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FERIA DE SEVILLA

Parecía Pamplona

Torrestrella / Punta, Finito, ParejaCinco novillos de Torrestrella y 1º del conde de la Maza, terciados, flojos, encastados, nobles. Antonio Manuel Punta: pinchazo, otro hondo y tres descabellos (silencio); pinchazo, otro hondo y descabello (palmas). Finito de Córdoba: pinchazo, otro hondo muy atravesado y dos descabellos (vuelta); estocada corta delantera y rueda de peones (oreja, petición de otra y dos clamorosas vueltas al ruedo). Martín Pareja Obregón: dos pinchazos, media perpendicular delantera perdiendo la muleta y cinco descabellos (ovación y salida al tercio); pinchazo trasero caído, otro hondo delantero y cinco descabellos (ovación, y salida al tercio). Plaza de la Maestranza, 28 de abril (mañana). 14ª corrida de feria. Tres cuatros de entrada.

La algarabía, los gritos estemporáneos, la desaforada petición de oreja más "¡la-o-tra, la-o-tra!", el bombardeo de almohadillas porque la-o-tra fue denegada por el usía, no eran de aquí. Incluso los negros nubarrones que entoidaban la Maestranza debían ser forasteros. Aquello más parecía Pamplona, lo que se dice sin ánimo de menosprecio ni para los pamploneses ni para los sevillanos. Porque cada pueblo tiene su temperamento, su personalidad y su aquel, y está por de mostrar que el de aquí sea mejor que el de allá, o viceversa.

En cambio, los trasvases de temperamento, personalidad y aquel, corren el riesgo de no concertarse en el entorno ajeno, y cuando ocurre resultan calamitosos. Ocurrió ayer en Sevilla, que parecía Pamplona, por ejemplo cuando después de una meritoria, larga, espectacular faena de Finito de Córdoba, el gentío pedía la oreja, la-o-tra, se puso furioso, tiró almohadillas, abucheó al presidente.

Gran parte del gentío venía dé Córdoba o era finitista, y se le notaba. Finito, obviamente, le complació, y dio pases muy buenos, aunque en ocasiones se ponía afectadillo y pocas veces ejecutó las suertes con la pureza ni las interpretó con la inspiración que le lanzaron a la fama aquella famosa tarde de la feria de Valencia de 1989. Triunfó ayer en Sevilla, es cierto, pero el triunfo no se lo dio, exactarriente, la afición sevillana.

La afición sevillana de quien hablaba era de Pareja Obregón, un diestro de la tierra que lleva en la cabeza -y quizá en la víscera cardíaca- el toreo clásico. Suyos fueron los mejores muletazos de la tarde, suya la exhibición de un riquísimo repertorio y no redondeó faenas por ahogar las embestidas a los novillos. Es uno de los grandes vicios técnicos de la época y si se aplica a corregirlo carecerá de importancia, pues cuenta con un don que ni se compra ni se vende: la calidad.

De cualquier forma, los toros de Pareja, los de Finito y los de Punta -que estuvo reiterativo, pegapasista, vacío de ideas- eran pastueños, regalaban las orejas, y de las 12 que regalaron, los toreros sólo tomaron una. También es verdad que el público reclamaba ¡la-o-tra, la-o-tra!, como en Pamplona, mas semejante pretensión al presidente le pareció dislate y la-o-tra, con las 10 restantes, entró en el desolladero, para casquería.

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