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La ardua transición al capitalismo

La perestroika se tiñe en Novosibirsk con el rosa desvaído de los amaneceres siberianos. La taiga inmensa amortigua el fragor de los debates ideológicos de los clubes de Moscú y Leningrado. La penuria alimenticia y sobre todo la dramática falta de medicamentos atenazan de angustia las ilusiones democráticas de los 23 millones de siberianos. El mercado negro es poco activo en Novosibirsk, en donde los escasos recursos de la población no son incentivo suficiente para el pulular de una mafia de tipo moscovita. El resultado en la vida cotidiana es que ni siquiera existe el escape de encontrar lo que se necesita en el estraperlo, con lo cual la penuria adquiere tonos de fatalidad.En esas condiciones, las cosas de palacio van despacio. En las recientes elecciones municipales, la oposición democrática obtuvo menos de un tercio de los escaños, en contraste con Moscú, Leningrado, Kiev y otras grandes ciudades, en donde obtuvo la mayoría, accediendo a la alcaldía. El pragmatismo siberiano parece desconfiar de grandes transformaciones ideológicas que en la práctica empeoran unas condiciones de vida cuya extrema dureza admite poco deterioro. Desde luego, los conflictos políticos también aquí son agudos: cuando la imprenta del partido comunista de Novosibirsk (única existente en la ciudad) rehusó hace 15 días imprimir La Gaceta de Siberia por sus críticas al comunismo, movimientos y personalidades de toda la región lanzaron una campaña de defensa del semanario más popular de Siberia, de tal forma que ha podido continuar su publicación.

Pero donde más profundamente se expresa la perestroika siberiana es en el intento múltiple de crear una economía de mercado en una región de enorme potencial, secularmente reducida a simples funciones de extracción de los recursos naturales (petróleo, gas, oro, madera, carbón, energía hidroeléctrica) y a la localización de industrias de importancia militar descentralizadas a Siberia por razones estratégicas.Conscientes de la riqueza de su territorio y condenados a pasar más hambre y penalidades que nunca, los siberianos parecen decididos a aprovechar el resquicio de la perestroika para acelerar su propia transición a una economía de mercado, conectando directamente con empresas extranjeras, a las que ofrecen sus recursos y de las que solicitan sus inversiones. Los primeros esfuerzos en este sentido han generado un panorama económico en el que el realismo socialista ha sido sustituido por un auténtico surrealismo capitalista. Impulsados por la Asociación de Ciudades de Siberia y por su agencia de fomento, la Feria Siberiana, empresas grandes y pequeñas, públicas, mixtas y privadas se han lanzado con frenesí a promocionar sus productos, encontrar mercados y buscar socios extranjeros.

Empezando por la industria militar. Sí, tal como suena. En abril de 1990, la Feria Siberiana organizó su exposición Conversión 90, con 350 participantes, incluidos extranjeros, en la que la industria militar soviética expuso a la venta los productos de sus empresas reconvertidas. Dado el excedente de tanques y aviones generado por el desarme de Gorbachov, numerosas empresas han cerrado sus líneas de producción de material bélico y se han convertido a la producción de bienes de consumo. Por ejemplo, la mayor empresa de producción de aviones Mig en Novosibirsk ahora produce mecedoras en simili-cuero. Otras empresas militares de alta tecnología intentan mantener su línea de actividad, pero destinando sus productos a otros usos en el mercado abierto. El Instituto Siberiano de Investigación de la Industria Aeronáutica -Constructor de simuladores electrónicos de vuelo y otro material de precisión aeronáutico- era considerado alto secreto militar (incluso su misma existencia en Novosibirsk) hasta enero de 1990. En abril presentó modelos y planos de varios de sus productos en la feria internacional: varias empresas alemanas han empezado ya a adquirir dicho material. El Ministerio de Defensa no parece muy entusiasta con la idea, pero, puestos a vivir en los nuevos tiempos, también utilizó la feria para colocar algunas existencias. Por ejemplo, si quiere usted adquirir un completo equipo de protección encaucho y plástico, preparado para la guerra química, de la cabeza a los pies, aún deben quedar algunas tallas, al precio de ganga de 5.000 pesetas. ¿Que para qué lo quiere usted? Mis amigos aseguran que son los mejores equipos de montaña, nieve y pesca que nunca han tenido: ligeros, resistentes y totalmente impermeables, incluso contra el ácido. La nueva Siberia sueña con volver a cazar y pescar en lugar de producir Mig y cohetes. Pero para ello primero tienen que comer y calentarse. Lo cual implica controlar sus recursos y venderlos en el mercado abierto. Al menos eso es lo que piensan los trabajadores del petróleo de Tyumen o del gas de Tomsk, cuya amenaza de huelga indefinida puede socavar los fundamentos del sistema soviético y de paso provocar una nueva crisis energética mundial.

