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Carla tiene miedo de tí

La prostituta italiana culpa a los clientes de fomentar el sida

"Yo no soy homosexual..., soy limpio. En fin, no tengo problemas de sida", asegura el hombre. "Vale, pero yo tengo miedo de ti", responde Carla Corso ante la negativa del cliente a usar preserva tivos. El problema, para esta prostituta italiana, es que la sociedad las responsabiliza sólo a ellas de la salud pública, cuando, a su juicio, el verdadero peligro son las personas que demandan sus servicios, totalmente desinformadas y con el poder M dinero para exigir lo que quieran. "Si yo no acepto, lo hará una toxicómana", se lamenta.

Carla Corso, presidenta de la Comisión de Derechos Civiles de las Prostitutas en Italia, trabaja activamente para mejorar las condiciones de vida dentro de la prostitución y en contra de la legislación que recorta sus libertades. Para ello estuvo participando el pasado fin de semana en unas jornadas. de debate organizadas en Madrid por la Comisión Antiagresiones del Movimiento Feminista y la Coordinadora de Grupos de Mujeres de Barrios y Pueblos."Yo tardé seis meses en obtener el pasaporte. Si trabajo en mi propio coche me dejan sin el carnet de conducir. Nos pueden quitar la custodia de los hijos con el argumento de conducta antisocial. ¿Por qué? ¿Por qué el Estado tiene que reglamentar las relaciones sexuales?", se rebela. "Esto debe ser sólo una cuestión interpersonal", opina.

Carla critica, sin embargo, que las autoridades no dediquen mayores esfuerzos a las campañas sanitarias de la sociedad en general, especialmente en la transmisión del sida. "No somos las prostitutas, sino los clientes, las que nos negamos a usar preservativos. Ellos lo ven como una barrera sexual, y además están convencidos de que ellos no corren ningún riesgo".

El que paga, manda, reconoce la prostituta, porque asegura que aunque ella se niegue, el postor siempre encontrará una mujer menos exigente entre la población toxicómana. Y sugiere, las drogadictas dejarían de prostituirse si pudieran comprar las drogas en las farmacias bajo receta médica".

Sin traurnas

Carla Corso pasó los 40 y de seguir siendo camarera. Parece contenta con la elección. Vive con ocho perros callejeros, su compañero y una amiga, también prostituta, cerca de Venecia, donde ejerce el oficio, sin traumas, en una pequeña caravana de su propiedad. Dice que a la prostitución se accede cuando no existen detras posibilidades de subsistencia, 'aunque justifica que se practique simplemente en busca de "calidad de vida". Reconoce su contradicción, "pero es que en este momento el dinero es importantísimo. Las personas no valen por lo que son, sino por las cosas que poseen". "Debería poder vivirse como un momento de paso. Lo malo es que cuando una mujer entra en ella es para siempre", admite Carla, pensando más que en la costumbre en el estigma social y en el hecho de figurar en las fichas policiales. "Sí, hay algunas que lo dejan por el amor de un hombre. Es el sueño de todas las prostitutas".

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