¡Que nos dejen pensar!

Me encuentro ahora mismo sentado en el pupitre que suelo ocupar en el aula 500 de la facultad de Ciencias de la Información. Como todos los lunes, ha empezado ya -tarde, por supuesto- la segunda clase del día.El profesor titular empieza de nuevo -una vez por semana habla siempre de le, mismo- a intentar mostrarnos lo que es realmente la vida, a intentar desengañarnos de las posibles idealizaciones que pudiéramos tener de la profesión_periodística:

"Mirad. Esta es la asignatura más cínica que existe. Y así es el mundo de la Prensa: lo único que cuenta es el dinero. Que no os importe pisar a otro si eso hace que estéis vosotros más alto".

Es de agradecer ese afán paternalista de ese profesor que intenta enseñar a sus indefensos pupilos la crudeza (le la vida.

Y no le falta razón. El problema viene cuando llega la hora de distinguir entre el ser y el deber ser. Esta distinción para él no existe, y eso no es lo peor, sino que además intenta que no exista para otros. Me parece muy bien que este señor piense como quiera, aunque, todo hay que decirlo, cierta pena sí que me da. Pero, por favor, ¡que nos deje a nosotros pensar como queramos! Que nos deje tener la ilusión de hacer un periodismo más profesional. Que si él ha tirado la toalla de los ideales, que por lo menos deje que los demás luchemos por algo de lo que estamos convencidos.

Lo grave no es que un profesor piense así, sino que a lo largo de la andadura universitaria por esta facultad con dicha idea van bombardeando el edificio de ilusiones con el que llega a la Universidad cualquier persona normal. Es más grave aún examinando el contraste entre esto y los adjetivos que se suelen acompañar al definir la profesión periodística: atrevida, rebelde, en busca de conflictos, incorformista, dinámica...

¡Que nos dejen pensar! Esos que hablan de pluralidad, que se engalanan con ropaje de transigencia, que exigen el respeto de las opiniones de cada uno. Ésos luego son los que -en la realidad de la vida-, con su actitud, y escudados en su derecho de libertad de cátedra, niegan al indefenso intelecto estudiantil, no ya sólo la posibilidad de pensar de una manera distinta a la suya, sino tan siquiera la más elemental capacidad de pensar -tan propia del hombre-

¡Que nos dejen pensar! En esta facultad yo creo que es lo mínimo que se puede pedir. Ya que no se puede aspirar a que te enseñen bien, por lo menos que te dejen pensar-