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Sirimiri

Que un príncipe se ponga a viajar por sus territorios sirve entre otras cosas para poder concelebrar las misas solemnes del poder. El ritual de una misa suele ser invariable pero tiene siempre la novedad de la epístola del día o del color de la casulla del oficiante. Ayer, en una Gerona tomada por la llovizna antidisturbios, el oficiante lucía mejor que nunca con una espléndida combinación de camisa rosa y corbata verde sobre dos metros de lana gris. Joaquim Nadal, el alcalde de Gerona, le largó una epístola cargada de cifras y de años antiguos. Nadal es historiador. Eso explica esa insistencia en los datos medievales que jalonan todos los discursos que unos y otros dedican al Príncipe. En estas lecturas pronunciadas algunas veces con facundia autocomplaciente, suele aparecer toda la panoplia real de la historia de Occidente, desde Carlomagno hasta Jaime I, todo ello perfumado con un tufillo académico como si en vez de dirigirse al princípe olímpico estuvieran dando instrucciones al profesor Indiana Jones en busca de lacatalanidad perdida. El Príncipe habla del paro, de la droga y del terrorismo, y sus anfitriones persisten en llenarle lacabeza con fechas lejanas y reyes de alabastro.Pero a la clase de Historia el heredero suele responder siempre con una clase de Literatura. En 24 horas el Príncipe ya lleva citados a Eugenio d'Ors, a Verdaguer y ayer, en campo propio, a Josep Pla.

Por más que el Príncipe vaya por la vida hablando catalán sin ningún tipo de complejos, parece como si los políticos que le reciben se sintieran obligados en algún rriomento a leerle la cartilla delos lejanos orígenes de la dinastía, como si este heredero moderno lo fuera también delos errores y las opresiones de hace 300 años. Pero al final en este lugar del Mediterráneo todo suele quedar en unas palmaditas a la espalda mientras se desvanecen los brindis. A veces algún centenar de ciudadanos discrepantes le dan gusto al silbato y entonces a. la policía se le va la mano más antidemocrática. Pero en general en este viaje hay más armonía que crisis, más ganas de olvidar que de conocer.

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