Se olvida con frecuencia que la URS S es el primer productor mundial de petróleo (por delante de Arabia Saudí) y que exporta 2,6 millones de barriles al día. El 63% de la producción proviene de Tyumen, en la Siberia occidental. Algo más al Este, en la región de Tomsk, se concentra la principal producción de gas natural soviético, otra fuente esencial de energía para la URSS y para Europa. Los trabajadores del petróleo de Tyumen y del gas de Tomsk, que viven en espantosas condiciones, pese a su importancia económica, han dicho basta y amenazan con la huelga indefinida (aplazada dos veces en los últimos dos meses) a menos que les hagan caso. El Gobierno ha prometido mejores viviendas y una subida de salarlos. Pero no es eso lo que piden los sindicatos del petróleo. Lo que quieren es que les dejen comercializar directamente parte de la producción, venderla al extranjero en divisas y asegurar su propio suministro. La razón es bien sencilla: aunque les lleguen a pagar más, de nada les sirven sus rublos si no hay subsistencias en la región. Y así, han decidido que quieren constituirse en empresa colectiva, pagar impuestos al Estado y cortacircui-

Manuel Castells es catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y acaba de realizar un estudio sobre la ciudad científica de Akademgorok, en Novosibirsk.

La ardua transición al capitalismo

tar el sistema de distribución oficial tanto en las ventas de petróleo como en los suministros de primera necesidad. Tal reivindicación ataca la esencia misma de la economía planificada. Y si no es satisfecha, el corte del suministro de petróleo y gas eliminará el 50% de las divisas soviéticas y amenazará con un nuevo choque energético en el mundo. Siberia puede provocar en la Unión Soviética una crisis mucho más profunda que la del nacionalismo báltico, porque son los recursos de Siberia los que permiten sobrevivir a la maltrecha economía soviética en el comercio internacional.En la efervescencia empresarial que se vive hoy en Siberia otras iniciativas se dirigen al aprovechamiento de la extraordinaria naturaleza siberiana. Así, existe un gran potencial de la industria maderera, sector en el que ya funciona en Irkustsk una importante empresa soviético-japonesa. Empresas alemanas y finlandesas están cooperando con un banco siberiano para desarrollar un turismo de calidad en las impresionantes montañas vírgenes del Altai. De forma que en un futuro próximo se podrá vivir la aventura de la caza del oso en bosques inexplorados: al fin habrá llegado la hora de Derzu Urzala como sustituto del pato Donald en la mitología vacacional del nuevo mundo en el que estamos entrando.

Pero quizá el proyecto más audaz de la nueva Siberia es la utopía de hacer brotar un gélido Silicon Valley en torno a la ciudad científica de Akadeingorok. Esta ciudad, de 125.000 habitantes, resultó del sueño conjunto de Jruschov y de su amigo el matemático Lavrentiev, que quisieron crear en 1960 un gran centro científico mundial según el modelo de campus norteamericano, en medio del bosque, a orillas del lago Ob. Diez mil científicos de alto nivel trabajan hoy en esta ciudad, en 20 institutos que representan lo más avanzado de la ciencia soviética en física de altas energías, informática y automática, química, nuevos materiales, láser, optoelectrónica, etcétera. Tras décadas de investigación científica en aislamiento social, muchos investigadores, y en particular los de la nueva generación, piensan que ha llegado el momento de, como dice la perestroika, ligar la ciencia a la industria y de paso. ganar dinero y mejorar su vida. Así han surgido, con la tolerancia resignada de la Academia de Ciencias, decenas de cooperativas o de unidades autocontables, que en la práctica actúan como empresas privadas, contratan los servicios de sus miembros o venden sus descubrimientos y conocimientos a quienes quieran comprarlos. Otros institutos han iniciado la promoción y venta de los equipos científicos que ellos mismos fabrican, según la tradición de autosuficiencia industrial de los grandes laboratorios soviéticos. Así se está generando un verdadero tejido de pequeñas empresas innovadoras que utilizan el tiempo, locales y equipamiento de una burocratizada Academia de Ciencias para iniciar una miscelánea singladura empresarial.

Pero estos innovadores, al igual que muchos de las nuevas empresas siberianas, no acaban de creerse su propia autopía. Así la empresa Nabla, formada por una docena de científicos, ha ganado ya un capitalito vendiendo soporte lógico (software), aleaciones de aluminio y procedimientos de producción de nuevos plásticos, entre una larga lista de innovaciones. Pero cuando reunieron algunos fondos como productos de estas ventas, tras larga y profunda reflexión, decidieron invertirlos en la creación de una fábrica de salchichas. Según me dicen, si la historia rusa vuelve a hacer de las suyas, "la ciencia no nos servirá de mucho, pero la gente siempre necesitará salchichas". En el fondo de la torturada alma rusa hay un perenne instinto de supervivencia. El subconsciente de Dostoievski era probablemente un personaje de Gogol.

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