Hostias, al Señor
Porque es que a lo mejor, no sé, usted sigue creyendo que este sistema político o económico (en la Demotecnocracia, ya sabe, no hay más política que la economía, o sea que Estado y Capital son uno) tendrá sus defectillos, sí, pero no está tan mal tampoco (seguro que se acuerda usté, fantasioso, de la Dictadura y del Tercer Mundo, para comparar y quedarse a gusto) y que lo que hay que hacer es colaborar cada une con una crítica, constructiva, a corregir esos defectos, o cualquier otra de las tonterías vigentes con que se arregle usted, iluso, para aplicarle una Moral a la política, que es lo que a usted personalmente le está mandado.Y por eso, para ayudarle a salir de esas casillas suyas, es para lo que aquí, con esos múltiples ejemplos y motivos, nos afanamos en animarle a que reconozca cómo es este Orden y Sistema: que no crea usted más que los males que usted, con lo que le quede de pueblo, siente, y que aquí con usted sentimos, son accidentes y defectos de este Mundo u Orden, sino esenciales y constitutivos del Orden mismo. Así que para eso.
Dura esclavitud
Eso es: que reconozca que un mundo que, bajo el ruido de los Estadios y de la Literatura, no deja saber cantar a la gente y a sus niños ni repetir en voz alta palabras memorables, un mundo que, cuando estaban inventados medios útiles y poderosos de transportar mercancías y viajeros, impone durante un siglo trastos tan imbéciles como el Auto personal, símbolo de la idiocia democrática, hasta llegar al atasco de sus restos de ciudades, un mundo que, en vez de dejar que las máquinas inventadas por el ingenio humano (¿o diabólico?) liberen a la gente del Trabajo, las ha hecho proliferar en el sentido de hacer más dura la esclavitud, por producción de inutilidades y creación de necesidades, un mundo que destroza y entorpece los sutiles recursos de la maquinaría humana para habérselas, como quien no quiere la cosa, con cualquier tipo de mundo. que se le echara, y nos vende, a cambio, una patulea de autómatas simplones y cada vez más engorrosos y estropeadizos, un mundo que, en cuestión de Artes o Ciencia o Letras, acierta casi sistemáticamente (casi, porque el Sistema no es tan perfecto ni, gracias al otro, es el Señor tan omnipotente como Él se cree) a promocionar y premiar lo más servil y vendido de los productos respectivos, un mundo que, a fuerza de organización y trámites y cambios cada vez más acelerados de sus planes de ordenación, le ahoga en un caos verdadero (mientras sigue metiéndole miedo con el caos de la anarquía, que es el que nadie ha visto), un mundo, en fin, que, haciéndole creer en un Futuro, de Usted personalmente y de la Humanidad en bloque, lo que hace por lo pronto y al contado es consumirle, con vistas a ese Futuro, las posibilidades de vida y de razón que aquí le estaban floreciendo, y que le impone, como ideal democrático, la fe en que cada uno sabe lo que le gusta y opina lo que se le antoja, para sumar en mayoría las opiniones y voluntades personales y con ello establecer sobre los restos de pueblo, de vida y de razón, el Dominio más férreo, autocrático y dictatorial, que nunca se estableciera, un mundo así, señor mío, es un mundo que, sencillamente, no pué ser.
Y eso era nada más lo que con estas muestras de la Idiocia Reinante que recorremos a cada andanada se quería hacerle bien presente: que vea usted lo que es el mundo, por si acaso no lo había visto, distraído tal vez con los nombres y caras de personajones que la Televisión le metía por los ojos, y que no se equivoque más tratando de arreglarlo por vías morales y democráticas y alzando, hacia Arriba, sus imprecaciones o reivindicaciones a meros representantes y sacristanes del Sistema, sino que dirija sus voces y sus puños, si de abajo le viene ello, a la cara misma, ideal, abstracta y siempre futura, del Señor.
Y ahora, además, que ya le han quitado a usted el último trampantojo con que le han estado distrayendo durante 40 años, aquella diferencia campanuda entre las dos formas de dominio que el Telón de Acero y el Muro de Berlín le definían, una con el Estado al servicio del Capital, otra con el Capital administrado por el Estado, ahora que, después de una larga Coexistencia Pacífica, no han podido menos de dejarle ver que las dos formas no eran más que la misma, que Dios es uno, y que no tiene usted más que un solo Dominio, un solo Señor, a quien dirigir sus razonables hostias, ahora no le queda ya pretexto ni distracción ninguna.
Así que, si no se rebela usted, será porque no quiere.
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