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Kurosawa: "Todo hombre es genio al soñar"

El octogenario cineasta japonés desvela en 'Sueños' la universalidad de su mundo íntimo

Akira Kurosawa, de 80 años, cineasta japonés que en 1953 abrió a Occidente, con Rashomon, las puertas hasta entonces cerradas del cine de su país, ha vuelto a Cannes. Con él ha traído ocho de sus pesadillas íntimas, que son otras tantas metáforas sobre la identidad entre el universo interior de una persona y el universo a secas. "Todos los hombres son genios mientras sueñan", afirma el viejo cineasta, un hombre que no siendo de esta época está inventando en ella una parte del cine futuro. La belleza de sus pesadillas conmueve, inquieta y, en ocasiones, deslumbra.

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Vincent Scorsese

Los alrededores del palacio del festival estaban ayer invadidos por japoneses. La Croisette parecía una acera de Tokio con grupos de turistas europeos. "Conmigo han venido sólo seis. Los otros deben de estar aquí por su cuenta", se excusó el cineasta ante las puertas de la sala de conferencias, cuando, tras la primera proyección de Sueños, supo que era necesario, pues no cabían todos de una vez, dividir en dos tandas a los fotógrafos. Una de europeos y americanos; y otra sólo de japoneses. El cineasta iba en compañía del cineasta neoyorquino Martin Scorsese, que interpreta en Sueños a Vincent van Gogh).Kurosawa habla poco. Sus palabras roncas cortan el aire. No sabe sonreír. Cuando lo intenta le sale una mueca poco sincera. Treinta cámaras de televisión cercaban al erguido anciano, de gesto seco, ágil y experimentado en dar órdenes. No tuvieron dificultades para captar su rostro, pues la gran estatura de Kurosawa le permitía emerger medio metro por encima de las cabezas de sus compatriotas apiñados en torno a él. Nadie vio entrar a Martin Scorsese, escondido detrás del sobaco de su viejo maestro.

Poemas visuales

Los ocho sueños de Kurosawa -cuyos hermosos títulos son El sol bajo la lluvia, El huerto de los melocotoneros, La tempestad de nieve, El túnel, Los cuervos, El Fujiyama en rojo, Los demonios gimientes y La aldea de los molinos de agua- son aparentemente ocho poemas visuales inconexos. Sin embargo, nada más falso que esta apariencia. Hilos de seda, porque no son fáciles de ver, en lazan fuertemente entre sí a estos ocho fragmentos, que en realidad componen una obra de gran coesión interior: ocho exploraciones imaginarias, unas sombrías y otras luminosas, unas crispadas y otras serenas, en el territorio de la muerte, y secretamente en el territorio de la muerte voluntaria, el suicidio, un infranqueable enigma personal que acompaña desde niño la dura mirada de este poeta de la imagen, capaz de susurrar desde la pantalla: "No os durmáis, que el sueño es la muerte"; y "No seáis héroes, que los héroes mueren como perros"; y "Un entierro es una fiesta, si lo es de una vida bien vivida. Hay que celebrarla". Son palabras de un bárbaro exquisito, que un día de su infancia soñó que su propia madre le entregaba un puñal y le ordenaba matarse.

Los deseos más puros

"Los sueños", dice Kurosawa "tienen un carácter tan desmesurado que no podrían reproducir se en la realidad. Pero su intensidad les permite mostrarse como experiencias realmente vividas. Esto se debe a que los sueños son la cristalización más pura, más desesperada, de nuestros deseos. El hombre es un genio cuando sueña. Desborda audacia y coraje, como un genio. Esto es lo esencial de lo que he querido decir en estas ocho visiones. Para hacer esta película era esencial expresarse con audacia, como en un sueño".

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