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'Lambada' en Budapest

McDonald's, casinos y hoteles de lujo abren sus puertas en Hungría, cada vez más dividida socialmente

El segundo McDonald's acaba de inaugurarse en Budapest, y su tamaño es tan exagerado como su decoración, basada en una réplica de la torre Eiffel. Los casinos, que antes eran exclusivamente para extranjeros con divisas, se han abierto ahora por primera vez a los magiares. Los hoteles de lujo están copados por delegaciones comerciales de Japón, Corea y Estados Unidos. Pero mientras, el nuevo Gobierno afronta los abismos sociales que alejan de las posibilidades del nuevo consumo a una pléyade de indigentes sin trabajo y sin vivienda.

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El mercado, la única alternativa

Es cuando menos curioso escuchar el éxito musical del año, la Lambada, en el elegante bulevar de Vaci Utca. Es como si en este nuevo Wall Street de plástico jamás hubiese existido el comunismo.Pero el nuevo Gobierno del oro Democrático Húngaro tendrá que hacer frente a una sociedad contradictoria. Las diferencias entre los húngaros se hacen cada vez más notorias y separan a los que pueden comprar todo lo que hay en el país y en los mercados de Occidente de quienes luchan para subsistir con varios empleos simultáneos o prescindiendo de casi todo. Sanear la economía del país "será una operación dolorosa que deberá contar con el beneplácito del paciente", dice el economista Janos Kornai. Los indicadores son elocuentes: una deuda externa de alrededor de 21.000 millones de dólares; la inflación, que alcanza el 20% anual según cifras oficiales y un 35%. según Istvan Bethlen, el asesor económico del Foro Democrático Húngaro. En el programa del nuevo Gobierno se pretende reducir la presencia del Estado en la economía del 90% actual a un 30% en cinco años. El paro, según expertos independientes, puede alcanzar a medio millón de personas en un par de años.

La pobreza se ha hecho visible en Hungría. Son los jubilados que reciben la misma pensión durante años y ya no pueden pagar los alquileres, que se han duplicado en los últimos meses. Las medidas policiales contra los indigentes, que antes eran concentrados en asilos estatales, se han liberalizado. La última amnistía también llevó a la calle a miles de ex delincuentes que no encuentran ahora un lugar para trabajar vivir después.

Sandor Fekete, un cartero en paro, llevaba meses durmiendo en las calles de Budapest. Cuando el frío se hacía insoportable buscaba refugio en la estación de trenes. El dinero que recolectaba con sus ventas callejeras de botellas vacías le alcanzaba para comprar la comida y el pan necesarios para el día. El viejo Fekete comenzó a sentir el peso de los años, y como última salida -en las últimas semanas del Gobierno socialista-, se instaló frente al Parlamento en Budapest con una tienda diminuta protestando por su falta de vivienda.

Por allí pasaron abochornados ministros y parlamentarios que atendieron sus peticiones personalmente. Fekete recibió una vivienda de emergencia de nueve metros cuadrados. "Un departamento de mierda, pero un departamento". El agua y los servicios están fuera de la pequeña habitación, un lujo para Sandor Fekete, que perteneció los 40.000 húngaros sin casa y a los 1.000 que jamás han tenido un hogar. En los últimos meses se han creado centros de autogestión de los sin casa. El más famoso de ellos está a cargo de Andras Nagy Bando, un artista de variedades, político e ídolo nacional desde que saltara a la fama tras ganar un concurso de talentos hace cinco años en la te levisión magiar.

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El 'protector'

Andras Nagy, el protector de vagabundos, hace de gran padre de 340 de ellos. El Frente Nacional de los Pobres se instaló en uno cuarteles desocupados al oeste de Budapest en Torokbalint. El Gobierno de Miklos Nemeth subvencionó el proyecto con 250.000 forintos húngaros mensuales, y Andras Nagy asegura que se ha transformado en el terror de los ministerios por su forma "algo exigente de pedir las cosas".

El artista, criticado por su estilo profético, trabaja con los pobres en Torokbalint diariamente. Allí duermen y comen. Algunos alcohólicos han dejado de beber, y algunos drogadictos se han descolgado, en hospitales o sólo con la ayuda de Andras Nagy.

Se reúnen todos en la sala de plenos, que no es más que una larga habitación oscura y sin ventilar.

Se discute sin conceptos definidos en la sala de plenarios. Grita uno de ellos: "Creen que somos animales, que no tenemos nombre". Andras Nagy les vocifera con estilo de terapia comunitaria: "¡Demuestren que son seres humanos, demuéstrenlo!". El público, le escucha callado y aprueba con gestos afirmativos. Los partidos políticos húngaros coinciden en el diagnóstico. Un 20% de los húngaros vive bajo los límites mínimos de existencia, y este año se esperan 60.000 parados, despedidos de empresas estatales no rentables.

El éxito importado

En Hungría no sólo existen ahora, como en el antiguo modelo comunista, proletarios e intelectuales. Ahora hay proletarios, intelectuales y yuppies en el más puro estilo bostoniano. Estos han tenido éxito y han regresado a Hungría después de haber estudiado en universidades norteamerica nas. La empresa de sistemas informáticos Microsystein es un ejemplo de ello. Comenzó en 1983 como cooperativa con 15 miembros. Ahora es, además de una cooperativa, una errípresa mixta con el 30% de capital alemán y 150 personas Tiene unos ingresos anuales de 25 millones de dólares, de los que un 20% proviene de exportaciones. Tiene representaciones en Moscú, Praga, Nueva York y Viena, y se está expandiendo a provincias.Zoltan Szamosközi, el gerente de ventas, recibe en la cafetería de la empresa. Szarnosközi, que bordea los 40 años, casi la edad tope de los empleados de esa empresa, explica que "entrar en Microsystem es prácticamente imposible. Para llegar a ser uno de sus empleados no importa la militancia, sino el talento, además de recomendaciones directas y estar a prueba unos meses". Advierte que "se corren riesgos, porque así como es dificil entrar, es fácil salir". Allí no existen los horarios, "sólo las metas". Tampoco los sindicatos, sólo "el espíritu de grupo" y los empleados son despedidos sin protección, y como "consideración humanitaria se les avisa de su retiro un mes antes, máximo dos".

En la empresa Microsystem se puede ganar en un cargo intermedio entre 400.000 y 800.000 forint al año, que es el equivalente a más de cinco veces un sueldo en una compañía estatal.

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