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Tokio se compromete con EE UU a abrir su mercado a la inversión y los productos exteriores

CARLOS MENDO Japón se ha vuelto a rendir a Estados Unidos 45 años después del final de la II Guerra Mundial. Cuatro días de intensas conversaciones entre negociadores de ambos países culminaron a primera hora de ayer en Whashington con una declaración conjunta según la cual Tokio se compromete a adoptar una serie de medidas revolucionarías destinadas a abrir su mercado interior a los productos y a la inversión extranjeras y a reducir el déficit de la balanza comercial norteamericana-japonesa, que arroja un saldo negativo de cerca de 50.000 millones de dólares para Estados Unidos.

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De quién ha salido victorioso en las negociaciones puede dar idea la presentación que del acuerdo ha hecho a su país el primer ministro japonés, Toshiki Kaifu, para quien las medidas que tiene que adoptar Japón son "dolorosas".En un documento de 28 páginas hecho público ayer al final de las conversaciones, Japón se compromete, entro otras cosas, a incrementar la inversión en obras públicas e infraestructura; hacer más accesible a los productos extranjeros el complicado sistenia de distribución japonés; endurecer las leyes antimonopolio publicando incluso los nombres de los que violen la legislación; revisar el actual sistema tributarlo con el fin de reducir los costes astronómicos de solares eclificables e impulsar un boom en la construcción; y despachar en 24 horas las licencias de importación de los productos extranjeros.

Productividad

Por su parte, Estados Unidos ha prometido de una forma muy genérica atacar las causas estructurales de sus excesivos déficits comerciales, mejorar la educación de sus trabajadores con el fin de incrementar la calidad y la procluctividad e invertir más en desarrollo e investigación.

Lo máximo que han conseguido los japoneses es una promesa de Washington de no aplicar más que como último recurso una ley vigente que permite al poder ejecutivo prohibir la compra de compañías norteamericanas a extranjeros alegando razones de seguridad racional.

El Congreso y la opinión pública han estado presionando últimamente a la Casa Blanca para que aplicara dicha ley ante la avalancha de inversiones japonesas en Estados Unidos que han ido desde la compra de la mayoría de! Rockefeller Center en Nueva York a la adquisición de los estudios cinematográficos Columbia, la casa discográfica CBS y la fábrica de neumáticos Firestone.

Prácticamente ninguna de las sugerencias hechas por los negociadores japoneses han sido aceptadas por los norteamericanos. Entre las peticiones más significativas de Tokio se encontraban un incremento del impuesto sobre la gasolina, una reducción del número de tarjetas de crédito, una rebaja de las primas que reciben los ejecutivos a final de año y una disminución de los exenciones fiscales que gozan los propietarios de viviendas. Las demandas japonesas han sido rechazadas de plano por considerarlas un ataque frontal al llamado american way of life (el modo de vida americano).

La declaración conjunta hecha pública ayer en Washington al término de las conversaciones, supone un acuerdo de principio entre los dos gobiernos previo al definitivo que se concluirá en julio y que tendrá que ser sometido a la ratificación de los respectivos parlamentos.

Denuncias

Sin embargo, a pesar de su provisionalidad, el preacuerdo servirá para que Estados Unidos no denuncie a Japón, como hizo el año pasado, por "prácticas comerciales injustas", lo que llevaría aparejada la aplicación de la llamada Cláusula Super 301 de la ley de comercio exterior.

El Congreso de Washington absolutamente beligerante en el tema del comercio nioo-norteamericano, había dado de plazo a la Administración Bush hasta finales de junio para conseguir un cambio radical de actitud por parte del Gobierno de Tokio con la amenaza de aplicar sanciones en forma de barreras arancelarias a la entrada de productos japoneses en el mercado estadounidense.

El impacto a corto plazo del acuerdo en el déficit comercial entre los dos países será mínimo, ya que, según explicó la ministra de comercio exterior, Carla Hills, algunas de las medidas que Japón se ha comprometido a adoptar, como la restructuración de su sistema de distribución interior, son de una gran complejidad técnica y, al mismo tiempo, llevan aparejados riesgos políticos de consideración.

Sin embargo, la embajadora Hills está contenta. "Había pedido a los japoneses un programa específico de actuación que pudiera considerarse como una entrega en metálico de una compra a largo plazo. Creo que lo que hemos conseguido puede considerarse como la entrega en metálico", dijo con el inconfundible lenguaje directo de los negociadores americanos.

La satisfacción de la ministra responsable del comercio exterior norteamericano era compartida ayer al más alto nivel de esta nación.

El portavoz de la Casa Blanca, Marlin Fitzwater, calificó el acuerdo de "importante paso para el reforzamiento de las relaciones" entre las dos economías más potentes del mundo.

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