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Entrevista:

Agricultores y burócratas, los enemigos

Carlo Ripa de Meana cree que los Gobiernos no deben hacerse ilusiones a la hora de impedir la aplicación de la legislación europea sobre medio ambiente o de escatimar su contribución al presupuesto común. Advierte que "la presión de la opinión pública es creciente y los conocimientos científicos de la gente mucho mayores", y señala a sus dos principales enemigos: agricultores y burócratas.Pregunta. Sus máximos aliados, entonces, son los ciudadanos. ¿Y los enemigos?

Respuesta. Si tengo que dar la lista de opositores, debo comenzar por los agricultores, que en la CE están bien organizados y juegan un gran papel desde el comienzo. La política comunitaria les empujó a una agricultura intensiva, pero hoy nos vemos obligados a actuar en materia de nitratos, pesticidas y otros productos que se destinan a esa superproductividad agraria. Los agricultores descubren que deben reducir o abandonar ese sistema, que hay, límites a esos cultivos, que la biotecnología no puede desarrollarse hasta el infinito. Ellos se preguntan si es el fin, si es el asesinato de nuestro medio rural y de nuestro relativo bienestar. En esa lucha de intereses se plantean problemas muy, muy graves, y la Comisión Europea ha de tomar medidas.

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P. ¿Y los Gobiernos?

R. Son otro gran enemigo, pero esta vez clandestino, enmascarado, ya que se trata de la inercia de las Administraciones, de la burocracia nacional, regional y local. Temen las complicaciones administrativas, los estudios de impacto ambiental.

'Ecobusiness'

P. ¿Y con los empresarios no tiene problemas?R. Sí; son la retaguardia. Pero una parte de los empresarios hace lo necesario para captar lo que hay en el viento, y algunos se han especializado en el ecobusiness. Sin embargo, una parte de la industria, especialmente la química, vive una dramática contradicción entre el entorno cultural e intelectual y lo que consideran la lógica de la producción química. Tienen una visión aún vinculada al desarrollo desnudo y crudo, y encuentran apoyos en muchos ministros.

P. Me extraña que no cite a los fabricantes de automóviles. ¿Los ha convencido?

R. Sería ingenuo por mi parte creer que nos hemos impuesto a los grandes patrones del automóvil en materia de medio ambiente; aunque hay que confesar que, después de duras batallas, estos industriales han decidido avanzar sobre la ruta de la compatibilidad en materia de emisiones, ruido y consumo de carburantes.

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