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Más miedo que pasión en las elecciones colombianas

Antonio Caño

El cierre de la campaña electoral en Colombia fue una reivindicación de la vida. En actos minoritarios donde había más metralletas que público, más miedo que entusiasmo, los cuatro principales candidatos de las elecciones presidenciales del próximo domingo se despidieron de sus votantes para esconderse inmediatamente en sus bunkers particulares y proteger sus vidas al menos una semana más.

El senador Federico Estrada, jefe de la campaña del Partido Liberal en Antioquia, no pudo hacerlo. Fue tiroteado y muerto ayer mismo en Medellín, poco después de que su jefe, César Gaviria, máximo favorito a la presidencia, el candidato del gubernamental Partido Liberal, César Gaviria, desde un polideportivo rodeado de policías, militares y tanques, prometiese, el pasado domingo "devolver al país la esperanza de un futuro mejor". En su palestra de orador, Gaviria, que de por sí es de apariencia física frágil, era apenas una vocecita surgida desde detrás de una montaña de guardaespaldas y un enjambre de armas de todos los calibres.Resultaba patético y conmovedor observar a Gaviria pidiendo confianza y fe en las instituciones a una masa de espectadores y periodistas cuya única preocupación era buscar el lugar desde el que podía salir el disparo esperado o contar el minuto en el que podía estallar la bomba permanentemente anunciada.

Pero Colombia es la demostración de cómo un país, incluso en las circunstancias más difíciles, puede aferrarse a su voluntad de sobrevivir. El domingo pasado, entre el trasiego de armas y con el corazón encogido, los asistentes al mitin de Gaviria bailaron el vallenato de la esperanza y se entusiasmaron con un duro rock and roll sobre el derecho a la vida.

Los demás candidatos también utilizaron el rock en sus cierres de campaña como antídoto contra el miedo. La violencia de las baterías y las guitarras a todo volumen conseguía mitigar la angustia cotidiana. Tocaron rock and roll en el modesto cierre de campaña del Movimiento 19 de Abril (M-19), aunque su candidato, Antonio Navarro, tuvo que cumplir el sacrificio de no salir a la calle. Y sonó también esa música en los actos de los dos candidatos conservadores, Alvaro Gómez y Rodrigo Lloreda, a quien las encuestas sitúan en segundo y cuarto lugar, respectivamente, por delante y por detrás de Navarro.

Alivio

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Terminada la campaña electoral, el asesinato de Estrada ha impedido que los colombianos pudieran suspirar aliviados por haber cumplido esta etapa sin añadir más candidatos muertos a los nombres de Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, todos ellos asesinados en los últimos seis meses. Un editorial del diario colombiano El Tiempo se felicitaba ayer por este éxito, pero advertía: "No hemos logrado aún la meta. Falta la elección y desde luego llevar sano y salvo al compatriota escogido a posesionarse del próximo 7 de agosto como el 92 presidente de Colombia".

La violencia más anónima y más diaria no modifica gravemente el clima de cierto optimismo, se va asumiendo como un hecho. Pocas horas después de los discursos de los candidatos otro coche bomba estalló en una calle del norte de Bogotá y dejó a varias personas heridas; otro policía fue asesinado en la autopista Medellín-Bogotá y se eleva a 25 la cifra de agentes de seguridad muertos en los últimos 13 días.

Cada hora que pase desde aquí hasta el próximo domingo será una victoria de los colombianos contra las fuerzas oscuras, y no tan oscuras que pretenden destruir la frágil democracia de este país. En pocas elecciones los colombianos se han jugado tanto.

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