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El público se amotina

Guateles / Ortega Cano, Cepeda, LozanoCinco toros de Guateles y sexto de Concha Navarro, bien presentados, sospechosos de pitones y manejables. Tercero, encastado. Ortega Cano: oreja; silencio. Fernando Cepeda: oreja protestada; ovación con algunos pitos y Fernando Lozano: oreja; palmas. Alicante, 23 de Junio. Quinta de feria. Lleno.

EMILIO MARTÍNEZ

El festivo y festivalero público alicantino organizó un tremendo motín durante la lidia, o lo que fuera, del morlaco sexto, que pesó más de 600 kilos. Fue un maulón de extrañísima pinta: acabestrado, bragado, calcetero, listón y rabicano. En lo único que semejaba a los anteriores era en su cornamenta más que sospechosa de fraude. En una supuesta universidad de mansedumbre hubiera obtenido sobresaliente cum laude.

Lo cual no justifica el mitinero bochinche que montó el cotarro porque la condición de mando la demostró el animal nada más salir huyendo de los engaños y tirando coces. La mayoría del público prorrumpió en enfervorizadas protestas, pidiendo su devolución a un presidente, Luis Botella -asesorado por el padre de José María Manzanares-, a tono con estos espectadores y que se dedicó a regalar orejas durante la primera parte de la corrida. Posiblemente pensó que las Fiestas alicantinas también deberían ser para los matadores, que deberían llevarse un recuerdo.

El usía se arrepintió de sacar el pañuelo verde para devolver este toro, después de enseñarlo tibiamente, y desde los tendidos arrojaron todo tipo de objetos, voladores y no voladores, al ruedo, con gran peligro para la integridad de los diestros. Un triste y lamentable espectáculo, colofón a tina tarde festivalera. Lozano le echó valor, crispaciones y afanes pueblerinos al torear al morlaco. Y con sus zaragatas se salvó con dignidad, a excepción de la horrenda estocada en el brazuelo que le endilgó.

Rey del bajonazo

El que se proclamó auténticamente rey del bajonazo fue Fernando Cepeda en el quinto, que saltó a la arena en cuarto lugar porque los torileros debían participar de la jarana generalizada. También finiquitó a éste con un feísimo bajonazo, peor que el anterior, que le soltó, aunque éste lo extrajo con rapidez. Se desconoce por qué no hizo lo mismo con el anterior. A sus dos toros los toreó ventajista, desgalichado y plúmbeo. Como en el primero acertó con la pitona, se llevó una dadivosa oreja, aunque con las protestas de la minoría de sensatos aficionados, que deben pasarlo muy mal en este coso.

Ortega Cano no se acopló con el rebrincado cuarto, y al que abrió tan desquiciada corrida que le hirió con cierta enjundia y se lució, sobre todo, con el capote en verónicas de recibo. Lozano desaprovechó el único enemigo encastado, el tercero, con su toreo posmoderno, encimista y falto de ligazón y temple. Aunque el presidente le premiara con otro óvolo orejil.

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