle.En la calle se busca con inusitada ansiedad a la cuadrilla, al amigo o a la amiga, al extranjero del año pasado, a la botella de cava, al primer vermú del día, al bocadillo, al que viene de Madrid, Bilbao o Estella, al que canta y al que no canta, y a quien a ti también te busca.
Buscas un hueco que te lleve al Ayuntamiento, pero también otro que te conduzca a la plaza del Castillo. Allí buscas compañía en espera del cohete, cuya explosión es también búsqueda: unas veces de felicidad, otras de evasión y siempre de desmadre.
Encontrado el desmadre, revestido de felicidad y perdida la vergüenza, cantas, ríes, gritas, bebes, sientes y protestas. Buscas un chorreo de cava sobre tu blanca protección y luego vuelves a buscar otro chorreo, esta vez de agua, desde el primer balcón de Comedias, Estafeta o Chapitela, con el que refrescar el primer frescor que te proporciona la presión de la espuma del cava.
Con la tarde hay quien busca bronca y hay quien busca amor. Los hay también que buscan romper el riau-riau y lo consiguen. De noche, algunos buscan infructuosamente una cama, otros buscan pacientemente al taxi que nunca llega, y los más desesperados buscan una manta con la que refugiarse de la intemperie para hacer de alguna forma cómodo el sueño.
Ya al alba todos buscan al toro, que a su vez busca la paz del chiquero después del agitado vendaval del encierro. La paz, sin embargo, no le llegará hasta que sucumba en la arena frente al hombre. Porque el toro en San Fermín es el único que busca y encuentra su propia paz, aunque sea a costa de la muerte.
Babelia
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