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Abogados y dentistas

Constituir una sociedad mercantil en Gibraltar supone desembolsar algo menos de 35.000 pesetas (200 libras esterlinas) en presencia de uno de los muchos abogados que ocupan las incontables oficinas de Main Street. La calle Real, como la llaman los habitantes del Peñón, repleta de pequeñas oficinas ocupadas por letrados y dentistas, es la auténtica arteria central, pulso de la vida de la colonia británica. Las dentaduras postizas están libres de impuestos, pero en los últimos años el boom inmobiliario de la Costa del Sol ha generado la profesión más lucrativa del planeta: jurista con poderes delegados.Ahora Gibraltar, más que un paraíso fiscal, es la meca de los testaferros. Los abogados del Peñón han pasado de lo penal a lo civil, y de ahí a lo mercantil, con velocidad pasmosa. Entre los nombres ilustres de Main Street se encuentran incluso ex políticos de renombre y despachos como la firma Triay-Triay e Issola, con el mayor número de expedientes de creación de empresas por metro de estantería.

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Entre escaleras angostas y mamparas de madera se amontonan cientos de archivos que contienen miles escritos en los que se refleja la creación de sociedades cuyo único fin es adquirir otras sociedades con sus activos incorporados, es decir, apartamentos, solares o chalés. Uno de estos abogados gibraltareños, John Azopardi, fue recientemente detenido como presunto implicado en actividades financieras de blanqueo en el marco de la operación dirigida por el juez Baltasar Garzón para el desmantelamiento de una red de narcotraficantes en Galicia.

"Si usted quiere una elegante villa en Marbella, ni se lo piense, pase por Gibraltar"; así dicen los grandes anuncios en rotativos británicos de gran tirada como el Daly Telegraph, The Sun o el Daily, Mirror. Por su parte, el paraíso fiscal incorpora el mecanismo de la evasión total de impuestos, mucho más desde que no existe la llamada tasa de equivalencia.

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